La Resolución 111 de 2023 del Banco Central de Cuba, y las explicaciones dadas por su flamante presidente en el espacio televisivo “Mesa Redonda” demuestran el escaso entendimiento que se tiene sobre un concepto fundamental para la política monetaria en cualquier país: la demanda de dinero. Esta sencilla formulación sirve para mostrar los factores que influyen en la tenencia de dinero por parte de los agentes económicos e ilustra relaciones esenciales que deben considerarse para el manejo de la política monetaria.
La cantidad de dinero que demanda una economía depende de cuatro variables fundamentales:
1. El valor de las transacciones: Se asocia a la función del dinero como medio de pago. El dinero se usa para comprar y vender las mercancías y los servicios disponibles a un precio determinado. La demanda de dinero crece si hay un mayor volumen de transacciones (se puede aproximar por el crecimiento del PIB real) o si aumenta el precio de los bienes y servicios debido a la inflación.
2. La tasa de interés: Representa el costo de oportunidad de mantener el dinero en la forma de efectivo. Si sube la tasa de interés, ello se convierte en un incentivo a depositar los ahorros en los bancos y en un desincentivo para mantener efectivo.
3. Los costos de transacción y los desarrollos tecnológicos y sistemas de pago: La evolución de la tecnología financiera y los sistemas de pago influyen en la demanda de dinero, dado que reducen los costos para las transacciones financieras y hacen más fácil convertir los ahorros a efectivo. Por ejemplo, las tarjetas magnéticas, los pagos electrónicos y otros medios digitales tienden a reducir la necesidad del dinero físico.
4. La velocidad de circulación del dinero: Se refiere a la velocidad en que un período determinado el dinero rota de mano en mano. Esta variable recoge una multiplicidad de factores que influyen en la preferencia que tienen las personas y empresas por mantener más liquidez. Se relaciona con las expectativas sobre el futuro de la economía, la informalidad, la incertidumbre, etc. Es la variable más difícil de predecir y muchas veces cambia de forma errática, imprimiéndole inestabilidad a la demanda de dinero.
Poniendo en el contexto cubano actual estos cuatro factores, podemos comprender por qué la demanda de dinero ha crecido drásticamente. La cantidad de efectivo en circulación aumentó a un ritmo de 10% cada año desde 2000 a 2017; pero desde 2020 a 2022 aumentó a un ritmo anual del 86%.
La inflación galopante y la depreciación de la tasa de cambio informal acrecientan la necesidad de mayores volúmenes de dinero para pagar los bienes y servicios y comprar divisas. Si bien ha caído el PIB real y la cantidad de transacciones, sus precios se han multiplicado varias veces y se requiere más dinero.
Las tasas de interés nominales se han mantenido fijas, con lo cual, en términos reales, son tasas extremadamente negativas. Es decir, las personas pierden dinero por tenerlo en el banco, dado que su poder adquisitivo disminuye todos los días debido a la inflación. Los bancos no han compensado estas pérdidas de los ahorradores ajustando las tasas a la nueva realidad monetaria que vive el país.
Los costos de transacción para extraer efectivo de los bancos o por cajeros automáticos también promueven la demanda de dinero. Las enormes colas, los atrasos tecnológicos y la intermitencia de las telecomunicaciones representan una razón más para mantener el dinero fuera de los bancos.
La velocidad de circulación del dinero también explica el incremento de la demanda de efectivo. Calculada con el PIB nominal, la velocidad de circulación del efectivo bajó un 38% en los últimos cinco años comparado con el promedio que presentó de 2000 a 2017. Es muy clara la tendencia decreciente de la velocidad del efectivo desde 2012.
Esto refleja un cambio estructural en el sistema económico con la evolución del sector privado, pero también puede ser un indicativo del aumento de la informalidad y la incertidumbre. Este cambio se viene traduciendo en una mayor demanda de efectivo para que el peso cubano pueda cumplir las funciones de medio de pago y reserva de valor.
Una solución recesiva
En las explicaciones en el espacio televisivo mencionado no se distingue el uso de un concepto tan esencial como la demanda de dinero. La lógica financiera de la Resolución 111 se monta sobre el obsoleto modelo de ingresos y egresos de efectivo entre los bancos estatales y los hogares. El gráfico (sin números) y el análisis que se empleó en la “Mesa Redonda” para mostrar que el dinero estaba saliendo de los bancos y no regresaba, responde a la forma de evaluar la política monetaria en los años 80. No está a tono con las transformaciones estructurales que se han venido produciendo en la economía cubana.
Con la diversificación del empleo, el comercio, los mercados y las producciones y la mayor participación del sector privado, el modelo de ingresos y egresos de efectivo de los bancos no dice nada útil si no se consideran de forma simultánea las determinantes de la demanda de dinero. El efectivo no tiene que salir y regresar a los bancos. Existe una cambiante y autónoma demanda de dinero desde los hogares y el sector privado que no se puede desconocer.
Si el Banco Central quiere influir en la disminución de la demanda de dinero tendría, en primer lugar, que detener la inflación galopante. Para eso debe dejar de monetizar los excesivos déficits fiscales, lo cual requiere la implementación del anunciado programa de estabilización macroeconómica. Otra determinante de la demanda de dinero que pudiera cambiarse es las tasas de interés. Un incremento de las tasas de interés (al menos proporcional a la tasa de inflación) aumentaría el costo de oportunidad de mantener efectivo.
Pero no. Las preferencias siguen siendo las medidas administrativas, por mucho que digan y escriban en no sé cuántos documentos lo contrario.
El Gobierno cubano ha decidido aplicar una bancarización forzada y una digitalización acelerada del sistema de pagos en tan solo seis meses. Esperan que eso ocurra en un país con una de las infraestructuras de telecomunicaciones más atrasadas y con uno de los sistemas bancarios e instrumentos de pagos de menos desarrollo en la región, y con la sociedad más envejecida.
No solo parecen obviar que los avances en bancarización y digitalización requieren años o décadas, sino además que la confianza es un elemento fundamental en estas aspiraciones. No hace mucho (2021) las familias vieron cómo se evaporaba el 80% del valor de sus cuentas bancarias como resultado del “ordenamiento monetario”.
Hoy en día casi ningún banco central persigue unas metas específicas sobre la cantidad de dinero en circulación. Esta fue una práctica extendida en décadas anteriores, pero que fracasó debido a la inestabilidad en la demanda de dinero y a lo difícil que resulta predecir cuál es el nivel “optimo” de dinero que requiere una economía.
Los bancos centrales transitaron a estrategias que se enfocan en la tasa de inflación, las tasas de interés y la diversidad de mecanismos monetarios de transmisión. La demanda de dinero ha quedado como una variable endógena a la situación económica y financiera en cada momento. Los bancos centrales le ofrecen a la economía todo el dinero que demanda. Si no lo hacen, saben que las consecuencias pueden ser muy recesivas.
El dinero es como el aceite que mueve el motor de la economía. Si no se le suministra el aceite que requiere, se funde. Y lo peor es que no tenemos una vara con una medida exacta de la cantidad que requiere la economía, cambia constantemente y por diversos factores.
Es altamente recesiva la bancarización y digitalización acelerada que propone el Banco Central de Cuba, pretendiendo conocer cuánto dinero necesita la economía o debe regresar a los bancos, desconociendo los determinantes de la demanda de dinero y obviando el contexto en que está funcionando el sector privado y los hogares.
Muestra mayores carencias en el entendimiento del funcionamiento de la política monetaria añadir a las explicaciones que la reducción forzada del efectivo en circulación va a servir para detener la inflación y contener la economía informal.
Desde los años 90 el Gobierno cubano no ha podido proveer una moneda nacional convertible y con un tipo de cambio único y adecuado a la realidad económica y financiera del país. La economía ha tenido que malfuncionar con dolarización parcial, dualidades monetarias, tipos de cambio múltiples, sobrevaloración de la tasa oficial y controles cambiarios.
A este coctel de distorsiones monetarias se añade ahora la incapacidad primero, y la negativa después, de ofrecer el efectivo que demanda la economía.
Este texto fue publicado originalmente en Horizonte Cubano, un sitio web de Cuba Capacity Building Project que desarrolla la Facultad de Derecho de la Universidad de Columbia, Estados Unidos.
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