Quien no lo conoce, es probable, nunca adivine que este muchacho bajo de estatura y fortachón, desde la adolescencia llegó a construir mini-ventiladores con tubos de desodorante y que detrás de ese aspecto farandulero y pepillón, se esconde un Ingeniero en Telecomunicaciones graduado en la Universidad Central de Las Villas, y que hace mucho, mucho tiempo, ya casi no recuerda, usó uniforme verde y charretera.
Orlando González Novo siempre se las ha ingeniado para escurrirse de los infortunios. Desde chico hizo malabares para ganarse unos pesitos y sobrellevar la difícil economía del hogar. Estudió en las Escuelas Militares Camilo Cienfuegos. Fue el cuarto expediente. Se graduó con éxito en la universidad. Allí aprendió a pulir su destreza con los circuitos y con el funcionamiento de los más disímiles aparatos. Pero era cadete de la Fuerzas Armadas, y veía su destino profesional bastante alejado de su realización como ingeniero. Entonces se las ingenió para salirse de ese mundo al que ya no veía como meta, ni como un medio para solucionar sus necesidades materiales.
“Estuve cuatro meses sin trabajar, pero mi mujer salió embarazada, venía una niña, así que tenía que ponerme a ‘pinchar’ porque hacía falta comida y otras muchísimas cosas; lo único que encontré fue un contrato como Técnico Comercial en una fábrica de perforación de pozos. El salario, cuando le restaba el dinero de las meriendas y los almuerzos, no llegaba a 400 pesos cubanos”
“Entonces llegó un socio que se había ido de la universidad porque le pasaba lo mismo y me propuso abrir un taller de celulares. Para allá fui. Aquello no sobrepasó los seis meses, nunca levantamos, él no tenía presupuesto ni piezas para mantenerlo a flote. A mí me hacía falta cada vez más el dinero.
“Fue cuando me involucré en el negocio de las fiestas. Otro amigo me habló de un proyecto que lo contrabata como taxista y de los buenos pagos. Así comencé conPa’ mi gente, una compañía de espectáculos, hace como dos años. En realidad, cuando entré, lo hice como utilero: cargaba tubos y hierros, luego empecé como electricista, pero yo hago cualquier cosa: tirar las luces, arreglar los equipos…”
Como no es común que un chico que cargue hierros sepa reparar luces averiadas, o algún cable descompuesto en un dispositivo electrónico, a Orlando le fueron “dando fama entre diferentes proyectos, hasta que un día vino mi jefe actual a reparar una luces y me dijo que me quería en su negocio. El director de “Pa’ mi gente” tenía una deuda conmigo que ya no iba a pagar, así que me fui para “Deejay show” y comencé allí a hacer lo mismo: armar la mecánica escénica, tirar luces, cables”.
Pero lo que más hace atractivo la contratación de estos pequeños negocios de disco móvil es su famoso “cañón de espuma”, un aparato que también arregla y maneja González Novo.
“Es criollo, con piezas inventadas pero es todo un éxito. Todas las fiestas de espuma que se hacen en la Cayería Norte de Villa Clara las hacemos nosotros, y también hemos trabajado en Varadero y en fiestas privadas en Jagüey Grande y San Diego”.
En el taller que Orlando tiene en su casa hay decenas de piececillas y cables y planos de equipos que uno no suele entender mucho, pero allí es dónde este joven salva a los equipos rotos, como se hace todo el tiempo en un país donde no hay dinero ni manera de comprar aparatos nuevos.
“Priorizo mi propia compañía, dice, también recompone cualquiera cosa que le lleven: un televisor, un monitor, una plancha para el pelo, un DVD. Ahora cobro, cada día de actuación, 10 CUC. En los meses altos me llevo a casa entre 150 y 200 al mes”.
El nuevo trabajo de Orlando además de la holgura económica, le da la oportunidad de explotar su capacidad manual e intelectual, pero el precio no ha sido sencillo. Madrugadas enteras de trabajo, el peligro cuando regresa por el pedraplén villaclareño a las 5 a.m. y la disminución elemental de su tiempo libre. Aun así en ningún momento ha vacilado. Las manos vacías para quien tiene en sus espaldas la responsabilidad de un hogar, no son nunca una opción.
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