En agosto de 2023, el régimen autoritario de Daniel Ortega confiscó la Universidad Centroamericana (UCA) de Managua, expropió el inmueble en el que vivían los religiosos que laboraban en el centro docente y canceló la personalidad jurídica que le permitía a la Compañía de Jesús operar económicamente la institución. El acoso de la dictadura Ortega-Murillo sobre el centro jesuita inició en 2018, cuando los religiosos acompañaron a los estudiantes que participaron en las protestas antigubernamentales en mayo de ese año.
Las autoridades nicaragüenses iniciaron un largo proceso de aniquilamiento de las universidades privadas en general y de la UCA en particular. La primera fase de la persecución fue la retirada del 0.6 % del presupuesto estatal asignado constitucionalmente al centro jesuita.
El hostigamiento se debe entender dentro del ciclo de persecución religiosa contra la Iglesia católica en el país, que ha tenido como consecuencia inmediata la confiscación de colegios, conventos y centros asistenciales; la expulsión de órdenes religiosas del país; la congelación de las cuentas bancarias de varias diócesis; y el apresamiento de numerosos clérigos —entre ellos el obispo de Matagalpa monseñor Rolando Álvarez—.
La Compañía de Jesús fundó la Universidad Centroamericana el 23 de julio de 1960, en un contexto autoritario impuesto por el régimen de la familia Somoza. La apertura de la casa de altos estudios se enmarcó en el ciclo de fortalecimiento de la incidencia educativa que la Provincia Jesuítica Centroamericana impulsaba en la época, movida por los efectos del papado de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II. La orden fundó, además, otros dos centros de educación superior en la región, la Universidad «Rafael Landívar» (Guatemala, 1961) y la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» (Salvador, 1965).
Estos institutos jesuitas se convirtieron en epicentros del pensamiento humanista y de la promoción de los derechos humanos en la región. Las décadas siguientes estuvieron atravesadas por el ascenso de dictaduras militares y conflictos civiles. Las tres universidades jesuitas fueron objeto de señalamiento público por parte de los regímenes autoritarios, entre ellos el somocista en Nicaragua y el salvadoreño. El punto máximo de persecución fue el asesinato de la comunidad jesuita en la sede salvadoreña en 1989.
El guion cubano
La estrategia de la dictadura comunista nicaragüense no es nueva y tiene un antecedente inmediato en el proceso que desarrolló Fidel Castro contra la Universidad Católica de Tomás de Villanueva en Cuba, entre 1959 y 1961. La universidad cubana la fundaron los padres agustinos (procedentes de la provincia agustina Vilanova en Estados Unidos) el 15 de agosto de 1946. El centro formativo se convirtió en el principal referente de la educación privada en la isla.
Rectorada por los sacerdotes agustinos James M. Hurley y John Joseph Kelly, la universidad fue uno de los epicentros de la Acción Católica (organización laical católica que participó activamente en la lucha antibatistiana). A diferencia de otros centros de estudios católicos, la presencia del clero español en la institución era mínima, pues la fundación agustina en Cuba estuvo ligada a Vilanova, en donde había una amplia formación intelectual para la época en cuestión.
El régimen batistiano no clausuró la Universidad «Tomás de Villanueva» en 1956, a diferencia de otros espacios docentes. Asimismo, la actitud del rector, el padre Kelly, no fue acertada, pues si bien el estudiantado participó en la oposición política, el religioso no fue capaz de entender y apoyar las urgencias sociopolíticas del país.
El centro católico se convirtió en un espacio de disenso político luego del triunfo de la Revolución cubana y la posterior deriva autoritaria de su liderazgo político —que limitó la autonomía universitaria en los centros públicos e infiltró agentes de la Seguridad del Estado en la Federación de Estudiantes Universitarios—.
En junio de 1959, un consejo estudiantil exigió la renuncia del rector, el padre Kelly, hecho que se hizo efectivo días después. En sustitución fue nombrado el padre Eduardo Boza Masvidal, crítico de la dictadura batistiana y posterior obispo auxiliar de La Habana.
Paulatinamente, Villanueva se convirtió en un espacio para el disenso, lo cual, combinado con su calidad académica, molestaba a la dirigencia revolucionaria que cada día se acercaba más a la Unión Soviética. Lo anterior provocó el inicio de un ciclo de confrontación entre el episcopado cubano (liderado por el arzobispo primado Enrique Pérez Serantes) y el Gobierno. En medio del diferendo, se proyectó una estrategia publicitaria que señaló el centro docente de reaccionario y atrasado, además de que no comulgaba con el proceso revolucionario. La acusación simplificadora no tuvo en cuenta la presencia de numerosos estudiantes y egresados en la lucha antibatistiana y escondió el desagrado de los hermanos Castro hacia el espacio de disenso que constituía la Universidad.
Durante los festejos del primero de mayo 1961, Fidel Castro anunció la confiscación de la totalidad de los centros de enseñanza privada. La llegada de los interventores a las instalaciones universitarias quedó registrada en el testimonio del padre Alberto Medina (director de estudios).
«El 2 de mayo, de madrugada, a raíz de una declaración de Castro, fuimos cercados y quedamos prisioneros en el Rectorado. El día 5 llegaron enviados del Gobierno y nos dieron un plazo de una hora para abandonar la Universidad (…). En los registros a los que nos sometieron antes de salir se cometieron con nosotros, tanto como con las religiosas, vejaciones inconcebibles[1]».
Seis décadas después, se continúa repitiendo igual guion político y represivo. Según han documentado fuentes cercanas a la Compañía de Jesús en Nicaragua, el desalojo de los religiosos del convento de Villa Carmen ocurrió de modo abrupto y violento.
Al igual que en Cuba, con la UCA se empleó la estrategia de difamación y señalamiento público para generar temor entre la comunidad docente implicada en la vida de los centros educativos. Tanto Villanueva como UCA eran centros privados con comprobados estándares de calidad académica y con una proyección en favor de los derechos humanos; la formación que llevaban a cabo contribuía a la reflexión social de un sector político contrario al autoritarismo.
El otro elemento de similitud se basa en las acusaciones vertidas sobre ambas universidades, la subversión política. Aunque en el caso de los jesuitas de la UCA se añaden otros delitos en materia económica, financiamiento del terrorismo. Pero como bien señaló el padre general de la Compañía de Jesús, el padre Arturo Sosa, en una carta fechada 17 de agosto de 2023 y dirigida a la Provincia Centroamericana de la Orden: «Un juicio justo, con una justicia imparcial, sacaría a la luz la verdad de toda la trama que el Gobierno ha venido ejecutando, desde las protestas juveniles de 2018 contra la UCA, contra otras muchas obras de la Iglesia católica y contra miles de instituciones de la sociedad civil con el fin de asfixiarlas, cerrarlas o apropiárselas».
La similitud de los procesos contra los centros educativos católicos recuerda que si algo preocupa a las dictaduras son los espacios en los que se construyen el conocimiento y el tejido social. Lo que ha vivido la Universidad Centroamericana en el presente remite al pasado cubano y demuestra que los guiones de las dictaduras estalinistas contra la diversidad educativa siguen siendo iguales 60 años después.
[1] Uría, I. (2011). Iglesia y Revolución en Cuba. Enrique Pérez Serantes (1883-1968), el obispo que salvó a Fidel Castro. Editorial Encuentro, Madrid, p. 480.
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