Si algo los caracterizó desde el principio, fue el afán de acercar a personas que no suelen asistir al teatro. Y vaya si lo han logrado. Con Rascacielos como punto de partida en 2015, Jazz Vilá Projects ha puesto en escena un éxito tras otro.
Farándula, su última obra, ha estado sobre las tablas desde marzo y aún sigue llenando las salas. Ya suman más de 15 000 espectadores, 9 000 de ellos en la sala Llauradó, donde rompieron récord de taquilla. Cuando termine agosto, habrán superado las 100 funciones en un espacio de 5 meses. Números brutales para el teatro cubano.
¿A qué se debe tanto éxito? Ciertamente la obra tiene un atractivo particular, más allá de las críticas —acertadas o no— que la señalan como frívola y comercial en exceso. Su artífice Jazz Vilá, sin relegar el plano artístico, prioriza la masividad y el disfrute de la audiencia. Propone un teatro más abierto, rentable y divertido, que sea descifrable por un mayor número de personas. Y a partir de allí abordar la cotidianidad.
“Se dice que Shakespeare es universal, y es cierto, pero es que Shakespeare le habló a la Inglaterra de su tiempo, y allí estuvo su éxito. Yo pienso que el teatro cubano debe abrirse, y volverse más entretenido. El transporte está muy malo, se pasa mucho trabajo para llegar a las salas para que tú pongas una obra que dice mucho para ti pero poco para el público. El teatro es para los espectadores, y los creadores en Cuba se están olvidando de eso”, dice Jazz.
Quizás buscando marcar pautas, desde su quehacer propone fórmulas que renuevan el teatro cubano. Según dice, debemos importar menos y enfocarnos más en lo propio, en lo que al arte de las tablas se refiere. Afirma que Cuba tiene una tradición brutal en exportar cultura, y el teatro no puede ser la excepción. “Debemos exportar pero siempre desde nuestra idiosincrasia, y a partir de ella ser más universales. Tenemos que lograr universalidad desde la cubanía.”
Además, en sintonía con su estilo, la compañía puso en marcha una campaña promocional cuidadosamente diseñada. Y junto al amparo del Consejo de las Artes Escénicas y el Ministerio de Cultura, se hizo de una serie de patrocinadores —muchos de ellos privados— que garantizan la óptima calidad del proyecto a cambio de publicidad.
No son los primeros en proceder de esta manera, pero si los únicos que lo han hecho de forma exitosa. Toda una estrategia de marketing más la creatividad en la promoción marcaron la diferencia.
A los típicos anuncios en el exterior de los teatros se sumaron otros en sitios claves de la capital, de alta factura, muy visibles y sugerentes; uno de los cuales mostraba besándose a parejas del mismo sexo. Previo al estreno de Farándula, tuvieron una abundante presencia en los medios, y desde ellos supieron provocar la expectación entre el público.
También se anunciaron por las calles de La Habana en una caravana de bicicletas.Y la interpretación del tema musical de la obra, compuesto por Osmani Espinosa, se la confiaron al popular reguetonero Alex Duval. Todo esto supuso un guiño para aquellos que no pensaban pisar un teatro en su vida.
“Yo no estoy haciendo nada nuevo, simplemente reinterpreto una fórmula ya existente que en el teatro cubano no se aplica, o no se hace con elegancia”.
Según declara, la publicidad como alternativa de financiamiento no lo condiciona a la hora de crear. “En ese sentido soy muy libre, porque hago lo que debo hacer desde el punto de vista artístico para lograr mi mayor objetivo, que es promocionar el teatro cubano dentro y fuera de Cuba.”
Lo que si le traza claros márgenes a su creación son las directrices oficiales; pero eso no le resulta inconveniente, pues se dice comprometido con la política cultural del país.
Si bien a la hora de realizar una obra, el mayor flujo de fondos proviene de patrocinadores privados, Jazz otorga igual importancia a las instituciones culturales y a ambos los califica de complementarios. Valora de forma positiva que el Estado les pague un salario mensual, estén o no presentando obras, además de cederle los espacios para las funciones. Define su proyecto como “un eslabón entre esos presupuestos estatales y particulares que buscan apoyar al teatro”.
“Se trata de una fusión indivisible, porque quien otorga la estabilidad y la permanencia es el Estado, pero quienes dan el impulso para que pueda quedar con la calidad final son los particulares. Yo podría seguir haciendo mi obra sin este patrocinio, pero la visualidad, la producción, serían precarias. Es un equilibrio total, posible y necesario”.
Con vistas a presentarse en el extranjero y en expansión hacia otras manifestaciones artísticas, especialmente al audiovisual, la compañía mantiene un ritmo trepidante, a pesar de que más de un entendido cuestione su línea de trabajo.
Jazz Vilá Projects, como fenómeno teatral, ha traído salas abarrotadas, obras rentables como nunca, y el teatro como espectáculo masivo.
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