«Comunistas infiltrados» (+ Narración)

Ilustración: Mary Esther Lemus.

«Comunistas infiltrados» (+ Narración)

14 / diciembre / 2023


Ruber Osoria en Cuba se veía «hundido en el alcohol, casado y con siete hijos». Así estaban sus primos, vecinos y amigos en Contramaestre, un pueblo al Oriente del país entre Santiago de Cuba y Granma. Su sueño era ser fotógrafo, pero en donde vivía comprarse una cámara era prácticamente imposible. Ser policía o prostituirse eran las únicas formas de salir del pueblo, según recuerda Ruber. 

Muchos de los uniformados en La Habana proceden de la región oriental. De la misma forma, hay personas que buscan trasladarse a la capital y terminan ejerciendo la prostitución para superar la precariedad. Ruber nació a principios de los años noventa. Cuando apenas tenía cinco años, un huracán derribó su casa hecha de madera. La parte que su madre pudo reparar de la vivienda se filtraba cuando llovía. La cama era un invento con un colchón de guata y cuatro palos. Su generación fue la de «la onza». Cuando entraba algo de dinero a su casa era para comprar unos dientes de ajo, una onza de aceite, una colada de café, un poquito de azúcar. En fin, lo justo para comer ese día. Su madre era una campesina pobre, soltera, que cultivaba en su patio algunas de las viandas y verduras para llevar a la mesa. Además, trabajaba en la recogida de naranja por un salario austero. Por eso, la mitad de la leche que el Estado le daba a Ruber de niño ella la cogía para hacer cremitas de leche que el pequeño salía a vender.

***

Al terminar la secundaria Ruber quería estudiar Teatro. A su provincia le fue asignada una sola plaza para todas las escuelas. Continuó el bachiller y cuando cumplió los 18 años se tiró de un segundo piso para no pasar el Servicio Militar obligatorio. Se pudo haber matado, pero logró pasar por loco para evadir el ejército bajo tratamiento psiquiátrico. Tiempo después, entró a la universidad pedagógica en la rama de Geografía. Estudiaba los fines de semana y entre semana era maestro. Mientras tanto, sus sueños de convertirse en artista seguían intactos.

Pasaron los años y Ruber logró conformar un grupo de teatro junto a otros estudiantes y compañeros de trabajo con las mismas inquietudes artísticas. El arte fue una salvación para ese grupo de jóvenes.

«Fundamos en 2011 el primer grupo de teatro del pueblo. El arte nos dio esas ganas de sentirnos útiles y de hacer algo que nos gustaba. No nos daba plata, pero nos llenaba el alma. Así me fui desenvolviendo más y más hasta que descubrí la fotografía con Metástasis, un grupo de rock que me dejaba utilizar la cámara que ellos tenían. ¿Pero cómo me iba a comprar una cámara en ese tiempo?», se pregunta Ruber como si su posición geográfica fuera un sabotaje a sus aspiraciones.

Todas sus metas las visualizaba realizables fuera de Contramaestre y de Cuba. Su madre desde que él era pequeño también aspiraba a que se pudiera ir. Entonces decidió mudarse un tiempo a La Habana junto a su cuñado albañil con el fin de trabajar y hacer un poco de dinero. La capital le parecía otro mundo, con personas y círculos sociales afines a sus intereses, pero en la ciudad era un inmigrante. 

Si no tenía dirección ahí, era ilegal. También le dolía que los encargados de perseguir a las personas del «campo» y mandarlas para sus provincias fueran policías de su tierra. Luego de una temporada regresó a su pueblo. Su única opción para salir de la isla era con ayuda de la familia en el exterior.

«Le escribí a una tía paterna, me sinceré y le dije que estaba sin sueños en Cuba. Entre todas mis tías me mandaron el dinero con una prima». En total le enviaron 3 000 dólares. Con ese dinero se fue a La Habana a buscar pasaje para Guyana. El objetivo era llegar a Chile. No tenía a nadie, pero sabía que muchos cubanos emigraban para allá porque tenían posibilidades de obtener estatus legal y salir adelante. En ese tiempo había comenzado a hacer fotos con cámaras que le prestaban. Parte del dinero lo utilizó para realizar una exposición en su pueblo. No quería irse sin tener ese detalle con los suyos. 

***

El 28 de junio de 2018 Ruber salió rumbo a Guyana. Tuvo que sacar un pasaje de ida y vuelta que le costó 700 dólares. Su plan era llegar a Chile con 600 dólares. «Yo soy campesino y cuando salí no sabía ni cruzar la calle con semáforo. No hay nada más duro que salir sin que nadie te espere del otro lado. Es como si nacieras y se muriera tu madre», expresa sobre su primer impacto fuera de la isla.

Desde Cuba una amiga le había dado el contacto de una señora que lo iba a guiar en su travesía. «Le escribí a esa señora que me esperó en el aeropuerto. Le tuve que pagar 1 400 dólares para que me sacara el pasaje en avioneta hasta Lethem, un pueblito en la frontera con Brasil». La mujer le advirtió que no se montara con nadie más ni diera más dinero, todo estaba pagado. Gracias a ese contacto su viaje fue relativamente bueno, en comparación con el de otros cubanos a los que han asaltado por la selva. 

«Cuando llegué a Lethem me di cuenta de otras realidades del continente latinoamericano que también son muy precarias y entiendes que es válido que los pueblos salgan a la calle». En esa zona, las casas de los ricos eran custodiadas por otros guyaneses descalzos y con armas largas.

La travesía continuó por otros pueblos brasileños hasta llegar a Perú. Recorriendo las rutas de los migrantes latinos e incluso africanos que buscan una mejor vida fuera de sus tierras. «Te das cuenta del tráfico terrible de personas con el que otras personas están haciendo dinero a costa del sufrimiento y te preguntas si en verdad seremos seres humanos».

En su paso por los diferentes pueblos de Perú, Ruber iba comparando su realidad con la de esos lugares. Uno de los fenómenos que más lo impactó fue la prostitución callejera. Recuerda haber visto mujeres con sus hijos en los brazos. Una vez cruzado Perú, los coyotes lo dejaron en el desierto de Atacama en Chile. Le indicaron al grupo que lo acompañaba lo que tenía que hacer, pero les dijeron que de la zona fronteriza en adelante no podían pasar. El pueblo más cercano era Arica.

«Cuando llegué a Chile la Policía nos detuvo en la madrugada. Ahí nos quitaron la ropa y nos metieron en el calabozo. Yo nunca había dormido en un calabozo. A los dominicanos que venían con sus hijos les quitaron a los niños por violación de los derechos del niño, y a los cubanos nos llevaron para la Policía Internacional».

En la Policía Internacional (PDI) los oficiales les dijeron que eso no era Estados Unidos, que ahí no había asilo político para nadie, que ellos eran comunistas infiltrados. Pese al mal rato fue liberado el día siguiente, pero tenía que ir a firmar todos los viernes como si estuviera en libertad condicional. De Arica siguió rumbo a Santiago. El viaje lo hizo acompañado de otro cubano al que le compró el pasaje porque se había quedado sin dinero.

En Santiago durmió una noche, pero no encontró trabajo, no le quedó otra que volver para Arica en donde por lo menos tenía un mes de alquiler pago. Su meta era encontrar un sitio donde asentarse. De allí se fue para Concepción, a un trabajo que encontró por Internet como bartender en calzoncillos. Pagó el pasaje de ida con el dinero justo, si le iba mal tendría que quedarse ahí. La oferta de trabajo era una cortina de humo para estafar, pero en su caso no había nada para quitarle. Sin dinero apenas, la opción que le quedaba era buscar refugio en el lugar donde se encontraba. 

«Le pregunté a un carabinero cómo se llegaba al Hogar de Cristo, porque en ese lugar me daban comida y podía encontrar hospedaje». Cuando llegó al sitio, estaba repleto. Solo le dieron un plato de lentejas que se comió bajo la estatua del padre Hurtado, beatificado por el papa Juan Pablo II y considerado el patrono de los trabajadores de Chile. Por esa misma calle transitaría tiempo después de camino a su trabajo, en situaciones de vida diferentes.

***

«Después que salí del Hogar de Cristo no sabía para dónde ir. Unas personas que estaban como yo en situación de calle me dijeron que iban para un dormitorio donde te dejaban pasar la noche, te daban té, desayuno; y por suerte no dormí en la calle». Era el invierno de Suramérica, totalmente diferente a las brisas frescas que llegan a Cuba a finales de año.

En ese dormitorio conoció a Yanitza, una trabajadora social de prácticas en el centro. Ella lo llevó a Inmigración y al rato volvió con bolsas de comida para él. Lo último que le dijo fue que «le iba a ir bien», después de eso nunca más la volvió a ver. En la oficina de Inmigración una muchacha venezolana lo llevó para la Casa del Migrante.

«Ahí estaba el padre Edwin, que me llevó para la iglesia. Me compró desodorante, cepillo, pasta, de todo». La iglesia había sido habilitada como albergue. Compartió con otros migrantes de Venezuela y Haití durante cinco o seis meses.

Un matrimonio de Testigos de Jehová lo intentaron reclutar y se hizo pasar por testigo con unas camisitas manguilargas. «El teatro ayuda mucho, a mí por lo menos me sirvió para afrontarlo todo. Me iba con ellos los domingos y me aprendía los versículos, hasta que me consiguieron trabajo en un taller de mecánica». 

Cuando Ruber llegó al taller no sabía arreglar ni una bicicleta, luego de dos meses estaba cambiando filtros de aceite. Trabajando en ese sitio logró comprarse su primera cámara. Ese era su sueño, lo que lo mantenía con fuerzas para salir adelante. A cada persona que le preguntaba a qué se dedicaba, él le respondía que era fotógrafo, aunque no tuviera cámara. 

Durante ese período en la iglesia pasó un curso para instalar paneles solares. Pero tenía puesta una orden de deportación que frenaba sus planes. Sin saber qué hacer, logró dar con una abogada que se brindó para resolver su estatus migratorio de forma gratuita. Ruber tenía que demostrar que era capaz de valerse por sí solo ante la corte. Un señor llamado Simón le tenía un contrato indefinido en una empresa como auxiliar de limpieza. Semanalmente ganaba 35 000 pesos, con lo cual pudo comenzar a pagar su arriendo.

«Como todavía no tenía documentos, me pagaban en efectivo. La cosa más linda que me ha pasado es poder pagarme algo con mi primer sueldo. Mandé dinero para Cuba con mi esfuerzo sin necesidad de pedir a un tío o a un primo que me mandara algo». Así fue como se pudo regularizar en el país con un visado de contrato, pero no pudo obtener la residencia definitiva pues necesitaba los antecedentes penales y en la Embajada de Cuba le dijeron que ellos no gestionaban esos documentos.

***

El poder de socialización del cubano es un punto a favor en su paso por otras tierras. Cuando llegas solo a un país hacer nuevas amistades es la vía para conocer el entorno y abrir nuevas puertas. Mediante un amigo que lo invitó a un evento cultural, Ruber conoció a su actual esposa y la madre de su hija. En ese evento surgió la química y al otro día estaban viviendo juntos. Su primera hija llegó a mitad de la pandemia.

«Para mí ha sido algo fundamental tener una compañera y que juntos llevemos el arado. Ella es profesora de Artes visuales en la universidad. Una de las claves es tener una compañera que esté y entienda tus sueños y ambos luchen por crecer en armonía». Esa compenetración le ha permitido a él perseguir sus sueños. Solo alguien que entiende el arte puede comprender lo que pasa por la mente de otro artista.

Desde que nació la pequeña, Ruber se ha dedicado a cuidarla mientras su esposa trabaja. Eso también le permite dedicar tiempo a la fotografía y a prepararse. El acceso a Internet para él es como acceder a la biblioteca de Alejandría. 

Mientras hablábamos se sentía a la pequeña detrás jugando, viendo los muñes, siendo una niña. En uno de los momentos le pidió a su padre bailar y él dejó la conversación para bailar. Entre las fotos en su cuenta de Instagram se ven ambos con cintillos de lazos en la cabeza. Él quisiera llevarla a Cuba y transmitirle el respeto hacia los mayores que nos enseñaron nuestros padres. También enseñarle sobre Martí y los próceres por la independencia de Cuba. Aunque su formación fue en Geografía, la historia de su país le apasiona. 

Chile le ha dado una familia, un empezar, la posibilidad de convertirse en fotógrafo, de estar en el momento de los sucesos. En 2019 a riesgo de ser deportado fotografió el estallido social, lo cual hizo más visible su trabajo y le abrió puertas dentro de la fotografía cubana en el exilio. Cada día de su vida lo documenta, pues para él la fotografía es una filosofía. Cuando hablamos me expresa el dolor de poder fotografiar otros países y realidades y no poder hacerlo con la suya. Siente que en Cuba falta mucho por documentar en los campos. Sus aspiraciones del futuro van rumbo a poder hacerlo y dar cursos a los muchachos de su pueblo, aunque sea con pocos recursos. Él es de ese tipo de personas que necesita volver al lugar de donde salió para aportar un granito de arena a aquellos que también sueñan.



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SERGIO COMAS

Bello relato. Descarnado como la vida que le ha tocado a la mayoria de los cubanos del interior del pais y que no tiene mas opcion que la emigracion forzada. Tambien es triste esa travesia y destaca algo que salva al cubano en cualqier medio: su poder de socializacion, su mente abierta y su gracia para sortear las dificultades.
SERGIO COMAS

Frank Suárez Hidalgo

Para mí su periodismo es de primera, gracias a todos en el equipo de El Toque.
Frank Suárez Hidalgo

JFK

Historia desgarradora y muy necesaria de ser contada.
JFK

Lupe

Que será para quienes tanto predican de “comunistas”,el significado de esa palabrita?? Se hacen tantas barbaridades en ese nombre como en el nombre del Cristianismo!!! Ojala no haya otra Inquisicion!!
Lupe

Edel Ricart

Ese es mi gran amigo y hermano, gracias a el conocí al amor de mi vida, aún encontrándose en tierras agenas no deja de ayudar a los suyos. Éxitos, Prosperidad y Salud pa él y su familia es lo que le deseo y lo que el merece
Edel Ricart

Caridad

Conmovedora y esperanzadora historia , me conmovió hasta la raíz del llanto. Dios bendiga a todos los inmigrantes y logremos una Cuba inclusiva, “ con todos y para el bien de todos “
Caridad

Frank Evelio

Al final la autoridades chilenas tenían razón, es un comunista infiltrado ,pues ya está pensando venir a Cuba con su hija para adoctrinarla
Frank Evelio

Margarita García

Muy bonita historia y conmovedora.
Margarita García

Raquel Bujons Salgueiro

Gracias a todos los periodistas y demás profesionales que publican en el toque . Sus artículos son de interés y aprendizaje.
Raquel Bujons Salgueiro

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