«Milagros cotidianos». Una iglesia alimenta a cientos de personas en Santiago de Cuba

Foto: cortesía de Rodhin A. Colomar
Cada sábado alterno ocurre un suceso extraordinario en la parroquia Santa María, de Santiago de Cuba. Allí, el sacerdote anglicano Rodhin A. Colomar ha tejido una red comunitaria que permite dar alimentos a cientos de cubanos. Casi siempre cocinan con leña o carbón en un caldero enorme donde se preparan los productos que aportan muchas manos anónimas. «Esto lo hacemos con el objetivo de servir», dice Rodhin a elTOQUE. La doble acepción de ese verbo es un guiño al milagro de proveer y aliviar en tiempos de crisis.
La iniciativa de los almuerzos comunitarios de la Misión Organizada San Pedro Apóstol en el reparto Flores, nació de la observación de una necesidad inmediata, asegura el líder episcopal. «Como iglesia, siempre estamos atentos a los signos de los tiempos para adaptar la acción pastoral y servir de un modo más concreto».
Uno de los primeros reportes es de noviembre de 2024. En ese momento, entre la parroquia y la misión, lograron entregar 441 almuerzos. Rodhin recuerda que al principio no tenía muy claro cómo sostener el proyecto. «No tenía certeza. Todo se dispuso y pretendimos alcanzar a la mayor cantidad de personas posibles. Hemos sido testigos de milagros cotidianos en este servicio». Dentro de la fe que lo mueve, el párroco agradeció la posibilidad de articular redes de apoyo que son esenciales para el proyecto.
«Es mucho ajetreo, mucho trabajo. Organizamos dos equipos que funcionan como uno solo. Todo comienza cuando algún donante envía un aporte. Después viene el movimiento desafiante del cambio de moneda. Un reto inmenso porque siempre se pierde y nunca alcanza lo suficiente», afirma el pastor y añade: «luego nuestro administrador, junto con su equipo, sale a comprar los insumos».
El sacerdote cuenta que sus colaboradores caminan durante varios días buscando los productos menos costosos y de mayor calidad. Improvisan, exploran, crean alternativas con el fin de que la comida pueda llegar del mejor modo posible a quienes la necesitan. Por eso Rodhin insiste en que no importa si el donativo es pequeño porque toda ayuda cubre una necesidad.
En las fotos y videos compartidos en su perfil de Facebook es posible ver el proceso: las largas filas de santiagueros que esperan con sus pozuelos en las manos; los feligreses y vecinos que preparan los alimentos; la bienvenida que siempre ofrece a los que llegan por primera vez.
El otro reto es cocinar sin gas ni corriente eléctrica. Al aire libre, en un fogón de leña o con carbón, preparan los alimentos para un centenar de personas: ancianos, niños, mujeres y enfermos que viven en situación de vulnerabilidad extrema. La colaboración de los voluntarios se expresa de muchos modos. «Algunos caminan por las calles y usualmente traen algún tronco de madera, un mueble roto, alguna rama seca y los usamos para hacer fuego».
En una de las imágenes que compartió en Facebook, Rodhin está rodeado por un grupo. En cada almuerzo reitera que el objetivo de la ayuda no es atraer devotos al templo religioso. «No es una labor proselitista», enfatiza el líder comunitario. «Que alguien venga o no es inspiración de Dios, no nuestra».

«Quienes no pueden acercarse por problemas de salud reciben la comida mediante algún amigo o familiar que viene a recoger los alimentos en una cantina. Así llegamos a ellos», cuenta Rodin. Por acciones como esa, el alcance del proyecto ha sido impresionante. Por ejemplo, el 22 de julio atendieron a 315 personas; el 27 de julio a 440 y el 3 de agosto fueron 376. En total, ya suman miles de raciones repartidas en 44 almuerzos durante los últimos meses.
Aun así, Rodhin no se siente satisfecho. «Realmente creo que es muy poco, no tenemos las condiciones ni los recursos para más. Es muy modesto nuestro aporte, pero lo hacemos de corazón. Me siento agradecido con Dios y con las personas que se quitan lo suyo para compartir con mucha gente».
El líder religioso recuerda: «mi mano izquierda no debe saber lo que hace mi mano derecha», y asegura que la intención de dar a conocer los almuerzos no es la vanagloria. «Queremos sensibilizar y sumar a otros. No se ama lo que no se conoce. Yo creo que en medio de tanto caos, tanta tiniebla, tanto mal, la luz debe mostrarse. Es un alivio saber que Dios no nos abandona. Y las manos de quienes ayudan a hacer el bien, son movidas por Dios».
El sacerdote desea que la iniciativa no se detenga. «Creo que debe ser ejemplo para que siga naciendo la bondad y la empatía», asegura Rodhin que ha sido conmovido y tocado por las historias de quienes se acercan a la misión. «Recuerdo la voz quebrada de un anciano diciendo que ese era el plato de comida esperado y que durante muchos días no se alimentaba. Ver cómo se iluminan los rostros de niños y ancianos es suficiente. No hay mayor recompensa».
Sin embargo, no puede asegurar que en los próximos meses todo será más fácil. «No puedo hablarte sobre el futuro. Siempre resulta incierto y en Cuba más. No sabemos qué pasará en unas horas. Menos puedo saber cómo será mañana. Me sostiene la fe y la cálida sensación de estar haciendo y haber hecho lo que estaba al alcance para ayudar a atenuar tanto dolor».

El recorrido de las últimas semanas ha sido duro. Hay amenazas que han intentado sembrar el miedo y la desconfianza contra lo que se hace desde la parroquia. Por esa razón, al amanecer del 27 de julio de 2025, el sacerdote lanzó una alerta en su muro de Facebook:
«Ayer en la noche, nuestra Misión Organizada San Pedro Apóstol, en el Reparto Flores, fue víctima de otro atentado con piedras. Rompieron los cristales de la puerta que da acceso por el lateral donde ofrecemos servicio de agua purificada para todo el reparto. También rompieron una hoja de la ventana fundida del frente y partieron el cartel que anuncia los encuentros terapéuticos de Alcohólicos Anónimos en la comunidad».
La publicación está acompañada por varias fotos en las que se ven los estragos de la violencia. Rodhin también dijo: «Mientras servimos, damos amor y ayuda a todos, así nos pagan». Unos días antes, compartió un mensaje similar: «Tiraron piedras con total impunidad, rompiendo otro cristal por un lateral de la Iglesia…, de tan grande la piedra y la fuerza que usaron, movieron el marco de la ventana sobre la puerta y rompieron la pared en una esquina», denunció Rodhin.
Es posible que en cada piedra lanzada vaya una tristeza, una frustración, un odio del que prefiere no hablar. «Todos nacimos para ser felices. Cuando no pasa así entonces debemos replantearnos las cosas, buscar la felicidad y tratar de que también llegue a aquellos que nos rodean. Eso es inherente al ser humano y no podemos renunciar a ello. Es tu deber. Nuestro deber como seres humanos es ser mejores y dar lo mejor».
Rodhin habla de «milagros cotidianos» y el mayor prodigio que ha visto recientemente es el de la solidaridad. «Estamos en un mundo interconectado. No somos si el otro no es junto a nosotros, así pienso». Para él, cada día, las redes comunitarias demuestran su valor y alcance.
Entre los colaboradores hay personas con intereses y experiencias muy distintas. «Algunos no comparten nuestra fe y otros profesan otras religiones, eso no nos preocupa. Todos los que aportan son movidos por la empatía de saber que su hermano está sufriendo. Eso basta para hacer el bien. Reconozco el valor de esa actitud en un mundo tan individualizado».
A pesar de todo lo que ha logrado con la misión, el sacerdote siente que queda mucho por trabajar en función de la comunidad. Su deseo es que los almuerzos sigan ofreciendo un poco de aliento en medio de la crisis. «Es poco, lo sé y no sé si se sostendrán (...), los intentos cuentan cuando se hacen con el alma. Lo mejor es que, al verlos, otros se animen y lo repliquen».
Comentarios
En este sitio moderamos los comentarios. Si quiere conocer más detalles, lea nuestra Política de Privacidad.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *