Tiraderas: la música popular bailable en los noventa

Ilustración: Nelson Ponce.

Tiraderas: la música popular bailable en los noventa

18 / mayo / 2022

Con su auge timbero, los años noventa del siglo XX fueron testigos de una fuerte puja por el favor popular a través de diversas confrontaciones entre orquestas, incluso en el plano personal, entre algunos músicos, siendo los cantantes los protagonistas más frecuentes de estos episodios.

A comienzos de la década, Los Van Van era la agrupación número uno, indiscutiblemente reconocida por el público. Pero como en ocasiones anteriores y posteriores a ese período, tendría que disputar en el terreno su reinado con otras orquestas emergentes que, por momentos, llegaron a sobrepasar en popularidad a la tropa de Juan Formell.

Si en la década de los setenta La Ritmo Oriental le apretó las tuercas al «tren», y a finales de los ochenta La Revé y NG La Banda amenazaban con robarse el show, entrados los noventa emergió —con fuerza inusitada y un gran paquete de composiciones— el Dan Den de Juan Carlos Alfonso. El trienio de 1990-1992 atestiguó un encadenamiento ininterrumpido de hits que se reflejaría, a poco de fundarse esta agrupación, en una reñida y controvertida pugna por el Premio Girasol de Opina 1990 entre Los Van Van y Dan Den.

Es difícil que un compositor o director de orquesta admita abiertamente que un tema específico tenga el propósito de crítica, minimización o tiradera hacia otra agrupación. Sin embargo, «Esto está bueno», composición vanvanera de Cesar Pupy Pedroso, en su momento fue considerada por una parte del público un tema dirigido a los chicos de Dan Den. «No está malo, eso está bueno/ pero no es nuevo ni original», decía un fragmento de la letra cantada por Pedrito Calvo, como para sentar la diferencia entre popularidad y originalidad, marcada por la autoridad de quien llegó primero. Y, por si fuera poco, añadiendo el morbo de otros argumentos: «corazón, tienes mucho que aprender/ de esta forma sí que no puede ser/ tanto tiempo y no aprendiste/ te repetiste, qué situación/ si tú quieres yo te enseño/ pues sigo siendo quien te enseñó». 

El montuno de este tema vendría a señalar la filosofía y la estrategia formelliana en su larga carrera de fondo, para recordar que el asunto no es llegar sino mantenerse. «Eso está bien, eso está bueno, pero, ¿ahora cómo te mantienes?». 

A tono con las contestaciones que se pusieron de moda en épocas anteriores, los años noventa también presenciaron composiciones que, en algunas ocasiones, se interpretarían a modo de riposta; aunque recurrieran, tanto como las primeras, a la figura de la mujer como supuesta destinataria de un mensaje que los avisados percibían dirigido a otros sujetos. Al menos así se comprendió por algunos «No te enojes», de Juan Carlos Alfonso, como una suerte de respuesta a «Esto está bueno». 

«Si se trata de no tratarme, qué voy a hacer, vas a perder, no quiero maltratarte… Si imaginas que sin mirarme, yo pienso en ti, muero por ti, yo creo que fallaste; si te alejas de mi lado, en eso te quedaste, viviendo tu pasado». Si a la distancia de los años todo parece favorecer a Los Van Van, al calor de aquel momento el conflicto de visiones entre una agrupación establecida y otra emergente era un acontecimiento lógico, una contradicción típica de la dialéctica vital. Tampoco sería el único que protagonizaría Los Van Van. De momento, el líder de Dan Den intentaba resolverlo con un montuno sencillo a la usanza y un coro corto que decía: «No te enojes, compay». Para más adelante deslizar una guía a modo de aclaración: «yo no soy de alcurnia, no soy de abolengo, pero me mantengo con lo que tengo». 

Dan Den protagonizaría otro caso de rivalidad en «No me carezcas» en el que un coro acompañante de un solo de timbal le añadiría más picante al asunto que se suponía dirigido a la Orquesta Revé, colectivo que también había sido un punto de partida para Juan Carlos Alfonso y la nueva sonoridad que el pianista estaba intentando formular. 

A mediados de la década, el ascenso vertiginoso de Manolín, «El Médico de la Salsa» trajo aparejada una sucesión de tiraderas desencadenada por varias orquestas ante el éxito indiscutido de aquel, pero, sobre todo, por haberse autoconferido el título de «rey», como rezaba el coro de su composición «La bola»: «Y ahora soy el rey, si te gusta bien, y si no también». Si bien la rivalidad entre Paulo FG y Manolín se fue gestando poco a poco, la confrontación más conocida es una que quedó registrada como parte de una grabación en vivo en El Palacio de la Salsa y que ambos resolvieron en tono jocoso para beneficio mutuo. 

Adjudicarse por iniciativa propia «el reinado» de la música cubana en esos años no podía, sin embargo, dejar indiferentes a otros dos pesos pesados como NG La Banda y, una vez más, Los Van Van. Mario Rivera Mayito, el sonero por excelencia del tren de Formell, en «Soy todo», sentenciaba en una de sus inspiraciones: «mira, ha llegado la hora de que analices bien tu ley/ tú dices que eres el rey, enséñame la corona». Mientras, José Luis Cortés El Tosco, quien era considerado uno de los padres de cuanto estaba sucediendo en el ambiente timbero, se motivó entre tanta tiradera y, a tono con el sobreuso de «los coritos», se le ocurrió anexar a uno de sus temas: «yo no quiero lío, yo no estoy en na’, yo soy el juez», como quien se autopercibe por encima de los acontecimientos.

Para no quedarse dado y añadirle más leña al asunto, Manolín, en sintonía con el pulso que establecía Paulo FG, pero haciéndolo extensivo a todo el que quisiera darse por aludido, decidió añadir un coro en el cuerpo de «La bola» que no se registraría en discos: «me voy pero vuelvo pronto/ me voy y no quiero invento/ y cuando vuelva no quiero intriga/ guajacones, pa’ la orilla». El último verso supone un préstamo de uno de los temas de Arsenio Rodríguez, quien también había volcado en sus canciones más de una expresión de rivalidad. En otro momento, Manolín decidió acusar de pérdida de facultades creativas a sus contrincantes, allí donde él mismo parecía sentirse fuerte, al decir en un coro: «y se olvidaron de componer/ y comenzaron a decirme cosas/ ¡cayeron en la trampa!». 

Tampoco la Charanga Habanera de David Calzado permaneció indiferente a estos acontecimientos, y buscó por la misma vía una suerte de autorreafirmación al interpelar a un sujeto anónimo, que una parte del público llegó a interpretar se trataba de Manolín, recordándole que su goce, diversión y «zorreo» estaban dados porque permanecía en Cuba mientras «los negros» de la Charanga se habían adueñado del aeropuerto. Decía un parlamento de Mayito El Sombrilla: «Te estás aprovechando porque no fasteas/ no es fácil lo que se plantea:/ que La Charanga arriba del avión/ que La Charanga arriba de Cubana», era el coro principal de «El avión»; composición que David Calzado decidió no incluir en los fonogramas de esos años, pero que se ejecutaba en los directos.

Precisamente, la ruptura de los músicos de la banda (excepto Michel Maza) con David Calzado en 1998, que dio origen a la Charanga Forever, provocó un tema como «La Charanga soy yo». La disputa por la originalidad y autenticidad de cada proyecto mantuvo la confrontación por algunos años. A pocos meses de la escisión, en el coro de este tema, los chicos de la Forever decían: «Eso lo sabe La Habana, ¿o ya se te olvidó?/ la gente sigue gritando que La Charanga soy yo».

Pedro Leonel Polledo, trompetista devenido una suerte de animador/agitador desde la etapa anterior con Calzado, comenzaría a deslizar las acostumbradas pullas, que no son más que otro de los rostros de la rivalidad y la tiradera entre los músicos. «Te conocí con pantalones con quillas, y ahora tienes treinta mezclillas», decía Polledo, en tono conversacional mientras el coro cantaba: «Se te olvida, tú no te acuerdas, que cuando tú eras chiquitico, yo te daba cuerda». 

En fin, que la música popular bailable de la época registra múltiples casos de rivalidad directa y frontal entre cantantes de diferentes agrupaciones. Posiblemente Paulo FG haya sido durante esta década uno de los más retados y perseguidos. Todo parece indicar que su forma de enfrentar el canto, con un fraseo muy particular, junto a sus ademanes y apariencia de dandy, recién llegado a un entorno dominado por varios consagrados en otro tipo de escuela, le valió la increpación sostenida durante varios años.

El episodio que más ha trascendido al respecto es el de la descarga de improvisadores en el programa Mi Salsa junto a varios soneros establecidos, en el que prácticamente fue víctima de una encerrona. Sin embargo, al coincidir con presentaciones en vivo de otras agrupaciones en calidad de espectador, y aun antes de formar La Élite, Paulito solía ser requerido en directo ante el público, como ocurriera durante una presentación de Adalberto Álvarez y su Son en El Salón Rosado de La Tropical. Héctor Valentín —sonero de voz potente y uno de los mejores cantantes de su generación, a la sazón miembro de la línea frontal de esa agrupación— tuvo a bien extender desde el escenario uno de esos retos hacia Paulo; quien había sido identificado entre el público, tal como lo refiere Félix Santiago, excantante de Dan Den, testigo presencial del hecho y una fuente consultada para este trabajo.

De cualquier manera, Paulo FG, cuya carrera muestra uno de los crecimientos más felices, perseverantes y exitosos experimentados entre los cantantes de aquellos años, también evidenció las diferencias que por aquel entonces se dirimían en torno a las sonoridades establecidas y las de nuevo tipo que se venían gestando.

Muchas de estas rivalidades entre cantantes no quedaron recogidas en grabaciones y, con el tiempo, se atenuaron. Algunas han caído en el olvido y otras han ido desapareciendo, dando lugar a verdaderos lazos de amistad personal y vínculos profesionales. El proyecto del team Cuba fue espacio propicio para esos acercamientos. No obstante, más allá de los personalismos, todas las rivalidades, de una manera u otra, reflejan el pulso que en la década llegó a tener una música cubana de moda, exultante y que, aun con el paso del tiempo, parece luchar a brazo partido contra su propio estancamiento.

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****Este texto es resultado de una alianza editorial entre AMPM Magazine y elTOQUE.

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