Hace semanas se hizo viral en redes sociales una receta de sobrevivencia que presentaba el plato tradicional cubano «ropa vieja» con cáscara de plátano como sustituto de la carne de res, producto escaso en Cuba.
En el grupo de Facebook Recetas desde el Corazón, una madre cubana contó que la receta la conoció en una cola para el pan. Allí una señora, que vivió el Período Especial en tiempos de paz, explicó a una madre joven cómo hacer el plato con las cáscaras.
De regreso a su casa, la cubana compartió la receta y varias imágenes:
«Herví las cáscaras de plátano (…), les pasé un tenedor por la parte de adentro a todo lo largo creando surcos. Volví a pasar el tenedor entre estos surcos y la piel de la cáscara, sacando las fibras de proteína vegetal. Lo sofreí en una cazuela con aceite y le agregué puré de tomate, vino seco, sal al gusto y un poco de azúcar».
Tras la publicación, varios medios de prensa se hicieron eco del hecho y los lectores se dividieron entre insultos, burlas y defensa de la invención. Unos alegaban que las cáscaras son comida para cerdos, otros que es una inventiva alternativa y saludable conocida en la dieta vegana; los más arriesgados repitieron y compartieron los resultados de la receta.
Posteriormente la publicación fue borrada, pero las discusiones al respecto continúan polarizando la esfera digital cubana.
Las recetas y los traumas heredados del Período Especial
Cuando en 2019 el presidente Miguel Díaz-Canel declaró el comienzo de un período de coyuntura, los cubanos se remitieron al Período Especial. Su comienzo en la década de los noventa marcó años de precarización económica e inseguridad alimentaria en la isla.
Antes de la llegada de la pandemia era evidente la escasez de alimentos, huevos, harina y carne de cerdo; cuatro años después, la situación ha empeorado de forma paulatina. Sin dudas, el déficit del gas licuado y la búsqueda de combustibles alternos para la cocción, la dolarización de los mercados y la reducción drástica de productos de la canasta básica han sido elementos de alarma similares a los de los noventa.
Durante el Período Especial, la carencia de alimentos fue tan extrema que los cubanos buscaron alternativas insólitas para alimentarse. En consecuencia, se popularizaron recetas de «croquetas de verdolaga», «pizza de huevos revueltos», «bagazo de caña como fibra dietética», «flan de chícharos», «beefsteak de toronja», «picadillo de cáscara de plátano».
La reacción oficial ante la inventiva fue el halago, la recogida y la amplificación de estas técnicas por parte de la Comisión Nacional de Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), compiladas con orgullo en varios libros como Con nuestros propios esfuerzos. Algunas experiencias para enfrentar el Período Especial en tiempo de paz (1992). Al año siguiente saldría del aire el popular programa Cocina al minuto de Nitza Villapol, que se había mantenido con un elevado rating durante más de cuarenta años, dejando a los cubanos sin muchas alternativas para socializar sus recetas de supervivencia.
Los niños y jóvenes de esa etapa hoy son adultos y se enfrentan a la carestía generalizada en la isla. Ahora tienen nuevas herramientas como Internet y las redes sociales, pero cargan con los prejuicios y «traumas» construidos en tiempos de escasez.
Muchos cubanos rechazan productos que por su presencia continuada sirvieron de alimento hasta el hartazgo en los años noventa: los chícharos, la col hervida, el azúcar prieta; quizá por aquello del «prisma» (también conocido como «milordo»), el vaso de agua con azúcar que se tomaban los cubanos en la noche para palear el hambre.1 Otros productos racionados que se entregaron, como el Cerelac, ocupan desde entonces un espacio catártico en la memoria colectiva del país.
Glorificación de la necesidad como ejercicio de dominación
Hace treinta años, los CDR y las FAR glorificaron las recetas de supervivencia como un ejercicio que confirmaba «una vez más el espíritu de lucha, la capacidad de resistir, la valentía y la fe en la victoria del cubano» (…). «El talento y la inteligencia acumulados y desarrollados, unidos al espíritu de combatir en difíciles condiciones permiten enfrentar estas circunstancias e ir obteniendo resultados favorables».2
El discurso político posterior ha amplificado aquella glorificación de la resistencia ante la escasez, matizada con paradigmas nacionalistas y populistas. Algunas frases que han acompañado el mensaje oficial desde entonces son: «Menos combustible pero más solidaridad», «Nadie se rinde en un país sin miedo a la coyuntura», «acto de creación colectiva (…) dirigido por el liderazgo firme y creativo de Fidel Castro». También la instrumentalización de frases de José Martí, apóstol retomado en los noventa durante el giro nacionalista: «Nuestro vino es amargo, pero es nuestro vino», «Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y deshacen».
La capacidad de reinvención y supervivencia en condiciones hostiles define la humanidad. Pero de esta capacidad también se ha aprovechado el poder, especialmente cuando no ha sido capaz de garantizar servicios básicos.4
Cuando los Gobiernos piden a su población resistencia y creatividad ante crisis económicas, están dejando atrás sus responsabilidades estatales, están politizando en su beneficio los ejercicios de supervivencia de una sociedad vulnerable. A la larga, el desinterés estatal frena el desarrollo del país, limita la calidad de los servicios públicos y precariza aún más la vida de sus habitantes.5
Glorificar desde el poder los ejercicios de supervivencia de ciudadanos sin agencia ni recursos para alcanzar un autoabastecimiento sostenible no es un ejercicio político legítimo. Mucho menos si las precarias condiciones económicas en que sobreviven las personas han sido en buena parte generadas por el fallo de medidas administradas por ese mismo poder. La dependencia sistémica de Cuba de las importaciones de alimentos, por ejemplo, es actualmente comparable con tres grupos de países que integran el sistema alimentario mundial: (i) desiertos y ciudades-Estado con recursos agrícolas severamente limitados; (ii) sociedades en guerra civil, como Somalia, Siria y Yemen; o (iii) países de bajos ingresos con una larga historia de abandono rural y una economía nacional basada en las remesas o ayudas. En este último grupo se encuentran varios países del África subsahariana, aunque pocos presentan una tasa de dependencia de las importaciones de alimentos comparable al 80 % de Cuba.6
La crítica a la glorificación de la resiliencia no nos hace «odiadores» o «derrotistas», como también argumentan algunos sectores del discurso político. Nos ubica en el contexto de la realidad cubana y nos garantiza coherencia política.
Experimentar en la cocina por razones religiosas, médicas o éticas teniendo libertad de escoger nos hace ciudadanos más conscientes; experimentar por mera necesidad, para lograr poner un plato de comida sobre la mesa, nos hace vulnerables y desprotegidos. Duplicar una receta vegana sin comulgar con esta dieta, buscando sustituto a otro producto casi desaparecido, intentando simular su textura y sabor en medio de la inseguridad económica presente en la isla es valeroso y respetable para todos los que se sienten satisfechos de poder alimentar a sus hijos con platos más o menos nutritivos, más o menos inocuos, más o menos atractivos. Pero resignificar el acto de forma selectiva y condicionada, despojándolo de toda lectura contextual, es un ejercicio que no solamente perpetúa la desigualdad, sino que la legitima.
Food Monitor Program ha registrado ampliamente las condiciones de alimentación en personas en condiciones de vulnerabilidad, de madres que «inventan» para garantizar el «refuerzo» proteico para sus hijos en instituciones escolares donde no se garantiza una nutrición balanceada. En algunas de nuestras entrevistas destacan testimonios que contradicen el presupuesto de la resiliencia alimentaria como orgullo nacional. Muchas madres aducen que, al no poder comprar en tiendas en MLC por carecer de los medios, resuelven con «lo que caiga» y afirman que «hay que comer lo que hay, no lo que uno quiere». Además, existe una opinión generalizada de que la crisis actual supera en dificultades a la del Período Especial.
Recetas desde el Corazón, el grupo de Facebook con más de 200 000 miembros y centro de la polémica, surgió durante el período de reclusión debido a la pandemia de la COVID-19. Rápidamente se convirtió en una herramienta fundamental para las madres cubanas a la hora de gestionar y socializar recetas de supervivencia, formas diferentes de cocinar alimentos distribuidos como donativos que se desconocía su procedencia, o cómo «engañar» a los infantes con presentaciones seductoras de comidas rutinarias, entre otras formas de subvertir la precariedad que se evidenciaba.
El grupo ha servido como ejercicio de reunión y colaboración ejemplar por parte de sus miembros, pero que estos cubanos y sus respetables gestos se hayan sostenido (y precarizado) hasta hoy día no puede ser un motivo de regocijo o satisfacción, mucho menos de ridiculización o criminalización contra personas que sufren inseguridad alimentaria. Es más bien una muestra de los resultados fallidos de las políticas económicas del Gobierno cubano de los últimos cuatro años, una radiografía del contexto socioeconómico del país y una alerta de cómo ciertos abanderamientos políticos tienen doble filo.
1 Para algunas de estas anécdotas, revisar el compendio de Food Monitor Program ¿Cómo se come en Cuba?: Diálogos sobre seguridad alimentaria (2022), Editorial Hypermedia.
2 FAR. (1992). Prólogo. Con nuestros propios esfuerzos. Algunas experiencias para enfrentar el Período Especial en tiempo de paz. Editorial Verde Olivo.
3 https://www.presidencia.gob.cu/es/noticias/pensando-como-pais-sin-miedo-a-la-coyuntura/ http://www.cubadebate.cu/opinion/2019/10/03/cuba-en-su-coyuntura/
4 Acosta, E. (2020). Introducción. Crisis de cuidados, envejecimiento y políticas de bienestar en Cuba. Bogotá: Editorial Universidad Sergio Arboleda, 25-34.
https://eltoque.com/el-impacto-social-de-la-crisis-economica-en-cuba
5 Cretney, R. (2014). Resilience for whom? Emerging critical geographies of socio‐ecological resilience. Geography Compass, 8(9), 627-640.
Olsson, L., Jerneck, A., Thoren, H., Persson, J., & O’Byrne, D. (2015). Why resilience is unappealing to social science: Theoretical and empirical investigations of the scientific use of resilience. Science advances, 1(4), e1400217.
6 Cabrera, Y., Dimas Castellanos, M. C., Werlau, L. T., Henken, T. A et. al. (2023). Los mitos de la revolución cubana. Estancamiento y regresión de una utopía. Universidad Sergio Arboleda.
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