Entre alegrías y decepciones, este joven abogado ha aprendido que cuando se trabaja con personas, “2+2 nunca es igual a 4”. La idea de ganar o perder “casos” se concreta en su día a día, en La Habana Vieja, donde vive con su esposa y sus dos hijos.
Llevar adelante el proyecto BarrioHabana, es la forma que escogió Pavel García para ayudar a cambiar su realidad, muchas veces marginal. Desde pequeño, me cuenta, le gustaba organizar eventos, unir a la gente: “Me satisface ver cómo los seres humanos pueden confluir en encuentros, competencias; trascender sus rivalidades y convertirse en un equipo”.
Por eso BarrioHabana, un proyecto que quiere desviar de conductas peligrosas a jóvenes y adolescentes, comenzó en La Habana Vieja con la práctica del fútbol sala. Allí Pavel vio que a los muchachos les fascinaba este deporte y pensó que podía ser una posibilidad para mostrarles otras visiones de la vida. Al principio tenía miedo de cómo le iría, pero luego fue conociéndolos y entendiendo sus contextos. Trató de ir “más allá del terreno y descubrir sus expectativas”.
Tocando a las puertas de instituciones gubernamentales en el municipio y de otros muchos amigos, el abogado organiza desde hace varios años eventos deportivos y culturales para incentivar en los jóvenes el amor por su comunidad. Los premios a los ganadores, me explica, “no son objetos materiales sino visitas a museos del territorio, a lugares que pueden ser interesantes y les son desconocidos”.
“No creemos que somos su familia, sino una especie de apoyo, ese ejemplo que les puede trasladar la idea de otro futuro o simplemente la noción de alguien que vive en su mismo ambiente y no actúa de la misma forma”.
En ese intento ha tenido muchas satisfacciones pero también ha sufrido la caída en la cárcel de un muchacho que pensaba había cambiado su manera de pensar o ha tenido que sobreponerse a la traición de alguno en quien había depositado su confianza.
Aunque intenta transmitirles hábitos positivos, está consciente de que no obra milagros: “Sus entornos son muy fuertes. Su día a día se compone de 24 horas y estamos con ellos de tres a cinco”.
Además de trabajar con los adolescentes y jóvenes, BarrioHabana realiza encuentros entre abuelos y niños de la comunidad, torneos de artes plásticas, competencias para armar rompecabezas, ferias de reciclaje… “Analizamos las necesidades de quienes nos rodean y vemos cómo podemos actuar”: así resume Pavel lo que hacen y siempre habla en plural pues como afirma es un proyecto familiar.
“Las ideas nacen en la casa y se llevan al barrio”, confirma.
Lo de los rompecabezas, por ejemplo, surgió a partir de la búsqueda de actividades que mantuvieran a su hijo Fabio entretenido, mientras enfrenta el Síndrome de Perthes. “Teníamos tantos en la casa que decidimos ver si este juego podía ser atractivo para otros”. Así ha pasado con la pintura, el ajedrez.
Asegura que solo interconecta los mecanismos oficiales que ya existen y los pone en función de un área específica: su localidad. Yo agregaría que el hecho de hacerlo voluntariamente, le confiere singularidad a esta experiencia.
Pavel no niega que algunas veces él y su esposa Sandra han pensado mudarse hacia otra parte de la ciudad, para que sus hijos crezcan en un entorno más dócil; pero terminan sacando la misma conclusión: “BarrioHabana ya forma parte de nosotros y no queremos abandonarlo”.
Tienen la confianza de que otras familias se irán contagiando con sus ideas y que cada vez más las instituciones que les rodean irán entendiendo que no son enemigos, ni personas que solapan su trabajo, sino “ciudadanos que quieren ayudar para que el barrio sea un mejor lugar donde vivir”.
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