Taller con niños de Los Pocitos, como parte del proyecto comunitario Akokán
Un proyecto “de corazón” en Los Pocitos
25 / diciembre / 2018
La raza negra. El sol. El polvo. El silencio. El reggaetón. Los templos de la sociedad Abakuá. Eso, y más, sobresale –a simple vista– en Los Pocitos, un asentamiento informal a orillas del río Quibú, donde habitan más de 4 mil personas. ¿Marginales? ¿Marginados? ¿Culpables? ¿Inocentes? Hay en cada casa, en cada retazo de casa, o en cada intento de casa armada en esa tierra que es de todos y no es de nadie, historias que no caben en certezas.
Si Michael Sánchez Torres hubiese pensado en los porqués, hoy no habría nada diferente en la comunidad, ubicada en el municipio capitalino de Marianao. Una sola mirada prejuiciosa a ese lugar, en el que no nació, en el que parece un outsider, lo hubiera hecho desistir de “hacer algo por la gente de Los Pocitos y por Los Pocitos”.
“Akokán, término que en la religión afrocubana significa De Corazón, surge de una experiencia de trabajo en la comunidad, como extensión universitaria. Yo comencé a traer a mis estudiantes del Colegio San Gerónimo de La Habana para que conocieran la historia de la barriada, las antigüedades, los elementos de valor patrimonial, entre otros aspectos. Pero el día a día, el aprendizaje, la convivencia, me demostró que hacía falta más, que no podíamos quedarnos en el plano académico y continuar enfocados en el pasado”, cuenta este profesor universitario y arqueólogo.
Michael Sánchez, promotor del proyecto comunitario Akokán
De ese entendimiento emergieron, “las primeras acciones comunitarias, en alianza con el Centro de Estudios Martianos. Ellos traían estudiantes internacionales, nosotros les hacíamos recorridos por el área y estos, de acuerdo con sus posibilidades, realizaban donaciones con las cuales arreglamos aceras, hicimos parques e, incluso, construimos una vivienda”. Pero estas eran gestiones aisladas; faltaba la sistematicidad y la concreción, que llegó hace un año cuando la Dirección Municipal de Cultura lo reconoció como Proyecto Comunitario.
Potenciar los espacios de participación, la conservación del patrimonio, la identidad cultural, la protección del entorno y capacitación a los comunitarios como agentes facilitadores de las transformaciones sociales, son algunos de los objetivos que se propone Akokán, “siempre desde el respeto hacia la individualidad y con los pequeños como protagonistas de las acciones”.
Talleres sobre plantas medicinales, narración oral, preparación de dulces tradicionales, clases de inglés para niños y adultos son algunas de las actividades promovidas, cada mes, por el proyecto. “Casi siempre tenemos una agenda bastante cargada, pero el programa varía, en dependencia de la disponibilidad de tiempo de los profesores, aunque, siempre hay personas que nos llaman, que se ofrecen para compartir lo que saben, y de esta forma se consolidan las iniciativas”.
La gratuidad es condición esencial para los Proyectos Comunitarios en Cuba. Sin embargo, los implementos para hacerlos funcionar —pizarras, lápices, crayolas, plumones, hojas— se adquieren en el mercado minorista. “Tenemos el reto de no cobrar nada, pero debemos subsistir de algo, pues las cosas no caen del cielo; hay que ser súper creativos para sostener lo que hemos logrado”, plantea Michael.
El Café Oddara —expresión que significa “Todo está bien”— es una de las soluciones que él, junto a su esposa Déborah Vásquez Tamayo, encontró para sostener el proyecto. “La idea fue crear un espacio no convencional, socialmente responsable, donde la experiencia gastronómica permitiera contribuir al financiamiento de Akokán. Los principales clientes son grupos de estudiantes y docentes, porque operamos por reservaciones para más de cuatro personas, acota Deborah, quien obtuvo con el Café, ubicado en la casa de ambos, en Los Pocitos, un premio de emprendimiento femenino.
No obstante esto, por sí solo, no es suficiente. “El mes pasado, por ejemplo —dice Michael— no tuvimos comensales en el Café”. Por ello, el profesor defiende la idea de que “la base de sostenibilidad del proyecto sea sobre aquello que podamos generar, apoyándonos en emprendimientos privados, pero también en las instituciones estatales, de tal forma que todos aportemos ingresos de manera solidaria para mejorar la comunidad”.
Esa filosofía de responsabilidades compartidas no solo va encaminada hacia lo económico. “Akokán es una plataforma para que la gente que quiera hacer cosas por el desarrollo de Los Pocitos, tenga las puertas abiertas en la barriada”; y agrega, “al principio costó trabajo que las personas se involucraran; sin embargo, poco a poco, han ido cambiando de actitud, es un proceso que requiere mucha paciencia, y cuyos resultados se verán a largo plazo”.
Aun así, ya hay vecinos motivados por el espíritu Akokán, que comienzan a desarrollar sus propias inventivas. Uno de ellos es Junior Lamas. Él, junto con otros padres, intenta, “ayudar a los pequeños más necesitados” y, a través de esfuerzos propios, les facilitan recursos materiales de los cuales carecen, explica, sentado en el Café Oddara, vestido con un overall azul de mecánico, manchado de grasa.
Pero, basta caminar por el barrio y mirar a los alrededores para comprender que no son pocos los niños (y adultos) que carecen de lo indispensable.
Deisy, como la mayoría de quienes la rodean, vive entre paredes de madera y techo de fibrocemento. Ella fue una de las vecinas que permitió que su vivienda formara parte de la iniciativa Adopta una casa en Los Pocitos. “Queremos pintar, con la autorización de todas las personas, 500 hogares; eso podría ayudar a dignificar y embellecer la comunidad, y de esta manera celebramos el aniversario de La Habana, en 2019”, explica Michael.
Aunque Akokán “cuenta con el acompañamiento y la colaboración de entidades estatales”, no ha recibido respaldo económico. Por otro lado, el espacio que les concedió la Dirección de Cultura para establecer la sede del proyecto, continúa sin poder repararse “porque carecemos de un documento legal que oficialice la decisión. De ahí la idea de emplear locales en desuso o desatendidos para nuestras actividades. El barrio entero es la sede del Proyecto”. Y, esa determinación ha permitido que hoy el consultorio, el estadio y algunas viviendas de Los Pocitos, tengan un sello De Corazón.
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