Domingo en la noche frente a mi televisor. Pasaje a lo desconocido. Taladrid habla con su entrevistado sobre las Venus de Willendorf y se desvían hacia el paradigma de mujer bella en el Paleolítico. «De abundantes caderas, senos y muslos», señala el profesor. El periodista intenta polemizar cuestionando lo considerado atractivo actualmente. Diserta sobre las extraflacas modelos de pasarela mientras pasan fotos de los Ángeles de Victoria`s Secret. Entonces, Taladrid, agudo, cubano y temba al fin, asegura que aquí predomina el estereotipo de las masuítas, como las de Willendorf. Cuánto quisiera que no se equivocara…
Nueve libras más en dos meses de vacaciones en que solo me dediqué a repetir mis series favoritas y a comer- claro- a comer. «¿Cuándo viste alguien gordo en un campo de concentración?». La frase siempre me pareció sincera y cruel…como mi hermano menor. Dice Raulito que la mayoría de las gorditas son de cara bonita. «No te puedes dar el lujo de ganar libras»-añade. La sutileza es lo suyo. Estos niños de ahora, que han crecido viendo las Bratz y no a Betty Boop. Me consuelo con que a un amigo le encanta la celulitis. Si en la calle le siguen diciendo a una que está rica no hay necesidad de esforzarse con la dieta o el gimnasio.
Y luego del verano, quedo con Darcy para el ritual de un café. Aparece con su cinturita y sus muslos duros comentando que ahora se usa, ni más ni menos, la chica tonificada. La veo y me dan ganas de ponerme así como ella. “Mañana comienzo en el gym”-me digo, y al día siguiente no puedo levantarme temprano. ¿Para qué ese sacrificio? Si poniéndome ropa holgada disimulo, ¿no?
Curvas o no, ahí radica el dilema. Una búsqueda en Internet informa sobre la belleza XL. También gana adeptos y hay quienes aseguran que los cánones van retornando hacia las antiguas venus. Las entraditas en carnes lucimos saludables. Ya se escuchan algunos nombres de modelos con tallas grandes. El panorama se torna alentador, pienso y sé que solo es un simulacro de consuelo.
Hace poco leí que el verdadero sueño de una mujer no es encontrar el príncipe azul, sino comer y no engordar. En un intento contracultural y anti-sistema quisiera exhortar a todas a hartarse de galleticas y helado en Coppelia, pero no sería sincero. A fin de cuentas, yo también vi películas Disney y añoro el talle de la novia de Hércules. ¿Al cubano le seguirá gustando el volumen? Me avergüenzo de mi propia frivolidad.
Según un informe de la Unión Europea «El 80 % de las mujeres occidentales se sienten insatisfechas con sus cuerpos». Quiero creer que la apariencia no importa. Repito en voz alta las verdades trilladas de El Principito. Mientras degusto pan con mantequilla, a esa hora pésima para ingerir calorías, confío en que Taladrid no sea el único amante del tejido adiposo.
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