Noel Nieto no pegó un ojo, atento a los tormentosos y largos brazos de Matthew. Es el primer huracán de gran intensidad que aparecerá en los registros meteorológicos en tocar Guantánamo. En su casa de La Habana, después de procurar que durmieran sus tres niños, volvía acompañado de su esposa a seguir al parte meteorológico.
No tiene familia directa en el otro extremo de la isla, pero sí cientos de hermanos. Hermanos de fe. A sus 32 años es el pastor más joven de la Liga Evangélica de Cuba (LEC), una de las denominaciones más extendidas por el archipiélago.
“La LEC tiene iglesia en el reparto El Turey, de Baracoa, la ciudad más afectada”, me cuenta y vuelve a sintonizar una estación que hace interferencia. “Se llevó el techo de la Iglesia. Los pastores estaban albergados”.
Ambos colegas de Noel trabajaban para el Ministerio de Salud Pública antes de salir de Moa, convertidos ya en los pastores de El Turey. Tienen dos hijos, hembra y varón de seis y cuatro años, respectivamente. La situación es delicada.
El celular de Noel y de otros directivos de la LEC consumió casi todo su saldo cuando la bestia de agua y viento ralentizó la marcha sobre aquel confín de Cuba. Tampoco faltó la comunicación con otros pastores en regiones del Oriente, por donde las iglesias evangélicas han plantado un profuso semillero.
“Desde que nos enteramos que vendría el huracán hemos dado aviso para estar orando a Dios. Nosotros creemos en el poder de la oración”, remarca Noel, que es parte de una genealogía mítica dentro de la comunidad evangélica nacional: los Nieto, que se remontan a más de medio siglo liderando distintas denominaciones.
“Pero, además, ya estamos organizando planes de ir este domingo. Pastores de las provincias de las Tunas y Holguín buscan tejas para comprar y llevar. Nosotros llevaremos dinero”, me comenta el primogénito de Alejandro Nieto, el reverendo cuya acción unificadora fue definitoria en la supervivencia de la Iglesia evangélica nacional durante los años de la crisis económica conocida como Período Especial.
“En esta ocasión, por la lejanía, no es conveniente ir tantas personas, porque lo que cuesta un transporte hasta allá es alto y eso puede usarse para ayudar a los dañados”, agrega Noel y revisa algunas prendas de su armario para separar. Será parte de los donativos que los miembros de la iglesia darán a los damnificados.
Este domingo algunas iglesias de La Habana van a recoger una ofrenda especial para ayudar a los necesitados. No es primera vez que las comunidades religiosas se movilizan para ayudar. En 2008, cuando Pinar del Río, en el otro extremo del país, sufrió similar destrucción, de la Liga Evangélica salió una guagua cargada de ayuda y comida.
“Para los más necesitados”, dice Noel, y la frase es como un manto bajo el que están creyentes y no creyentes, miembros o no de su denominación. “Cubanos todos”, remarca.
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