Cualquier cubano residente en Cuba que vaya a la cafetería del Grand Aston, hotel de Gaesa recién inaugurado en Malecón entre D y E, notará que los platos cuestan entre 1200 y 2400 CUP. Son altos precios para un salario cubano mínimo, medio y hasta alto, pero «no extrañamente» caros. Es decir, nada nuevo, porque los cubanos estamos adaptados a las «políticas humanistas» de los monopolios estatales y militares que consisten en (im)poner altos precios.
El visitante
Por otro lado, si un turista extranjero iba al mismo lugar (Grand Aston), antes de las medidas anunciadas por el ministro de Economía y Planificación Alejandro Gil, el precio clasificaba como (re)carísimo. Como antes del 4 de agosto la única tasa de cambio oficial era 1x24, y los turistas extranjeros no tienen tarjetas en CUP, ellos pagaban con sus tarjetas de divisas un plato de 1200 CUP a 50 USD (1200/24=50). Sí, eso es caro también para el salario normal de un país del primer mundo, si se escoge Cuba como destino turístico.
El mismo esquema se repetía en los otros hoteles, restaurantes y cafeterías estatales aptas para turistas. Es por eso que un viaje a Cuba, si el turista consumía en instituciones estatales y militares, era como ir a Dubai.
Pero nadie ha dicho que los turistas, los «yumas», son bobos. Vivir en el capitalismo —que no se esconde para decir que es capitalismo—, y pagar vacaciones con un sueldo «sin invento», condicionan una cultura de no regalar los ingresos propios. Muchos turistas, a través de los dueños de alojamientos, taxistas, cualquier cubano de esquina, descubrieron que existían el mercado informal (el cual las autoridades cubanas no mencionan en sus promociones turísticas) y los negocios privados con una mejor tasa de cambio, en los que su divisa se pagaba hasta cuatro veces mejor.
La reacción
¿De veras alguien cree que los turistas no se daban cuenta de que en los servicios del Estado y Cadeca los estafaban cuando pagaban más de 30 USD por cualquier plato o no sabían del mercado informal? ¿Que muchos no contaron su experiencia a amigos, y los que viajaron a través de agencias no se quejaron? Quejarse es tan viejo como la especie humana, y muy normal en las culturas con tendencia a la democracia. Los «yumas» no son como los cubanos, a quienes les anuncian devaluaciones, recortes, más escasez y salen a defender a los gobernantes y sus medidas. Alguno que otro ―del millón aproximado que entró a Cuba en lo que va de año― habrá comunicado lo vivido.
¿Pensó el equipo que diseñó la política cambiaria que podían tener una tasa abusiva de 1x24 con turistas y que estos nunca se enterarían?
El resultado de tal práctica cambiaria ventajista y moralmente cuestionable, en tanto se basa en obtener divisas engañando a un turista (un cliente), fue que, al final, los turistas que conocían la realidad apostaban por el mercado informal y los negocios privados. Los que no sabían, cambiaban con el Gobierno y agotaban su presupuesto de vacaciones en pocos días.
El efecto
El efecto en el cliente es quedar doblemente insatisfecho. Por un lado, estaba en un ambiente donde sentía que debía estar alerta, en un país que oficialmente no dice la realidad cambiaria. Por el otro, sabía que pagó unas vacaciones muy caras.
Sin embargo, no todo es tan sencillo como, para la próxima vez, ir al mercado informal o no regresar más a Cuba.
Primero, el mercado informal ocasiona molestias debido a su precariedad y «alegalidad». Además, ¿por qué andar con dinero en efectivo, cuando se pueden usar tarjetas, algo común en los países de origen de los turistas? Es decir, el mercado informal de divisas cubano obliga a llevar cash a extranjeros acostumbrados a usar dinero electrónico. Segundo, existen lugares emblemáticos, estatales, como el Floridita o la Bodeguita del Medio, a donde los turistas quieren ir. ¿Qué hacían?, ¿no ir? ¿Pagar los precios Dubai?
A ellos se podría añadir que el turista hospedado en un hotel que desea consumir o ir al restaurante de la instalación, quedaba con pocas opciones. No todas las personas están adaptadas a que las «trajinen» —como hacen las políticas del Gobierno a los cubanos—, y mucho más cuando se está de vacaciones.
El efecto de la tasa de cambio de 1x24 para el Gobierno era la pérdida de ingresos y que terminaran en manos de los privados (que luego seguían su curso hacia mulas, fenicios, dueños de negocios que guardan sus ganancias en divisas, gestores de remesas, posibles emigrantes, etcétera). Ello, a la par de que Cuba, cliente a cliente, perdía atractivo como destino turístico. Si de promoción del destino turístico se trata, restan muchos puntos.
La rectificación
En el diseño original estaba previsto que con la tasa de 1x24 se recaudaría mucha divisa. Pero, como los hechos han demostrado, la avaricia rompe el saco. Y si esa tasa tiene un alto costo de oportunidad, se rectifica. Por eso la medida que anunció Gil: poner, parece que teniendo en cuenta la documentación de elTOQUE sobre el mercado informal, una tasa de cambio, bien atractiva (1x110 el USD) para cubanos que tienen divisas y para turistas extranjeros.
Con la nueva tasa de cambio, el mismo turista que vaya al Grand Aston pagará 10,90 USD por el plato de 1200 CUP, cuatro veces menos, algo que su bolsillo agradecerá. Así, los visitantes estarán más motivados a consumir en lugares estatales (que son los que más promueven las agencias asociadas al turismo). Al mismo tiempo serán competitivos con el sector privado en materia de precios. Si los arrendadores, taxistas o cualquier negocio privado quieren esa divisa, tendrán que pagar más. Y si los turistas desean cambiar en el sector privado, al menos no sentirán latente la «estafa» estatal de la era 1x24. También, si desean ir a un restaurante o negocio privado, previamente pueden cambiar su efectivo con el Gobierno.
Los turistas, sobre todo los del primer mundo, no se verán obligados a traer efectivo, lo cual es algo satisfactorio para ellos. O traerán menos. Como la demanda de servicios estatales aumentará, los turistas que cambien a CUP con el Estado tendrán tendencia a reducir el número actual de sus operaciones en el mercado informal. Conseguir la divisa se hará más difícil para los actores privados antes mencionados y se reducirá la oferta de efectivo en el mercado informal. Como es de suponer, el costo de la divisa se transmite al resto de los precios de la economía.
El hecho de que esa tasa de cambio también esté dirigida a fomentar el consumo en establecimientos turísticos de empresas estatales y militares, supone que el Estado no tenga que inyectar tanto dinero a circulación para comprar divisas (una parte será a través de transferencias por pagos en hoteles y establecimientos estatales). El Gobierno podrá enfrentar su política recaudatoria con menos restricciones de liquidez de CUP ( aunque siempre se podrá imprimir más billetes).
Entonces, que los turistas lleguen con efectivo a Cuba al mismo nivel que antes de esta medida dependerá, en algunos meses —el impacto no será de un día para otro—, de sus preferencias (recuérdese que no es lo que predomina debido a sus costumbres) o de las relaciones interpersonales de quienes los incitan a viajar con efectivo, a los que quedaría proponerles un mejor cambio que el 1x110.
El perdedor
El perdedor claro con esta medida es el emprendedor, el negocio privado, el ciudadano común.
Las divisas que terminan en manos del sector privado suelen destinarse a cambiar a CUP y aumentar la capacidad de consumo, salir del país (ya sea definitivo o por negocios), guardar ahorros. Los viajes de negocios generan parte de la oferta de motos eléctricas, celulares, ropa, piezas, electrodomésticos y toda una amplia gama de bienes que el Gobierno no cubre y que, si lo intenta, lo hace de una forma que delata su objetivo de recaudación facilista.
Para ilustrar el peso de la importación privada en Cuba podríamos preguntarnos cómo llegaron a la isla la mayoría de los celulares que se usan, las motos eléctricas, la queratina, los frenos, amortiguadores, etcétera.
De ahí que la ciudadanía (sector privado incluido) sea afectada por partida doble. Por un lado, el encarecimiento de la divisa necesaria para los viajes de importación en el mercado (anulando parte del efecto positivo de las regulaciones aduaneras), y afectación de los ingresos de los emprendedores vinculados; y por el otro, el encarecimiento (vía aumento del costo de la divisa) de toda esa oferta.
La ciudadanía no debe esperar que el Gobierno dispute parte del capital privado importador (generador de oferta) y lo reemplace, reponga o haga algo razonable para abaratar esa oferta. En definitiva fue el mismo Gobierno que implementó el uso del casco para manejar, pero no la oferta suficiente de estos; que abrió tiendas en moneda libremente convertible (MLC), aseguró que sería temporal, solo para bienes de gama alta y abastecer las tiendas en CUP, y mintió; o que anunció la eliminación del CUC, pero no la «emelecificación» de la economía.
Consideraciones finales
La predecible medida anunciada por Gil con respecto al mercado cambiario es coherente con lo que persigue el Gobierno: recaudar divisas.
Esta vez, la política económica apuesta por replicar el esquema recaudatorio de su más rentable experimento, las tiendas en MLC, pero para turistas: recaudar mediante la venta de bienes y servicios y no mediante el mercado cambiario. Lo cual no quita que también pueda recaudar mediante mercado cambiario, comprando la divisa del turista directamente en Cadeca o de ciudadanos cubanos que también decidan venderle (aunque la experiencia reciente dice que pocas personas cambiarán grandes cantidades).
Ese mecanismo, en materia de incentivos, tiene papeletas para ser efectivo al Gobierno en la mejora de la imagen del país como destino turístico, al mismo tiempo que da más uso a los hoteles e instalaciones estatales y militares que ofrecen servicios. Además, aumentaría la recaudación.
El precio, de funcionar el mecanismo, recaerá sobre la ciudadanía en general y sobre el sector privado de servicios, en tanto las divisas en efectivo que entren al país se reducirían. En la medida en que esto ocurra, el precio de la divisa subirá en el mercado informal por ser el único que vende y por el efecto de competencia estatal como demandante de divisas, con todas las consecuencias para el resto de la economía que le corresponden: aumento de los precios de bienes y servicios, encarecimiento de importaciones privadas, incertidumbre, migración, devaluación del salario en CUP, malestar social.
Por último, existen varios factores que pueden causar que el efecto de esta política no sea tan satisfactorio para el Gobierno (al menos en la magnitud deseada) y que afecte a los privados y ciudadanos. En este sentido sobresale la (in)capacidad en materia de infraestructura, ya sea de las casas de cambio o cajeros para entregar efectivo en CUP (cajeros que no tienen efectivo y que salen de circulación por los cortes de electricidad, largas colas). Por otro lado, que los visitantes, por motivos de calidad de servicios y de cultura de ayudar a los privados, mantengan su consumo en estos y no apuesten por centros estatales. Además de que, los cubanos —residentes o no—, con efectivo y por razones de orientación política, decidan cambiar en el mercado informal, antes que entregárselo al Gobierno.
Es una medida del Gobierno en la que este, al convertirse en demandante directo de divisas, intentar robarse el mercado informal (que él mismo negó y condenó) y, al encarecer el precio de estas, opta por afectar el poder adquisitivo de los ciudadanos (aumenta la demanda de divisas, suben los precios de la divisas, suben los precios de los bienes y servicios, pierde poder adquisitivo el salario de los cubanos). Por lo que, es el negocio privado, el fenicio y la mula, el que recibe remesas, el trabajador de una empresa o entidad estatal que hace magia de su salario, el taxista, el vecino mío o usted lector, el principal afectado por la nueva medida.
En pocas palabras, el ciudadano obtiene divisas de los turistas, las cuales terminan empleándose, por la propia ciudadanía, en generar oferta mediante la importación privada, las salidas definitivas del país (una parte de estas se revierte en remesas) y en aumentar su poder adquisitivo (cambiando en el mercado informal la divisa por CUP). Y el Gobierno decide hacer lo posible por quitarle al ciudadano esas divisas, bajo el pretexto de que las empleará en aumentar la oferta de bienes y beneficiar al ciudadano. (Te voy a empujar un poco más hacia la precariedad para sacarte de ella).
TAMBIÉN TE SUGERIMOS:
comentarios
En este sitio moderamos los comentarios. Si quiere conocer más detalles, lea nuestra Política de Privacidad.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *
Jose
Miguel Alejandro Hayes
Anselmo
Justo Rodriguez
Miguel Alejandro Hayes
Miguel Alejandro Hayes
Parzival
Miguel Alejandro Hayes
Anniafajardo
Eugenio
Maury
Miguel Alejandro Hayes
Juanito
RRH
Miguel Alejandro Hayes
Jorges