#MiraSiMeErizo es el más reciente challenge de las redes sociales cubanas. Su origen está vinculado con las declaraciones de algunos habitantes de Río Cauto tras la visita de Miguel Díaz-Canel a esa localidad en enero de 2024.
El verbo «erizar» significa «levantar, poner rígido algo, especialmente el pelo» y se asocia con situaciones de emoción intensa o frío. También se emplea para describir acontecimientos que provocan una reacción intensa o estremecedora.
El acto de erizarse frente a las cámaras en la televisión cubana no es novedoso y ha sido un elemento narrativo fundamental de la propaganda en Cuba. Una de las personas que protagonizó las declaraciones en Río Cauto afirmó que su erizamiento sucedió cuando, al ver a Díaz-Canel, recordó al «Dios Fidel». ¿Quién no se erizaría ante semejante recuerdo?
El uso del esoterismo político y del erizamiento que este provoca ha sido parte indisoluble de la forma totalitaria de hacer política en Cuba. Implica endiosar a los funcionarios y evitar que la gente pueda emocionarse públicamente con quien represente una oposición al castrismo que hoy Díaz-Canel encarna.
Lo anterior es imprescindible para un sistema que no puede demostrar su legitimidad a través de mecanismos democráticos comunes en otros lugares y que necesita mostrar que, al menos, conserva la capacidad de mover «emociones».
Pero la cuestión crucial no radica en si la gente se eriza ante una figura descafeinada como Díaz-Canel —quien, además, llegó a donde está no por voluntad de la ciudadanía, sino porque así lo decidió un puñado de nonagenarios que todavía tienen que acompañarlo para mostrarle apoyo—. Cada individuo tiene derecho a erizarse con lo que entienda. El conflicto en Cuba descansa en la autenticidad de las reacciones y en las causas reales que las provocan.
Pocas situaciones generan mayores autocensuras y actuaciones insinceras en los cubanos que enfrentarse a una cámara y a un micrófono. La memoria popular está marcada por varios «clásicos» que así lo demuestran. Quizá uno de los más ilustrativos es el de la madre contradicha por su hija que niega asistir a la iglesia mientras afirma que es revolucionaria en un momento en que la Revolución y la religión eran incompatibles.
No creo que haya mucha gente en Cuba que se erice al ver a Díaz-Canel. A diferencia de Fidel Castro, Díaz-Canel es una construcción del régimen. Es solo el sobreviviente de una generación que los nonagenarios prepararon para sucederles, como afirmara Raúl Castro.
Si alguien se eriza al ver a Díaz-Canel es probable que no lo haga por su carisma o porque tenga la capacidad de encantar a la gente, sino porque sigue creyendo que hay que erizarse ante cualquiera que encarne el castrismo. Hoy es Díaz-Canel, pero mañana puede ser Yusuam Palacios si así lo dispone el Partido.
El erizamiento más sincero en Cuba no lo produce Canel o cualquier otro alto dirigente, sino el miedo. El miedo de saber que ante la cámara solamente cabe un único discurso, el de apoyo y recogimiento ante la divinidad que encarna la «Revolución» y sus más altos funcionarios.
Tan entronizada está la idea que a veces ni los propagandistas pueden detectar cuando el choteo cubano juega con ellos y los expone. En ese sentido, destaca el aporte a la cultura nacional que hicieron en 2022 «los sabios de Marianao». Aquella pareja que sobre una motorina logró mentir sarcásticamente y colar una genialidad durante una entrevista en la calle realizada por el Canal Habana.
El reportaje pretendía pintar a Marianao como su slogan de la época republicana, «La ciudad que progresa». Los marianenses dijeron ante las cámaras de televisión lo que los propagandistas querían y esperaban escuchar. Lo hicieron a tal grado que el sarcasmo no fue percibido y terminó en las pantallas exponiendo a la propaganda. De pronto, en Marianao había lo que no había en otro lugar de Cuba —agua y electricidad las 24 horas y «pollo cantidad»—. Se aportaba otra prueba de que no hay diferencia entre la propaganda cubana y la ciencia ficción.
Por eso digo —aunque no tengo pruebas para demostrar la falta de sinceridad de quienes se emocionaron por la presencia de Canel en Río Cauto— que erizarse ante una cámara de la televisión cubana puede ser tan falso como falsa fue la reacción de quienes renegaron en su momento de la religión o de quienes aseguraron que Marianao era Hialeah.
Ante esa verdad como un templo, lo que se necesita evaluar no es quién se eriza o cómo y con qué lo hace. Lo que es cada vez más impostergable es la necesidad de insistir en que los regímenes políticos no se legitiman con el número de gente que se eriza ante sus funcionarios. Lo importante es insistir en que se trata de una puesta en escena que no refleja la realidad que viven los cubanos.
Los regímenes políticos democráticos —entre otros aspectos— se legitiman con la coexistencia de fuerzas y voces políticas divergentes y con el voto en soledad de la ciudadanía. Quizá el erizamiento más sincero será el que se producirá en millones de cubanos cuando puedan enfrentarse en un cubículo cerrado —sin ser escudriñados por una cámara de televisión o por la Seguridad del Estado— a una boleta con al menos dos candidatos. Y uno de los candidatos tiene que ser la encarnación no del castrismo, sino de su oposición real y verdadera.
Después de ese día, erizarnos será el menor de nuestros problemas.
ELTOQUE ES UN ESPACIO DE CREACIÓN ABIERTO A DIFERENTES PUNTOS DE VISTA. ESTE MATERIAL RESPONDE A LA OPINIÓN DE SU AUTOR, LA CUAL NO NECESARIAMENTE REFLEJA LA POSTURA EDITORIAL DEL MEDIO.
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