Foto: Tomada de la página en Facebook de El Lyceum Mozartiano de La Habana
¿Es posible vivir de la música clásica?
26 / junio / 2019
Aun después de hits como el Palón divino y Bajanda, y de muchas bocinas que los reproducen en las calles, parques y guaguas, se puede asistir en Cuba a un concierto de música clásica, cantada en alemán y tocada por artistas cubanos que practican y viven de este género.
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Ensayan ahora el Réquiem de Brahms. Por varias horas. Hay también músicos alemanes. Esta vez vinieron los europeos a hacer la pieza aquí; otras veces se desplazan los cubanos hacia Alemania.
Cuando el reloj marca las seis menos veinte, José (Pepe) Antonio Méndez Padrón, director de la Orquesta del Lyceum Mozartiano de La Habana, les da la libertad a los integrantes del coro.
Lorena Morales Valdés es una de las artistas que ya puede irse a descansar. Tiene 20 años, vive en San José de las Lajas y estudia Dirección Coral en el ISA.
“Para mí es una experiencia magnífica, me instruye mucho como directora de coros, me da la posibilidad de abrir mi espectro musical, conocer nueva música, nuevo idioma, nueva pronunciación. Es la primera vez que me enfrento al Réquiem de Brahms y es una oportunidad muy importante”.
Gabriela Nardos —quien lleva en este concierto el papel principal de los chelos— y otros músicos dirigidos por Pepe, tocan también con otras orquestas. Buscan diferentes fuentes de ingreso al no ser remunerados de la manera tradicional que ha empleado el Estado durante años para pagarles a los artistas: emplantillarlos en un grupo que, a su vez, está adscrito a alguno de los Centros Nacionales del Instituto Cubano de la Música.
Sin embargo, “(…) que nosotros no les paguemos a los músicos no significa que ellos no ganen”, aduce Pepe. La orquesta del Lyceum de La Habana, con su modelo de gestión, rompe los esquemas del arte en Cuba al proponer un modo alternativo a lo estatal y a lo privado, que genera beneficios a los músicos y a la Orquesta.
Sus ingresos provienen, por una parte, de los proyectos con participación de músicos extranjeros, de giras internacionales y, por otra, del trabajo con disqueras cubanas como Bis Music, los estudios Ojalá y la Egrem.
La Oficina del Historiador de La Habana, apoyada por organismos internacionales como la Unión Europea —específicamente a través de la fundación Mozarteum, de Salzburgo, Austria— les garantiza los instrumentos.
Entre el intercambio cultural y el pluriempleo
En 2008 —bajo la presidencia de Raúl Castro— hubo una relajación de las relaciones con la Unión Europea tras años de tensiones, lo cual aligeró el vínculo entre el bloque y la Isla y, en consecuencia, se descongelaron los fondos de cooperación en sectores diversos. El arte sería uno de ellos.
Pepe recuerda que empezaron a otorgarse becas de uno y dos meses de perfeccionamiento, cursos de verano, con la idea de que estos músicos regresaran a Cuba a aplicar y compartir lo aprendido.
La chelista Gabriela Nardos estudió en la Universidad Mozarteum de Austria, por ejemplo. Allá aprendió durante cinco años mucho de lo que sabe sobre su instrumento. “Hace dos que estoy en esta orquesta”, dice, y asegura que el trabajo aquí no es muy diferente al de cualquier otro lugar del mundo.
Pepe confirma lo que dice Gabriela sobre la dinámica de trabajo de los músicos internacionalmente, sobre la cual se ha montado también esta orquesta: “Todos los músicos, como pasa en otras profesiones y en cualquier país, tienen varios trabajos. Nuestra manera de lograr que los músicos sean lo más fieles posible a la orquesta —teniendo en cuenta que las personas tienen necesidades que cubrir y la música te da un bienestar espiritual pero eso no es todo— es haciendo bien el trabajo y respetándoles como personas, como músicos que son y sin subvalorar su trabajo.
“Aquí planificamos el trabajo de un año para que el músico sepa con tiempo de antelación suficiente cómo planificarse para asumir otros proyectos que le reporten beneficios económicos”.
La gestión “diferente” de una orquesta de música clásica
El trabajo de Gabriela Rojas, musicóloga y mánager de la orquesta, resulta clave. Va desde buscar una partitura original, transcribirla y dársela luego a los músicos, hasta saber si alcanzan los pasteles y refrescos que les dará en el intermedio del ensayo.
La música, dice, es la protagonista pero hay muchos otros factores detrás para que el espectáculo quede bien: todo lo que tienes que mover, toda la información que debes tener sobre los músicos, la planificación de ensayos, que no les coincidan con otros trabajos, el lugar donde viven y sus situaciones personales. “A diario hago listas de pendientes: falta tal partitura, hay que mover esto hacia allá, las meriendas…”.
Para este trabajo tiene, además, una competencia fundamental: habla un perfecto alemán que aprendió entre los seis y diez años, cuando vivió con sus abuelos diplomáticos en Berlín. Puede actuar como mediadora entre los músicos alemanes y los cubanos; puede traducir lo que haga falta. Su puesto está en construcción permanente y hay muy poca experiencia de trabajo de este tipo en Cuba. Su presencia en la Orquesta del Liceum contribuye a la singularidad de la agrupación.
“A veces hago observación participante para ver cómo los músicos reaccionan a cada música. A veces los clásicos, de atril, hacen rechazo a los contemporáneos y es interesante verlos tocar algo de Leo Brower, de Carlos Fariñas, pero siempre las soluciones son muy imaginativas”.
A la vez, ejecuta nuevas formas de trabajo: las partituras se entregan de manera digital y los músicos tienen que llegar con la música leída. Las impresas se quedan en el atril.
Esta disciplina y rigor en el trabajo, según ella, no la tienen otras orquestas en el país y es muy importante que a los músicos se les forme así desde que son estudiantes.
El nacimiento de una orquesta atípica
Si hubiera que ponerle fecha de nacimiento a la Orquesta del ISA, adjunta al Lyceum Mozartiano de La Habana, sería el 27 de enero de 2009.
Se remonta a los orígenes: “cuando empezamos, yo era estudiante y eran mis compañeros quienes formaban la orquesta junto a mí. Luego de graduados, los músicos pueden continuar aquí, desarrollando sus conocimientos como músicos de atril, fundamentalmente, y con la perspectiva de seguir haciendo cursos en el extranjero”.
En 2009, la academia cubana de la música —entiéndase Universidad de las Artes con su facultad de Música y similares— daba una formación excelente para solistas, pero se dejaba un poco de lado la instrucción para tocar en orquesta y música de cámara.
Por aquellos años, Pepe era un estudiante que caminaba, como cualquier otro, los pasillos, salones y jardines del ISA. Era un estudiante talentoso que empezaba a ver la vida, también, en términos prácticos: “de lo que vive un músico es de su trabajo en una orquesta; casi nadie, para no ser absoluto, puede vivir de su trabajo como solista”.
Cuando muchos jóvenes cerraban filas con el reguetón y la música urbana, él empezaba a percatarse de algo más: “luego de que los estudiantes se graduaban del ISA no tenían posibilidades de trabajar en una orquesta porque si bien hay orquestas de cámara (la Sinfónica Nacional y la Orquesta del Gran Teatro de la Ópera, por ejemplo) muchas veces tienen las plazas cubiertas”.
Había que darles a los músicos academistas las herramientas para tocar en una orquesta. Había que pensar en el futuro de los jóvenes estudiantes del ISA, así como de niveles medios. Había que hacer algo para que aprendieran a tocar música de orquesta. Pepe lo hizo.
Lorena, de menos experiencia, cree que para el joven que estudia música esta es la cuna, por donde empieza todo. A quienes no estudian música esto les queda más lejano, pero nos toca a nosotros incentivar el gusto musical, debemos transmitir la idea de que la música clásica forma parte imprescindible del saber cultural.
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