Equipo médico utilizado para medir la visión.

Foto: Sadiel Mederos

Servicios médicos de pago en Cuba, entre la ilegalidad y la necesidad

31 / mayo / 2021

Laura pensó desistir varias veces, pero un persistente dolor se lo impedía. Estaba desesperada y así lo consignó en su estado de WhatsApp: «Busco estomatólogo con recursos. Pago lo que haga falta».

A sugerencia de una amiga, ya había «montado un teatro» en la clínica local, gracias a lo cual consiguió un curita —un sellador temporal que se utiliza antes de la amalgama— que le duró un par de días, pero lo que necesitaba era reemplazar un empaste. Durante más de seis semanas estuvo contactando a cinco odontólogos, todos de diferentes clínicas, de forma oficial y extraoficial, pero siempre faltaba algún material.

El protocolo establecido dicta que, en caso de dolor persistente, fracturas dentarias, sangrado, inflamación, encías dañadas, prótesis fracturadas, lesiones que no sanan o traumas maxilofaciales, la población debe acudir al servicio estomatológico ubicado en el municipio donde reside para ser atendido cumpliendo con todas las medidas de protección.

Cuba cuenta con 19.240 estomatólogos y 11.723 licenciados y técnicos en atención estomatológica y prótesis, pero muchos profesionales han modificado sus rutinas diarias ante la situación epidemiológica causada por la COVID-19, «tarea» de la que solo unos pocos lograron escapar. Las clínicas estomatológicas cerraron sus puertas en marzo de 2020 (sin contar una breve apertura en algunos meses de recuperación) y pasaron a atender exclusivamente emergencias. De acuerdo con los especialistas, las partículas o aerosoles que se producen en la consulta y la cercanía de los estomatólogos con los pacientes aumenta la posibilidad de transmisión del virus.

Por eso, cuando por fin un amigo le respondió a Laura que conocía a una especialista, le escribió de inmediato.

La médica le contestó con amabilidad, buscó en su agenda y le dio cita para dos días después. Nunca se habló de tarifas, pero ella sabía que la consulta tenía un costo. No le importaba. La odontóloga le revisó exhaustivamente cada uno de sus dientes, le empastó la muela de la discordia y luego le hizo una limpieza. Al final, Laura, complacida, le dio 250 pesos. Estaba feliz, segura de que el trabajo realizado valía cada centavo. Supo también que, si en algún momento llegara a necesitar otros servicios, se saltaría todo el esquema de salud pública e iría de una a por un servicio de pago.

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El 10 de febrero, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) publicó la lista de las 124 actividades prohibidas dentro del sector cuentapropista en Cuba, aunque aún no publica la norma legal correspondiente. La sección Q del listado, emitida por el Consejo de Ministros, prohíbe la prestación privada de servicios de atención a la salud y la asistencia social.

Mucho antes de esta norma, los médicos y odontólogos de Cuba sabían que al realizar esta actividad de manera privada caían en terreno pantanoso, a riesgo incluso de no poder ejercer nunca más su carrera. Desde agosto de 1961, cuando se promulgó la Ley 959, el Ministerio de Salud Pública (Minsap) quedó como único rector de este tipo de actividades en la isla, incluyendo las unidades privadas y mutualistas. Algo que se mantuvo en la Ley 41 de Salud Pública, actualmente vigente.

La Constitución de la República, aprobada en 2019, también establece en su artículo 72 que la salud pública es un derecho de todas las personas y es responsabilidad del Estado garantizar el acceso, la gratuidad y la calidad de los servicios de atención, protección y recuperación. El Estado, para hacer efectivo este derecho, instituye un sistema de salud a todos los niveles accesible a la población y desarrolla programas de prevención y educación, en los que contribuyen la sociedad y las familias. La ley define el modo en que los servicios de salud se prestan.

Aunque la Carta Magna deja abierta la posibilidad a acceder a servicios de pago dentro del sistema de salud cubano, la gratuidad de todas las prestaciones ha sido una de las banderas del proceso revolucionario. Cuba presumía ser una potencia médica. Sin embargo, en el último lustro la calidad de la medicina ha decaído, por lo que cada vez más personas consideran necesaria la coexistencia de la atención pública y privada de la salud.

En un contexto de crisis económica y escasez de insumos médicos, el acceso a la salud, en especial a servicios que no son de urgencia, disminuye. Ante la necesidad de distribuir poco, debido a la alta demanda surgen «soluciones», como pagar por los servicios en el mercado negro, el desvío de recursos estatales o la petición de que se establezcan servicios de pago legales.

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Cuando Lucía Cabrera terminó su licenciatura en Comunicación Social empezó a percibir que no veía bien: todo se le tornaba borroso, no distinguía objetos ni personas a lo lejos, sufría constantes dolores de cabeza. Sospechó que podría deberse a tantas horas frente a los libros y la computadora. En el Instituto de Oftalmología Ramón Pando Ferrer, Lucía estuvo casi cinco horas de pie, frente a la puerta de la consulta, esperando la oportunidad de ser atendida. Como ella, otras cincuenta personas estaban apretujadas en ese pasillo, de no más de dos metros de ancho.

Ese día le detectaron miopía y le recomendaron el uso permanente de anteojos. La optometrista le explicó que en ese momento no podían hacerlos por falta de armaduras y cristales con su graduación. Lucía se fue con la prescripción médica a probar suerte en las ópticas estatales. Atlantic, 19 de Abril y Vedado, localizadas en el municipio Plaza de la Revolución, estaban desabastecidas. «No había nada. Te decían que fueras al próximo mes para ver si surtían, pero ibas al próximo mes y tampoco», cuenta Lucía. Solo en una, situada en la esquina de las calles Línea y 6, había cristales con su graduación, pero la armadura, horrible para su gusto, quedaba desajustada en su cara pequeña.

Las ópticas cubanas venden lentes de contacto, bifocales, progresivos, monofocales, galenos y accesorios por un precio que oscila entre los 10 y 50 pesos en moneda nacional (CUP). Además, realizan reparaciones. El plazo para la entrega de los productos es de un mes aproximadamente. Pero antes hay que pasar por un procedimiento libre de costo: el médico del área remite al paciente a un policlínico u hospital donde haya servicio de oftalmología; allí, se solicita turno con el especialista; después de la consulta, este emite una receta que permite acceder a las ópticas.

Desde hace años la prensa nacional se ha referido a este tema. En agosto de 2016, el periódico Juventud Rebelde identificó una serie de dificultades, entre las que destacaban la persistente escasez y mala calidad de las monturas, la poca diversidad de modelos, demoras en las entregas, deficiente equipamiento en los talleres y falta de personal.

«Esta situación, visible en algunas de las 46 ópticas habaneras, de las 207 existentes en la isla, no parece diferir mucho de las otras unidades no visitadas en la capital y del resto del país, según las quejas y opiniones recibidas en este diario», explicaba el texto. Santa Ibis Colás, directora de la Empresa Provincial de Servicios Ópticos y Auditivos de La Habana, declaró que a finales de 2015 contaban con más de 35 modelos de armaduras, pero que durante el primer semestre de 2016 comenzaron a afrontar limitaciones.

Los recursos que demanda este servicio son importados, en su mayoría procedentes de China, especificó Alejandro Álvarez Pérez, jefe de la Sección Independiente de Óptica del Minsap. Añadió que para ese año se había planificado la compra de más de un millón de armaduras, pero que hasta ese momento solo habían recibido 475.704 debido a afectaciones financieras en la contratación y demoras en los envíos pactados.

«Hacer la cola es por gusto porque nunca hay arreglo. De Pascuas a San Juan sacan un modelito bonito, el resto parece de los años 50. Cuando tienen una cosa falta la otra», dijo en 2018 un entrevistado por el semanario Victoria sobre la situación del municipio especial Isla de la Juventud.

Miguel Mario Cruz Sosa, director de la Unidad Básica Empresarial de Óptica Juventud, corroboró que la entrada de insumos, en especial de armaduras, desde noviembre de 2017 fue pésima y provocó el incumplimiento de los planes mensuales hasta junio de 2018, cuando la situación comenzó a estabilizarse. «Te esconden las armaduras para venderlas a mayor precio»; «hace tres meses me operé de cataratas y no he podido usar espejuelos»; «dijeron que estaban reparando la óptica, pero que si daba 500 CUP (20 dólares) me los hacían en cuatro o cinco días», son algunas denuncias de habaneros entrevistados por el medio independiente Cubanet en 2018.

Al semanario Tribuna de La Habana se remitió Acela Cabrera López en agosto de 2019. Su hija, con una graduación de +0,50 a casi un año de medirse la vista, corría el riesgo de perder la vigencia de la receta médica. «Vivimos justo al lado de la óptica, pero no hemos podido encontrar el producto completo: armaduras y cristales. Hemos ido a otras y la respuesta es la misma: regresar el mes que viene a ver si llegan».

«Necesito que me digan si mi futuro es quedarme ciego», escribió a Juventud Rebelde José Manuel Palacios Castillo desde Santiago de Cuba. Según su testimonio, divulgado el 25 de noviembre de 2020, cada año que pasa se le deteriora más la visión, pero desde 2018 no ha podido hacerse sus espejuelos debido a la falta de materiales.

A la denuncia respondió Elizabeth Oller Legrá, subdirectora general de Salud en esa provincia: «Se le explicó [a José Manuel] la tensa situación financiera de Cuba, que influye en el desabastecimiento de los servicios ópticos desde fines de 2019». No obstante, José Manuel recibió sus espejuelos el 11 de diciembre de 2020.

Si nada da resultado, es posible acceder a otras opciones. En el centro del boulevard de Obispo, uno de los sitios más turísticos y concurridos de La Habana, la óptica estatal Almendares ofrece consulta de optometría y contactología por 250 CUP. Muchos transeúntes se asoman a las vidrieras para contemplar la diversidad de espejuelos, gafas de sol, lentes de contacto. Pocos entran.

Después de dos minutos en la puerta, en espera de ser atendida, Lucía Cabrera se sentó en una silla muy cómoda, con forro aterciopelado y cojines suaves. Le preguntaron su problema, ella enseñó la orden médica y la doctora volvió a examinarla. Al constatar que estaba el cristal de su graduación, le dieron a escoger, entre muchas, sus monturas favoritas. En menos de dos horas Lucía tuvo sus espejuelos y 60 días de garantía.

Pagó 3.000 CUP (unos 125 dólares en un país donde el salario mínimo es de 87, al cambio oficial), más 625 CUP por graduar el cristal. La consulta le salió gratis por comprar la armadura y los cristales allí. «Entendí que era una inversión y una necesidad ir, que de lo contrario nunca hubiera resuelto».

***

A partir de la crisis económica que atravesó Cuba en la década del noventa, conocida como Período Especial, se tornó habitual que los pacientes «agradecieran» a los médicos con regalos: comida y productos de aseo, principalmente. Sin embargo, el contexto actual enfrenta, otra vez, problemas similares.

A principios de febrero, los medios de prensa oficiales alertaban que los servicios de estomatología eran una de las prestaciones de la salud pública más afectadas por el recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos a Cuba.

Según declaraciones de Isael Pérez Vázquez, director de la clínica estomatológica docente La Vigía en Camagüey, en 2020 la situación se tensó muchísimo producto del desabastecimiento. De 7.022 consultas que debían atender, solo se efectuaron 1.823 y 1.454 personas no pudieron ingresar para recibir tratamiento estomatológico. La carencia de productos como yeso blanco, yeso piedra y parafina limitó el servicio de la rehabilitación protésica, la cual reciben mayoritariamente los adultos mayores.

De acuerdo con Pérez Vázquez, en el último año solo entraron 6 kits con 3.000 cápsulas de amalgama, mientras que dos años antes recibieron 22, con 12.500 cápsulas. El especialista de segundo grado en estomatología general integral señala que la especialidad de ortodoncia es otra de las más afectadas. De un plan de 214 aparatologías fijas previstas para instalar en el año anterior, solo se pusieron 17, todas en niños y adolescentes.

Desde Matanzas, Clara Luz Alfonso Pacheco, jefa del Departamento Provincial de Estomatología, alertaba en una entrevista que casi no tienen guantes, fondos cavitarios para la resina, ionómero de vidrio, cemento de policarboxilato, entre otros insumos. La provincia cuenta con 29 servicios estomatológicos, incluyendo 7 clínicas.

La escasez de recursos no es nueva para Paloma*, estomatóloga habanera. De hecho, cuenta que hace unos años se ponían los brackets con la misma resina que usaban para obturar, porque la que realmente necesitaba casi siempre estaba en falta. Sin embargo, asegura que la situación actual es peor y que algunas clínicas han tenido que cerrar porque no tienen con qué trabajar. La lidocaína no se sustituye, por lo tanto, «con eso los estomatólogos no pueden inventar». Las clínicas, a veces, no tienen las condiciones ambientales idóneas para conservarlos y se deterioran. «Por ejemplo, en estomatología no hay refrigerador —explica—, y la resina debe estar guardada en frío. No en un congelador, sino en un ambiente refrigerado, un ambiente apropiado para darle durabilidad, darle el tiempo de cuidado. Pero no lo hay».

Más allá de la pandemia, Paloma afirma que la Facultad de Estomatología está cerrada porque no tiene lidocaína para hacer ortodoncias, entre otros productos. Ella, por ejemplo, se ha visto imposibilitada de hacer su trabajo como protesista porque no tiene alginato, el material que se usa para hacer las impresiones, ni acrílico, con el cual se confeccionan las prótesis.

Si bien un estomatólogo general gana 5.310 CUP y un médico residente aproximadamente 5.060 CUP (210 dólares) al mes, el salario no alcanza debido al encarecimiento de los servicios básicos y la dolarización de la economía. Realizar trabajos «por la izquierda» (en contra de la ley) es una de las opciones que han asumido los galenos.

Patricia Alemán, de 20 años, estudiante de Turismo en la Universidad de La Habana, cuenta que a través de una amiga contactó a una oftalmóloga por teléfono. Después de que le dijo quién la recomendaba, acordaron la fecha para la medición de la vista en el hospital donde trabaja la especialista.

«Después de la graduación, la doctora me propuso que me hiciera los espejuelos con ella», narra Patricia. «Me llevó a un cuartico del hospital. Sobre una mesa puso todos los modelos de armaduras y dijo el precio de cada uno. Escogí los de 1.000 CUP (40 dólares) porque se ajustaban bien a mi cara. Llamó a la semana y dijo que podía recogerlos en su consulta».

Patricia asegura que los espejuelos no son de óptima calidad, pero sí mejores que los que vende el Estado en las ópticas. «Aunque salió un poco caro, la atención que recibí fue muy buena. Además, salté todo el proceso que se debe hacer para llegar a la consulta y la espera para que aparezcan los cristales y las armaduras», concluye.

Cuba promueve el turismo de salud como fuente de ingresos para la menguada economía nacional. Servimed aparece como la opción más recomendada para acceder a los servicios médicos para residentes no permanentes en el país o turistas. El Instituto de Oftalmología Ramón Pando Ferrer también brinda este servicio. Según la información publicada en su sitio web, los pacientes que desconocen la afección visual que poseen deben ver a un especialista en consulta cuyo costo es de 1.440 CUP (60 dólares) y la atención por urgencia vale 720 CUP (30 dólares), entre otras prestaciones. En todos los casos, el precio es determinado por la empresa Cubanacán Turismo y Salud. Desde 1991 hasta la fecha, el centro ha atendido a 60.000 pacientes procedentes de más de 40 países.

De acuerdo con la página web Cuba Mundo Médico, sitio especializado en turismo médico, una consulta especializada de estomatología general integral con examen bucal, confección de historia clínica, diagnóstico y remisión a especialidades en caso de que sea necesario tiene un valor aproximado de 150 dólares. En otro sitio web, Cuba for Health, los precios oscilan entre 170 y 700 dólares en dependencia del tratamiento estomatológico que se realizará. Comparados con las tarifas paralelas al sistema de salud, estos precios son más bajos. Por ejemplo, un empaste podría costar 750 CUP (entre 30 y 60 dólares aproximadamente).

En la actualidad, Cuba ostenta indicadores similares a los de países desarrollados: el 74 % de los niños de cinco y seis años tiene todos sus dientes sanos; el índice de cariados, perdidos y obturados a los 12 años es 1,29; a la edad de 18 años, el 92 % de la población conserva todos sus dientes y el porcentaje de población sin afectación gingival ni periodontal es del 71,2 %.

Sin embargo, empastarse una muela, conseguir un nuevo par de espejuelos, hacerse una radiografía o un análisis o consulta especializada en estos tiempos puede volverse toda una odisea si no se tienen los «amigos» adecuados.

Los servicios estomatológicos y de optometría no son los únicos que de forma directa o indirecta reciben pagos en Cuba. A cambio de «regalos», algunos pacientes se benefician de servicios médicos, tratamientos, atención especializada o sencillamente se saltan largas listas de espera para acceder a un servicio de especialidad. El reclamo de la ciudadanía porque se permitan los pagos, aun cuando no puedan costearlos, es un intento de transparentar y poner reglas claras y medibles en el acceso al sistema de salud. Si el servicio, tal como está establecido, garantizara de forma gratuita iguales oportunidades para todas las personas con los recursos materiales y condiciones mínimas, este debate no sería necesario.

 

* El nombre de esta fuente fue cambiado, a solicitud de esta, para proteger su identidad.

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