Expertos critican la dolarización como síntoma de colapso estructural

Foto: elTOQUE.

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En el recién concluido 9.º Congreso de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba (ANEC), el ministro de Economía y Planificación, Joaquín Alonso Vásquez, ratificó ante los delegados que la dolarización parcial de la economía no solo continuará, sino que es la estrategia oficial para el futuro más cercano.

Según reportes de prensa, Alonso Vásquez reconoció la existencia de tres tasas de cambio y cómo esto ha provocado que el dólar se convierta en el principal «mecanismo de interconexión» de la economía cubana. 

«Para corregir estas distorsiones cambiarias, es necesario vincular las tasas mediante divisas. No nos queda más opción que avanzar en una dolarización parcial, aunque el objetivo final sigue siendo la desdolarización», afirmó.

Más allá del juego de palabras, la declaración oficial confirma una política que los economistas no dudan en calificar como un síntoma de fracaso. «La dolarización suele ser una alternativa frente a la falta de credibilidad y funcionalidad de la moneda nacional», advirtió el doctor en Ciencias Económicas Pavel Vidal, al sugerir que la medida es una rendición ante la incapacidad de gestionar la economía.

Vivir en dólares, cobrar en pesos

Para millones de cubanos, la dolarización es un callejón sin salida. Muchas familias se ven obligadas a buscar productos de primera necesidad en un mercado donde los precios están fijados en divisas, mientras sus salarios y pensiones se pagan en pesos cubanos cada vez más devaluados. Al mismo tiempo, los precios de algunos servicios públicos también aumentan sus costes o tienen una «alternativa» de comercialización en dólares (paquetes de datos de ETECSA). 

«La dolarización parcial de la economía implica la dolarización de los gastos de la población, pero no la dolarización de sus ingresos», resumió el economista Mauricio de Miranda. 

Según su análisis, esa fractura obliga a los ciudadanos a una búsqueda desesperada de divisas que alimenta el mercado informal y acelera la caída del valor de la moneda en la que cobran por su trabajo. 

Esta política, además, genera un desincentivo estructural: se produce una «desutilidad del trabajo» cuando el esfuerzo laboral no se ve recompensado con un salario que permita cubrir las necesidades básicas.

Más allá de lo que representa la dolarización para el bolsillo de la mayoría de los cubanos, el Gobierno defiende su implementación —y expansión— como principal medida para salvar el país. 

Así, insisten en «recuperar el flujo de las remesas» a través de la venta de bienes y servicios en dólares (tiendas, servicentros, transportación). 

La diáspora constituye la principal alternativa a la escasez de divisas, dado que otros indicadores, como la exportación de recursos humanos (brigadas médicas, fundamentalmente) o el turismo, no se han recuperado tras el declive durante la pandemia de COVID-19. 

En el caso del turismo, el ministro Alonso Vázquez, admitió que no se alcanzarán las metas previstas para 2025, debido a un «primer trimestre» muy deficiente. 

Los expertos coinciden en que la crisis monetaria es un reflejo de un colapso más profundo. 

El economista Ricardo Torres ha destacado que el aspecto más crítico es la falta de políticas gubernamentales para estimular la producción. Sin medidas que impulsen la oferta nacional, la economía depende forzosamente de las importaciones. Esta dependencia eleva el valor de la divisa y crea un círculo vicioso que agrava la situación.

Según explicó Torres, la economía es un sistema interconectado; por ello, soluciones parciales que «cierran un problema abriendo otro», como la dolarización, no resuelven la crisis. Las medidas deben ser integrales, enfocadas en reactivar la producción para reducir la dependencia externa y, así, estabilizar el mercado.

Frente a este panorama, Mauricio de Miranda plantea que solo existen dos caminos coherentes: o se avanza hacia una dolarización total, donde los salarios también se paguen en divisa, o se toman las medidas necesarias para «fortalecer la moneda nacional».

Esta última opción, su preferida, implicaría un compromiso real para que el peso cubano sea el único medio de pago en todas las transacciones domésticas, respaldado por un sistema productivo y un mercado cambiario que sean funcionales y transparentes, no por parches temporales.

El economista concluyó que mientras el Gobierno no se decida por una de estas vías, la dolarización parcial seguirá operando como una fábrica de inequidad, castigando a quienes menos tienen y evidenciando la profunda crisis estructural de un modelo económico agotado.

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