A finales de mayo de 2024, una noticia tomó por sorpresa a los parciales de los Leopardos de Villa Clara en Series Nacionales. La prensa local confirmó la baja del receptor titular de los anaranjados, Ariel Pestano Jr.

«Los peloteros de Villa Clara, Ariel Pestano Jr. y Leandro Turiño, solicitaron la baja del Béisbol Cubano (…). Pestano se mantendrá en el elenco hasta último momento, en tanto Turiño ya no milita en el conjunto. Ambas bajas fueron solicitadas por salida del país», anunciaba el reportero radial Dairon Pérez.

De inmediato, las flechas apuntaron hacia Estados Unidos por dos lógicas razones: las facilidades actuales, a través de Nicaragua, para llegar a la frontera sur estadounidense y porque la pareja del joven receptor radicaba en ese país. Más claro ni el agua.

A inicios de junio, la meta estaba confirmada, pues el reportero deportivo Francys Romero aseguraba en redes que el joven había tomado un vuelo rumbo a la capital nicaragüense y lo demás se decantaba.

Peloteros de la Serie Nacional son los grandes olvidados: no valen ni para unos Centroamericanos

El talento de las Series Nacionales no vale ni para un evento menor como los Centroamericanos. Eso y que el método de incluir jugadores radicados en el exterior o con contratos fuera de la isla minimiza sobremanera la fuga de peloteros en torneos internacionales.

Con 26 años y seis Series Nacionales a cuestas, el hijo de Ariel Pestano —el emblemático receptor del equipo Cuba durante varios años y exdiputado al Parlamento— decidió embarcarse en una travesía durísima por Centroamérica antes que terminar como su padre, pidiendo tierras a Agricultura de Villa Clara.

Sí, porque para nadie es un secreto que Pestano padre estuvo solicitando su «pedacito de tierra» y que, según el oficialismo, estaba «entusiasmado con la idea de convertirse ahora en campesino y dedicarse a la agricultura».

El exreceptor del equipo Cuba expresó, incluso, que consideraba esta nueva etapa como una «aventura», y añadió: «Si me ayudan con la tierra, también voy a triunfar».

Pero al parecer, el futuro de la familia pasa por lo que pueda conseguir el primogénito en el béisbol profesional, quien finalmente arribó a inicios de octubre a Estados Unidos tras solicitar asilo en la frontera luego de conseguir una cita en CBP One.

«Mi principal meta es trabajar fuerte para ponerme en forma y, ya una vez que esté listo, presentarme a showcase. Haré lo posible por firmar con alguna organización de MLB, o de Asia, o lo que Dios tenga para mí, para estar jugando profesionalmente», dijo el atleta a la revista Pelota Cubana.

Una vez en Estados Unidos, Pestano Jr. aclaró al canal Cuba Grand Slam por qué tomó la decisión de salir de la isla, suceso al que calificó de «traumático» porque no deseaba separarse de «su gente».

¿La despedida de Yuli Gurriel de Grandes Ligas?

Uno de los mejores peloteros cubanos de la historia en Grandes Ligas está a punto de colgar los spikes, sea esta temporada o la siguiente.

«Me vi reflejado en el ejemplo de mi papá (…) y especialmente en el sueño de jugar en Grandes Ligas o de jugar profesionalmente, porque llegar a Grandes Ligas es un camino muy complicado. También para sacar adelante a mi familia», apuntó en la conversación.

Y como Pestano Jr., otros cientos de hijos más de ilustres peloteros de Series Nacionales, de los que se jactaban de cercanía con el Comandante o de no «venderse» a los cantos de sirena, están hoy en cualquier ciudad estadounidense.

Sobran los apellidos ilustres que vivieron algo similar, los Gurriel, los Mesa, los Kindelán, los Vargas, los Vera y otros tantos no tan relevantes que igualmente prefirieron la «Coca Cola» a seguir «cazando ratones» como sus padres.

Que el camino para la mayoría de estos jóvenes no ha sido exitoso en el béisbol es lo de menos, la realidad es que cada generación tiene prioridades distintas y la de «los hijos» está clara, no llegar a la vejez sobreviviendo en un país en ruinas y en una pelota que, como la patria, está con un pie en la tumba.

En realidad, los «cantos de sirena» no estaban a 90 millas de La Habana, sino a mucho menos, en la venta de un futuro promisorio que nunca llegó y que muchos, con canas ya, tuvieron que salir a fabricarse fuera.

Amparados en esa imagen, los peloteros, casi sin formación ni recursos, con 12 o 13 años, están tomando un avión a cualquier parte, con tal de escapar de la desidia.

Por estos años, sin torneos juveniles y con los Escolares a medias por la crisis, la misión es escapar a cualquier sitio y ver si la suerte los acompaña. No pasa solo en el deporte, como se sabe.

Los que se quedan por el camino, quedarán con la conciencia de que lo intentaron y seguirán su vida, en otro negocio, en otro oficio. Pero vivirán, que es algo muy distinto a sobrevivir. 

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