Ultrasonido en Cuba

Dante

12 / mayo / 2017

Duda y confusión salieron de la caja de Pandora directo hacia mí. El debate entre cuerpo y mente llenó de tormento mi cabeza. Yo dije que no, pero mi cuerpo insistió, y no llegó el cutis irritado, ni el mal humor, y la cigüeña de Arjona no se suicidó para mí esta vez.

En aquella mañana de diciembre de 2015 no hubo guerra en Siria ni decisiones en la Casa Blanca, tampoco importó el cambio climático o la escasez de agua potable; éramos solo el palillo plástico que marcaba dos rayas y la imagen de mi interior con un punto en el centro. El test de embarazo de hace una semana decía que sí y el ultrasonido dejó en el pasado cualquier duda.

Ya vivía, y sentía, y crecía a cada segundo…  dependía de mí! Un pestañazo y la panza creció luciendo sin modestia sus 17 semanas. Entonces “habló” por primera vez: estiró sus piernitas contra mi vientre y dijo “aquí estoy”. Comenzó así la complicidad que durará toda la vida.

Ni siquiera pienso que haya sido amor lo que me hizo sentir. Fue más intenso, profundo en toda su extensión… inigualable. El pensarlo ocupó mi existencia desde entonces.

Fue inevitable escuchar sobre la falta de tiempo, el estrés, las consecuencias físicas del embarazo… los cambios que supone la maternidad; pero tuve y tengo la dicha de sentir en mi alma, en mi espíritu, las hermosas transformaciones que me trajo Dante desde que era apenas un embrión.

Lloré de alegría porque lo tenía y podía protegerlo de todo y grité de desilusión cuando, con apenas 26 semanas de gestación, la mujer de bata blanca y cuerpo delgado que jamás olvidaré dijo sin rodeos: “Tenemos que interrumpir el embarazo, tu bebé tiene displasia en el riñón derecho. Estás en el límite del tiempo de interrupción”.

Se apagó la luz, acabó el oxígeno de la habitación, recé a todos los santos y no santos, dejé de vivir, de creer. Nuestra única esperanza, dijeron, estaba a kilómetros de distancia, en el Hospital González Coro. Llegamos a tiempo; puse mi cuerpo sobre la camilla delante del equipo de ultrasonidos. Entonces la sagrada voz del Doctor Oliva, con sus ochenta años de sabiduría, preguntó: “¿Y por qué estás aquí?” Murmuré la respuesta con el corazón en la garganta y otra vez su voz: “No se preocupe, fue un error. Su bebé está sano”. Volví a vivir.

Regresé entonces a las prenatales, al ácido fólico, los chequeos médicos de cada trimestre, la dieta, los inmensos deseos de comer pizza y no hacerlo, al Hogar Materno y la maduración pulmonar por el riesgo de un parto adelantado.

Dante había alcanzado el máximo grado de desarrollo y sus movimientos me decían que el espacio dentro no era suficiente. 38… 39… 40 semanas, 280 días y Dante no estaba apurado, no quería escuchar aún sobre la guerra en Siria ni las decisiones de la Casa Blanca, ni el cambio climático o la escasez de agua potable.

Eran las cuatro de la mañana del 8 de agosto de 2016. Dentro de la sala de gestantes del Hospital Ciro Redondo, en Artemisa, el aire era denso, caliente, asfixiante; mientras yo perdí toda sombra de sueño, el resto dormía a piernas sueltas. Las horas se largaban fugaces. A las nueve de la mañana se abrieron para mí las puertas del salón de partos, tenebroso en cierta medida y contrario a todo lo que había imaginado.

Vino el primer torniquete, la dilatación no pasaba de tres, luego el segundo, la rotura de la bolsa y la expulsión del líquido amniótico. Las horas de lectura en casa delante de los textos sobre el embrazo y el alumbramiento se presentaron ante mí. Tercer, cuarto, quinto torniquete… y la cesárea que jamás deseé .

4:45 PM. La destreza médica, y sin dudas alguna fuerza divina, me hicieron ver por primera vez las piernitas de mi bebé. Aquel punto diminuto del ultrasonido era ahora una personita, con unos ojos grandes, abiertos y expectantes que me quitaron el aliento y convirtieron mi vida en una rueda rueda, en una palangana vieja, en un juego del trá y del topi topi.

“Se ha llenado de luces mi corazón de seda, de campanas perdidas, de lirios y de abejas. . .” Hasta ahora no comprendí lo que quiso decir García Lorca.

 

 

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Lucy in the sky with diamonds

Te entiendo….q grande es ser madre!!!!!!
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