—Escríbeme por WhatsApp, Messenger está muy lento desde hace días. No me llegan los mensajes.

En la ciudad rusa Cheliábinsk, el matancero Denis Castanedo Galarraga apenas puede comunicarse conmigo por Messenger debido a las restricciones impuestas a este servicio por el Gobierno de Vladímir Putin. 

Denis me escribe solo horas antes de que el Servicio Federal de Supervisión de las Comunicaciones, Informática y Comunicaciones Masivas decida bloquear la plataforma de Mark Zuckerberg en Rusia como respuesta a «26 casos de discriminación contra los medios y recursos de información rusos».

Es viernes 4 de marzo, y en las calles de su ciudad nada llama especialmente su atención. Pero esta calma es solo apariencia.

Impacto de la invasión en Rusia  

Castanedo es licenciado en Química por la Universidad de La Habana. Hace cinco años decidió asentarse en Cheliábinsk, una urbe ubicada en la cuesta oriental de los Urales, a 1 879 kilómetros de Moscú.

—Si te soy sincero, aquí la vida sigue igual. Estamos muy lejos de la capital y de la frontera con Ucrania. De la invasión rusa, de la que estoy totalmente en contra, trato de mantenerme al margen. 

En el hogar, los criterios de su esposa y sus suegros rusos están divididos. Aunque Denis domina bien el idioma, aún hay detalles que no comprende. Su principal preocupación es su hijo de apenas cinco meses.

—También estoy pendiente de los efectos sobre la economía y el precio de las divisas. Antes de comenzar la invasión, por un dólar recibías 74 o 76 rublos. Cuando inició la guerra, hubo cierta inestabilidad y se elevó hasta los 85/90 rublos. En los últimos días, se ha mantenido en alrededor de 110. Escasez en mi ciudad hasta el momento no hay, aunque estamos preocupados por los efectos de las sanciones.

Las penalidades impuestas por las naciones occidentales se han extendido a todas las áreas en la economía rusa: finanzas, transporte, turismo, combustibles, viajes, cultura, deportes, etcétera. Las consecuencias de estas medidas son notables en una economía que se tambalea tras la fuerte embestida.   

Denis junto a su familia rusa. Foto: Cortesía del entrevistado.

Desde 2014, luego de la anexión de la península de Crimea, la Administración de Putin encontró un término eufemístico para referirse a las «sanciones». Los medios rusos prefieren hablar de una «nueva realidad económica». Pero esta vez el golpe es mucho más fuerte.

El rublo pierde valor; hay reportes de grandes colas frente a los cajeros automáticos; problemas para efectuar pagos con tarjetas y sistemas de pago digitales; riesgo de que comiencen a escasear electrodomésticos y otros productos como la ropa y el calzado importados. 

«Creo que todo empeorará», refiere Denis, quien intenta conservar algunos dólares de reserva. 

La vida más allá de la guerra

Denis trabaja en un restaurante de comida italiana junto a un colectivo bastante diverso. Comparte labores con rusos, uzbekos, kazajos y, por supuesto, italianos. También con Pavel Bieliv, un ucraniano de 31 años.

—Pavel es un chico muy inteligente que siempre está al tanto de las noticias. A través de él me entero de todo. Tiene doble ciudadanía, porque nació cerca de Kiev, pero ha vivido casi toda su vida en este campito que es Cheliábinsk. Con relación a la guerra, lo que más hace Pavel es insultar a Putin.

Algo que ha percibido el joven cubano en sus años en Rusia es el rechazo de muchos hacia el presidente del país.  

—Desde hace tiempo siento que Putin no tiene buena aceptación. Mucho antes de este conflicto, los rusos se quejan de que es muy benevolente con otros países, como Cuba o las naciones de África. Dicen que si ayudara más a los rusos todos estarían mejor.

—¿Sobre la guerra qué opinan? 

—En mi trabajo nadie está de acuerdo con la invasión. Por ahora, algunos callan y esperan a ver qué sucederá; otros critican. La gente se expresa, pero sí hay mucha censura.

Hay jóvenes rusos reclutados por el Servicio Militar para enviarlos a Ucrania. Las imágenes de bisoños combatientes capturados por las fuerzas de Volodímir Zelenski dan la vuelta al mundo, pero no llegan a Rusia. Denis no está muy seguro sobre nada de esto.

Su cuñado, con 19 años recién cumplidos, evitó el Servicio Militar Obligatorio gracias a un historial médico «arreglado» que alegaba una incapacidad de salud.

—En Rusia convocan para el Servicio Militar a todos los ciudadanos varones entre los 18 y 27 años. La duración es de 12 meses en todas sus ramas. 

«Si te mantienes estudiando, puedes librar; si demuestras que tienes una enfermedad crónica, aplicas un soborno o tienes un familiar que te ayude, también. Tatuados y personas homosexuales nunca son llamados a las fuerzas armadas. Son muy excluyentes».

—El Servicio Militar en Rusia es de un año solamente, pero a «rajatabla». No existen pases ni vacaciones; en 365 días nunca vas a tu casa.

Su cuñado es un exitoso tiktoker conocido como «timiiich». Tiene más de 600 mil seguidores y 24 millones de «me gusta» en esa red social. Su video más viral acumula más de 6 millones de reproducciones. En él, representa una Ucrania que desde 2014 es acosada y «manoseada», hasta que Rusia la ayuda a levantarse. Ambos países juntos, vestidos con playeras blancas como símbolo de paz, ahora tienen la fuerza necesaria para enfrentar a sus «enemigos».

Denis tiene una opinión distinta. Para él, Putin quiere retomar el antiguo poderío territorial de Rusia 

y los ucranianos intentarán resistir hasta las últimas consecuencias. 

«Putin dijo que el que intervenga en este conflicto sufrirá consecuencias nunca vistas en la historia, y él no va de farol. Él tiene el arma nuclear», concluyó.

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