Durante mucho tiempo la homofobia alimentó los prejuicios de la sociedad cubana. En los últimos años se ha ganado terreno en el respeto a la comunidad LGTBI pero aún quedan pendientes.
Antes solo había oído hablar de ellos, en tiempos de mis padres, cuando Jacinto se convirtió en Ever Cano para no ser reconocido por sus compañeros, después que lo apedrearan en la escuela vocacional por sus preferencias sexuales.
Ahora los veo día a día y no se esconden tras máscaras, en mí barrio tengo tres nombres: Rey, Albe y Yarelis.
Ya no tienen que cambiarse el nombre.
Rey se hizo la liposucción dos veces, le modificaron la quijada para hacerla menos prominente y se tiñó el pelo de rubio. Muchos pensamientos le venían a la cabeza de su mama cuando veía la escena.
Sus manos son las de un estilista. En el salón de belleza se arreglan las mujeres, a la vez que descuartizan a las que pasan afuera; pero se hacen loas al hombre guapo y fuerte, sin ningún tapujo. A Rey se le puede confiar un secreto porque es buen amigo.
Albe, siempre sale al teléfono con su voz de locutor de radio aunque camina como la Engañadora. Tiene a su cargo tres casas de alquiler, las cuales limpia, hace desayuno, y habla francés para terminar bailando chachachá en sus clases de baile personalizados. Sin contar que anda de aquí para allá y de allá para acá reubicando los yumas que vienen sin una reservación fija y piden ayuda.
Se decían muchas cosas de Yarelis hasta que murió de un accidente automovilístico a los 26 años, en Miami. La recuerdo jugando pelota en mi barrio, con el bate que un día se le escapó y tropezó con la cabeza de mi hermano. Aún lleva la marca en el cráneo. Se rumoreaba que andaba pervirtiendo a las muchachas bonitas.
Magda, la viejita de la esquina cuando los ve pasar no deja de mover negativamente la cabeza y una mueca de disgusto asoma. Félix el mecánico, una vez se va a los golpes con Albe porque decía que lo estaba mirando con lujuria.
Mi tía que los conoce, se mostraba incrédula cuando supo que este año Matanzas haría actividades por la Jornada contra la Homofobia. ¡ “Ahora sí que no sé nada, ¡que depravación, esos niños en la calle”!
La gente en la calle aún no puede ocultar sus intolerancias, pero ellos no actúan como víctimas, porque saben llevar el orgullo de saberse fieles a sus preferencias sexuales. Ya no tienen que cambiarse el nombre.
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