La primera frontera que se establece en el discurso entre un grupo y otro es el «nosotros»-«ellos». Tras el aparentemente ingenuo uso de estos pronombres se construyen ideologías y creencias que van más allá de cualquier otro límite geográfico o sociológico y se trata de una construcción tan antigua como la humanidad misma.
En el discurso oficial cubano existen ejemplos suficientes de esta segmentación, que ha puesto una barrera no solo entre Cuba y una parte del mundo, sino entre los propios cubanos.
Un ejemplo representativo de esta división en grupos lo protagonizó el presidente Miguel Díaz-Canel ante las protestas del 11 de julio cuando aseguró: «la orden de combate está dada, a la calle los revolucionarios», en una clara exclusión ideológica de una parte de la población cubana y haciendo la diferenciación entre el «nosotros los revolucionarios» y el «ellos» de los manifestantes.
También en sus tuits mantiene esa herencia de los discursos de Fidel Castro en los que se configuraba un modelo de ciudadano disciplinado, trabajador y, sobre todo, leal. Además de citar con frecuencia frases de los discursos de Castro y definirse en su perfil de Twitter como «comprometido con las ideas martianas de Fidel y Raúl», el presidente difunde mensajes como el publicado el 14 de abril: «Qué clase de barrio el de Miraflores-Jesús Menéndez. Trabajan fuerte todos. Solo así los problemas se solucionan. Sumen el cariño, la fortaleza y el optimismo con que nos recibieron y entenderán mi impresión», en el que remarca el sacrificio y la fidelidad a la filiación política que su persona representa.
Al referirse el 11 de abril al trabajo voluntario en la recogida de papas realizado por jóvenes del Ministerio del Interior, los describió como los que están «siempre en todas las batallas». La frase se ha extendido a otros sectores de la sociedad cubana indicando la puesta en pie de guerra del país, por lo que se pueden encontrar en los medios de prensa otros titulares como «Claves en Cuba para ganar la batalla». Lo que debiera fluir como el normal funcionamiento de un país, se presenta al lector como una epopeya, vestida de una gloria de la que en realidad carece, pero que caracteriza al grupo cuya ideología se comparte.
El 9 de abril el presidente compartía en la misma plataforma un fragmento de un trabajo publicado en la página oficial de la Presidencia y Gobierno de Cuba: «En medio de la adversidad, de lo que se trata es de articular, Isla adentro, toda inteligencia, toda disposición a transformar realidades, sin perder el optimismo y el entusiasmo revolucionarios». Esta configuración del «nosotros» señala las exigencias del poder en Cuba, a partir de un sistema de valores bien definidos que contribuyen a esa «ilusión» de triunfo nacional, a una imagen de éxito que se queda solo en el discurso.
Otro de los rasgos asociados al «nosotros» consiste en la apelación a la resistencia. En el periódico Granma, el trabajo «¿Apagar el Morro?» pone sobre el tapete esta otra pieza fundamental del discurso oficial en Cuba. «A los revolucionarios, a los que estamos comprometidos con este proceso más allá de la escasez y de la precariedad, a los que seguimos creyendo en los ideales del socialismo, nos queda resistir, mejorar, cambiar todo lo que deba ser cambiado». Y es que lo que se comprende como «resistencia» en la isla es una desviación del concepto que de esta palabra ofrece el Diccionario de la Real Academia Española, que la define como la oposición, la renuencia a hacer algo. Mientras los cubanos la han visto la mayoría de las veces asociada a la acción de soportar o tolerar cualquier tipo de vicisitud, aunque esté en juego la sobrevivencia misma.
A la resistencia apeló Díaz-Canel en sus convocatorias para desfilar el Día Internacional de los Trabajadores, al señalar las razones del «nosotros» en un tuit del 27 de abril: «Los invito a encontrarnos en la Plaza el #PrimeroDeMayo. Por el heroísmo de la resistencia y el inspirador triunfo de la creatividad colectiva, por las vacunas y los vacunados».
Alina López alertó que esta estrategia discursiva forma parte de un mecanismo del poder que busca entronizarse a costa de la disciplina y el sacrificio sin límites de sus ciudadanos: «Una ideología política que intente presentar un futuro de prosperidad siempre inaccesible, y que pida fidelidad y trabajo constante a sus seguidores, deja de ser liberadora para instrumentarse como un mecanismo de dominación. En el mismo instante en que no sea capaz de autocorregirse, en que se considere eterna, dejará de ser marxista».
En sentido opuesto, cuando se trata de las referencias al grupo de «ellos», las estrategias discursivas cambian. La relevancia del mensaje se centra en ponderar los rasgos negativos de esos otros y omitir o restar énfasis a sus aspectos positivos.
Este asunto no es reciente, al tratar el «ellos» los periódicos cubanos no han escatimado en oprobios. Además de los conocidos calificativos «gusanos», «apátridas», «mercenarios», en la historia del periódico Granma se pueden encontrar piezas como el comentario publicado en 1993 titulado «Excretas de segunda». En uno de los años más difíciles del entonces Período Especial, se calificó así a un grupo de cubanos que se presentó en la Embajada mexicana en un intento por emigrar hacia los Estados Unidos.
El comentario, que enfatizaba las dificultades que tuvieron que enfrentar los migrantes para entrar al país norteño, terminaba de la siguiente manera: «En la democracia segregada que establece categorías de ciudadanos, ni las excretas son iguales. Pero lo han venido a saber un poco tarde».
Recientemente Cubadebate publicó el texto «Lo que callan los contrarrevolucionarios», en el que una vez más se estereotipa a quien no comulgue con los principios de la Revolución: «Todo el que se preste a servir la mesa al enemigo imperial, por más que intente, con recetas elaboradas, esconder los ingredientes, es contrarrevolucionario». Esta forma simplificada de lo que se entiende como «el otro» ajeno a «nuestro» grupo ideológico no reconoce matices ni muestra una disposición al diálogo entre nacionales más allá de su posicionamiento ideológico.
A raíz de la canción «Patria y Vida», el Guerrero Cubano —influencer de identidad desconocida, pero citado y secundado por periodistas de medios oficiales en la isla— se aprestó a llamar al cantante Yotuel Romero «jineterito», calificativo que su esposa, la actriz y cantante española Beatriz Luengo, denunció.
El catedrático español Jorge Lozano describe esta polarización entre unos y otros como parte de un sistema: «La función de este otro es inmensa y consiste justamente en el hecho de colocarse fuera de todas las funciones y de irrumpir perturbadoramente en el “mundo habitual”. Toda cultura crea su propio sistema de “marginales”, de desechados, aquellos que no se inscriben en su interior y que una descripción sistemática y rigurosa excluye».
En el discurso oficial cubano el «nosotros» contrasta con el «ellos» ante todo por su orientación ideológica. Los primeros enemigos reconocidos han sido siempre los que no comparten las creencias o posturas que demanda la Revolución de un ciudadano. Ese sistema de valores y actitudes alrededor del ser revolucionario tributa directamente a un mecanismo del poder que exige ante todo lealtad y sacrificio y que confunde convenientemente términos como Revolución y Patria. El «nosotros» se convierte en «ellos» cuando no acompaña desde la postura acrítica y unánime el proyecto de país que el Gobierno enarbola. El «nosotros» solo tiene valor cuando todos sus miembros se suman al juego de apoyar las estrategias de unos pocos, esos que gobiernan el país.
El problema radica en que nada bueno ha surgido de esta delimitación que comienza en el discurso y termina segregando a una parte de la población. Cuando se habla de «nosotros» se tiende, por lo general, a la autopresentación positiva y en la referencia a «ellos» se enfatizan muchas veces sus «presuntos» errores y desperfectos.
Al analizar este binomio desde diferentes cosmovisiones, el profesor de Derecho y Filosofía Política José Luis Martí asegura que «tan pronto como comenzamos a formar grupos, distinguiendo entre “nosotros” y “ellos”, y dotamos a dichos grupos de rasgos identitarios, estamos sembrando la semilla del odio. Así comienzan las peores injusticias que se han cometido a lo largo de la historia».
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