El socialismo o el arte de repetir errores
La historia de Cuba se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda también. Gracias «a la continuidad en el poder», estamos trabados en el capítulo de hacerlo todo mal, una y otra vez.
Vivimos todavía en la parte de la narración en la que el orden gubernamental consiste en elevar los precios en CUP de algún(os) bien(es) o servicio(s), mientras se inicia en paralelo la venta de parte de los bienes y servicios en divisas (inventaron, incluso, una tarjeta magnética para que la ciudadanía pueda comprarlos). Por otro lado, el decisor argumenta que con lo recaudado en moneda extranjera se abastecerá la oferta en CUP.
¿Suena familiar? Sí, vivimos en la fábula de 2021, pero ahora la gasolina es la protagonista y los servicios básicos son actores de reparto (nuevamente). El famoso «plan de estabilización», según se proyecta, no es más que el «neo-ordenamiento». Había que cambiarle el nombre (supongo que es asunto de estrategia de marketing político y manipulación de masas. «Trabajo político ideológico», le llaman ellos y sus seguidores).
La igualdad ante todo
¿Resultados posibles del «neo-ordenamiento»? Va a subir (ocurre mientras usted lee) el precio del transporte de pasajeros y el costo del traslado de mercancías e insumos, tanto en el sector estatal como en el privado.
Luego, van a subir los precios al consumidor de los alimentos (junto a otros bienes e insumos) y de los servicios. Viene más y más inflación (podría ser la consigna oficialista y entusiasta de 2024) sin asomo de un aumento salarial de impacto (solamente se anunció uno irrisorio para los sectores de educación y salud) que por lo menos ilusione a la gente que aún cree en el sistema (la del «ahora sí»). Se puede hacer un congreso del impacto (negativo) de los nuevos precios en la producción y el financiamiento normal de la sociedad. En otras palabras, ¡la que se avecina!
En realidad, es peor de lo que parece. Es necesario recordar que la que empeorará no es una economía sana, con buenos indicadores, a la que de pronto le toca una recesión «normal». Por el contrario, la que empeorará es una economía empeorada (la Revolución es muy barroca, ama el amor y empeora lo empeorado). Las medidas del «plan de estabilización» no vienen simplemente a maltratar, sino a profanar una economía (muerta), lo que representa una particularidad de la recesión cubana, la crisis sobre la crisis (metacrisis, aristotélicamente hablando).
Por su parte, el Gobierno aumentará la recaudación de CUP y de dólares (que es lo que realmente le interesa) por la vía del aumento de precios y de divisas (que es lo que más le gusta), por la vía de la dolarización del precio del combustible a particulares. ¡Ay del que proteste! Final feliz.
Lo mío primero
Pero si es tan claro que solamente habrá más inflación para el lado de la ciudadanía, ¿por qué el Gobierno toma las medidas? Por favor, relea justo el párrafo anterior.
Como han reconocido las autoridades, el objetivo central de las políticas económicas es recaudar más divisas y el «plan» no es la excepción.
Por ejemplo, el Gobierno no aplicó las medidas cuando las señales de la caída del poder adquisitivo salarial comenzaron a dar alarmas (desde el inicio de la Tarea Ordenamiento), tampoco en ningún punto durante el proceso de deterioro del salario real —a pesar de los constantes señalamientos de expertos y ciudadanos—. En cambio, en cuanto el Gobierno se vio más corto de dinero de lo habitual, algo reflejado en el déficit fiscal, y como había gastado otros métodos para obtener dinero, reaccionó.
Incluso, el resultado directo esperado del «plan» es el aumento de la recaudación para aumentar los ingresos gubernamentales. Lo de mejorar el poder adquisitivo del salario quedó indefinido en el discurso oficial que ni se tomaron el trabajo de mencionar cómo y cuándo sucederá. Son claras las prioridades, dígase, qué viene primero y qué viene (¿de verdad viene?) después. De hecho, lo dejan claro en el nombre de sus objetivos, el «plan» es de «estabilización macroeconómica» (tecnicismo para referirse a que las cuentas del Gobierno dispongan de más dinero) y no pretende aumentar el salario real o metas similares.
¿Para qué sirve un Gobierno?
Es comprensible que los Gobiernos busquen obtener más ingresos, siempre y cuando los ingresos se reviertan en mejoras de las condiciones de vida de los ciudadanos. Por ejemplo, un pequeño empresario con cierto sentido del deber puede pagar más impuestos y luego ver sus calles limpias o disfrutar servicios públicos de calidad. Pero ¿para qué el Gobierno cubano quiere más dinero? ¿En nombre de qué «conquista social» asintomática quiere recaudar más dinero? Nadie sabe cuándo fue la última vez que el Gobierno empleó el dinero público en fines nobles y desinteresados, como quien cumple con su deber y no como quien chantajea al dueño del dinero (los ciudadanos que somos todos).
Luego, es incomprensible que el Gobierno tenga una política cuyo objetivo principal sea obtener más ingresos —sobre todo en divisas— y que los ingresos no sean para mejorar la vida de los ciudadanos.
En cambio, lo que sí debe ser el objetivo principal del Gobierno de un país que vive una «metacrisis» es crear las condiciones y estimular la dinamización de la economía.
¿Hoy o mañana?
También cabe plantearse que el Gobierno puede ser «recaudacionista compulsivo» —sobre todo con las divisas—, pero para satisfacer su compulsión podía implementar una estrategia mejor que el «neo-ordenamiento».
Sin embargo, desde el punto de vista de la reproducción de la hegemonía, el Gobierno solamente puede aplicar políticas que se acoplen con la manera en que la élite dominante entiende el poder, el resto de la sociedad debe subordinarse a ella. En consecuencia, reformas que otorguen autonomía real a los actores económicos —condición necesaria para la eficacia económica— y no fomenten el clientelismo político con careta de reforma no son compatibles con el modelo de «ordeno y mando» de la Revolución. Es decir, si la continuidad no puede abrir de verdad la economía, tiene que actuar dentro de sus reglas del juego.
Así, ante la falta de dinero suficiente para lo planificado y con una industria nacional destruida y con escasas exportaciones, el Gobierno tuvo que idear de dónde sacarlo. ¿De dónde si no? Recortar pensiones, severidad y más control sobre los tributos de las empresas, aumento de las tarifas de la electricidad y del combustible, la única opción posible que cabe en el esquema de poder de la élite continuista.
Por tanto, el «neo-ordenamiento» no fue una elección entre A o B, era LA opción (que había funcionado en su versión de 2021). Lo único que tuvieron que escoger los decisores fue si «neo-ordenar» hoy o «neo-ordenar» mañana, es decir, cuándo (im)poner el «plan».
Un «plan» al que, por cierto, solamente le falta que Walter Martínez (periodista del programa Dossier) lo narre con una pantalla detrás y un puntero antiguo en la mano para ser un «paquetazo» perfecto.
ELTOQUE ES UN ESPACIO DE CREACIÓN ABIERTO A DIFERENTES PUNTOS DE VISTA. ESTE MATERIAL RESPONDE A LA OPINIÓN DE SU AUTOR, LA CUAL NO NECESARIAMENTE REFLEJA LA POSTURA EDITORIAL DEL MEDIO.
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