Los libros de arte siempre son grandes, brillantes, caros. Cuando me alcanzaba el dinero, nunca tuve el valor de gastarlo en ellos. ¡Con tantas premuras de la infravida! Quería escribir sobre las artistas.
Pertenecen al grupito de las escogidas que plasman emociones en el lienzo, la arcilla, el acrílico, el video. Las persigo, diserto sobre sus exposiciones, les ruego por unas palabras. Su secta es mucho más pequeña que la mía. Mi ejercicio de graduación en Periodismo consistía en un libro y partía de la envidia hacia ellas. Las majas se desnudan no solo era la compilación de entrevistas a 14 jóvenes artistas visuales cubanas, también fue un descubrimiento. Dicen que las tesis siempre lo son.
Ariamna Contino fue seleccionada por la revista Vanity Fair como “uno de los seis artistas cubanos que usted necesita conocer” y el New York Times ubicó su estudio como lugar de tránsito obligado para el turismo cultural. En el 2015 Diana Fonseca ganó el premio Art-Nexus, fue elegida la artista emergente del año en América Latina y su muestra pasó a integrar la Colección de Arte del banco EFG. Las obras de Mabel Poblet se encuentran en pinacotecas como la Brownstone Foundation de París y la Cisneros Fontanals en Estados Unidos; vende por todo el mundo y se comenta que ni el bolsillo de Antonio Banderas ha resistido a la seducción del arte de esta cienfueguera.
Ser joven y ostentar un trabajo reconocido es tener un gran poder de síntesis. Los méritos de mis entrevistadas sobrepasan el éxito de mercado o biografías escritas a salto de avión, pertenecen a la nueva constelación del arte cubano y son conscientes de la responsabilidad-y el glamour- que ello implica. Acudí a cada encuentro con la secreta esperanza de estrechar vínculos de amistad superficial que me permitieran sacar alguna confidencia. Muchas se insinuaban como interlocutoras difíciles.
Las artistas usualmente citaban en la comodidad de su casa o estudio, quizás en el céntrico patio de una institución cultural; algunas prefirieron que tomara el P1 hasta su última parada y caminara alrededor de un kilómetro acompañada del tenue sol de mediodía para charlar entre las cúpulas del ISA. El saldo jamás fue decepcionante: en ellas encontré riesgo, conflictividad, reflexión y ¿por qué no?, belleza.
Si comentaba a mis amigos economistas, abogados o ingenieros sobre los diálogos con artistas visuales; generalmente me respondían: “yo conozco a la actriz de una novela, te la puedo presentar”. Por error, en el Departamento de Periodismo de la Facultad habían ubicado mi investigación en la sección de audiovisuales, creyendo que se trataba de directoras de cine. Las certezas se desmoronaron. Más allá del mundillo, ¿se conoce en Cuba el concepto de artista visual? Cuando estoy de ánimo, lo aclaro. Son las que antes llamábamos plásticas: las pintoras, grabadoras, escultoras, las del performance, video, instalación.
Al parecer modernidad y postmodernidad han tendido una trampa a las Bellas Artes para llevarlas al quirófano y cambiar su apariencia. Desde que a principios del pasado siglo Marcel Duchamp revolucionara concepciones sedimentadas al otorgarle a un urinario volteado la categoría de obra de arte, las prácticas en este campo continuaron el creciente coqueteo con otras disciplinas que parecerían alejadas de lo que entendemos como tal.
Y en el afán de encontrar chicas raras con propuestas atractivas, me tropecé con Susana Pilar Delahanate quien, en nombre del arte, se inseminó el esperma de un muerto y quedó embarazada. ¿Sus objetivos? Además de criticar la doble moral de la sociedad, cuestionarse hasta qué punto hay una ruptura entre la vida y la muerte o, más bien, es solo el paso a un nuevo estado.
Otra de mis escogidas fue Grethell Rasúa, exótica por varias razones. Ha confeccionado bisutería con sangre, semen y pellejos. Ha utilizado pedazos de ratones y cucarachas en el decorado de vasijas para portar alimentos. Embelleció una vivienda con barniz fabricado de los propios excrementos de sus habitantes; y un Día de los Enamorados salió a vender viagra ilegalmente por las calles de La Habana.
¿Por qué esas y no otras? La decisión se sustentó en rigurosos métodos investigativos. Cubanas que, en su mayoría, no superan los 35 años y consuman, unas obvias y otras más sutiles, un arte de profundo cuestionamiento a la realidad social que las circunda. Mujeres que se niegan a la vieja tradición encomendada al “bello sexo”. Rehúsan seguir posando para ser pintadas. No quieren ser musas, sino artífices. Ya basta de quitarse las ropas para deleitar al veedor. Estas majas deciden desnudar sus miedos, sus ansias, sus porqués.
Quizás a estas alturas del post, ya nuestro lector/a habrá notado que consiste en una deliberada autopromoción… Si alguna vez el libro lograra insertarse en el sistema editorial, me gustaría que fuera leído como cuentos sobre talentosas jóvenes de la Cuba contemporánea o como el coqueteo de una periodista con el arte.
Tengo bastante de quijotizada, y debí embestir algún que otro molino: luchar por el tema, visitar galerías, ir en vano de una editorial a otra, parir las palabras. Los libros de arte siempre son grandes, brillantes, caros. El mío es un ejemplar de consumo alternativo, movido por el afán de desnudar majas.
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