cámara de vigilancia carros Cuba

Captura del video de la cámara de vigilancia de la embajada cubana en Estados Unidos. Momento cuando es lanzado el segundo cóctel molotov.

Embajada cubana en Washington: teorías tras el lanzamiento de cócteles molotov

27 / septiembre / 2023

Según informes del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, en la noche del 24 de septiembre de 2023 una persona lanzó dos cócteles molotov contra la Embajada cubana en Washington D. C. Dos días después (26 de septiembre de 2023), el canciller cubano publicó desde su perfil de X el video del incidente que fue captado por las cámaras de seguridad de la sede diplomática. 

El hecho y el anuncio de las autoridades cubanas desencadenó un amplio debate entre cientos de internautas sobre la autoría, las posibles motivaciones y la probable implicación de las autoridades de la isla en lo que muchos consideraron un «burdo montaje».

El incidente coincidió con la partida de Miguel Díaz-Canel de Estados Unidos, luego de su participación en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Las autoridades cubanas habían utilizado la visita del primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba como parte de su estrategia de propaganda internacional para demostrar el apoyo que todavía pueden generar en el corazón de su enemigo histórico (a pesar de las agresiones y manipulaciones de «anticubanos» y de los medios de comunicación que impulsan una campaña de descrédito contra Cuba). 

El hecho de que el incidente se inserte en el marco de la campaña propagandística alrededor de la visita de Canel a Washington ha llevado a algunas personas a cuestionar si el ataque a la Embajada podría ser un montaje de los servicios de inteligencia cubanos para consolidar la imagen de Cuba como víctima de agresiones constantes, calificadas de «actos terroristas» por las autoridades de la isla. 

El lanzamiento de botellas incendiarias contra la Embajada cubana parece ser un hecho irrefutable. Sin embargo, muchos internautas han señalado varios elementos que en teoría demuestran la falsedad del atentado. Por ejemplo, que las mechas de los cócteles eran de papel en lugar de tela y que los daños a la instalación fueron mínimos.

Pero en buena lid, ni el hecho de que las mechas fueran de papel ni el de que las botellas incendiarias no afectaran la instalación demuestran indubitadamente la ocurrencia de un autoatentado. Lo que demuestra de forma indubitada las dudas razonables es que quien llevó a cabo la operación o bien no tenía mucha idea de lo que hacía o bien lo sabía y no tenía intención real de causar daño. 

Al mismo tiempo que las pruebas hasta hoy ofrecidas no demuestran la responsabilidad directa del régimen cubano con el lanzamiento de cócteles molotov contra su Embajada, tampoco exime de forma incontestable a los cuerpos de seguridad del archipiélago. 

La inteligencia a menudo opera en las sombras y la falta de pruebas concretas contribuye a que muchos sospechen que la agresión no sea más que un montaje. En el caso del Gobierno cubano y sus cuerpos de seguridad, la sospecha no sería infundada. El régimen de La Habana ha sido capaz de torcer y recrear hechos en cualquier lugar del mundo para que encajen en su retórica propagandística.

Más allá de lo que han señalado algunos medios de prensa y actores de la sociedad civil cubana, la mayor reacción en las redes sociales de la opinión pública en relación con el suceso no ha estado marcada por el apoyo a la violencia y al terrorismo, sino por la duda. Una duda que se ha argumentado al alegar que el lanzamiento de los cócteles contra la Embajada cubana le vino como anillo al dedo a los aparatos de propaganda de la isla, en tanto ha servido para sostener la idea de que quienes protestaron contra la visita de Díaz-Canel a Nueva York, los días antes del suceso, son «anticubanos violentos y odiadores».

El discurso no es nuevo y los voceros de la clase política cubana lo han empleado con anterioridad en situaciones similares; sobre todo cuando estaban más necesitados que nunca de transformar la imagen de victimarios que exportaban al mundo con la represión. 

En julio de 2021, la Embajada de Cuba en París también fue objeto de un incidente con cócteles molotov. El suceso ocurrió poco después de las protestas del 11J en Cuba, durante las cuales el Gobierno cubano acusó a Estados Unidos de instigar las manifestaciones y de promover la narrativa de que Cuba experimentaba un estallido social.

El lanzamiento de cócteles molotov contra la Embajada cubana en París se produjo en el contexto de la disputa sobre la espontaneidad del 11J y las acusaciones del régimen cubano. En ese marco, Bruno Rodríguez Parrilla utilizó el lanzamiento de los cócteles contra la Embajada en Francia para justificar la etiqueta de «violentos» y «terroristas» que colocaron a quienes se opusieron al Gobierno de La Habana y quienes, de acuerdo con su criterio, actuaban motivados por la incitación al odio contra Cuba que se promovía desde Estados Unidos. 

Cuando el canciller cubano dio a conocer la noticia, acusó a «grupos anticubanos» de estar detrás del ataque, mencionó su impunidad y exigió acciones de las autoridades estadounidenses. Comentarios como los anteriores están dirigidos a hacer creer a sus interlocutores que el Gobierno estadounidense permite que en su territorio ataquen embajadas de países con los cuales mantiene relaciones «anormales».

Sin embargo, el comentario en sí mismo es manipulador. No se trata del primer ataque que la Embajada cubana en Washington ha enfrentado y tampoco el primero al que las autoridades estadounidenses han dado respuesta inmediata. Ambos elementos son obviados.

En mayo de 2020, el cubanoamericano Alexander Alazo disparó 32 veces, aproximadamente, contra la Embajada cubana con un fusil AK-47. Alazo fue arrestado y está en prisión desde entonces. Enfrenta un dilatado proceso judicial en el que, entre otras cuestiones, se discute si está capacitado mentalmente para asumir las consecuencias de sus actos.

Pero más allá de la manipulación y de las dudas sobre si se trata o no de un acto autoinfligido, sería bueno dejar claro un asunto.

El ataque a una embajada —de ser real— es condenable y punible tanto a nivel nacional como internacional. La Convención de Viena de 1961 y la Convención sobre la Prevención y el Castigo de Delitos contra Personas Internacionalmente Protegidas de 1973 reconocen la inviolabilidad de las sedes diplomáticas y el personal diplomático acreditado.

Con independencia de las opiniones sobre el régimen cubano, es esencial recordar que actos de violencia contra diplomáticos y embajadas no tienen cabida en la comunidad internacional. Si bien millones de cubanos cuestionan la legitimidad del Estado de La Habana, la comunidad internacional ha optado por reconocerlo como un Gobierno legítimo y ha permitido que Cuba tenga embajadas —oficialmente reconocidas— en numerosos países del orbe.

Embajadas que, a pesar de que sirven de centros de inteligencia y contrainteligencia y de focos de esparcimiento de la propaganda generada desde La Habana, desde el momento en que los Estados receptores las consideran sedes diplomáticas, están protegidas con todas las garantías que la normativa interna de los países y el derecho internacional les confiere.

La mayoría de la oposición cubana no ha trabajado para promover que las personas lancen cócteles molotov contra las Embajadas cubanas por el mundo. Un sector no despreciable de la oposición política y de la sociedad civil, sobre todo la que vive fuera de la isla, sí ha trabajado para que la comunidad internacional no le reconozca legitimidad al régimen de La Habana y, en consecuencia, se reduzca su presencia e influencia en el planeta. 

Las posibilidades de reivindicación del Gobierno de La Habana son tan pobres y sus capacidades de emprender cualquier acto en su favor han sido tan evidenciadas que no es de locos suponerlos capaces de lanzar tres o cuatro cócteles molotov inofensivos contra instalaciones controladas por ellos. Todo con tal de opacar la imagen de régimen victimario y violento y exportar la idea de régimen agredido y violentado que necesita defenderse.


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