Padre no es cualquiera: el abrazo de las paternidades presentes

Padre no es cualquiera: el abrazo de las paternidades presentes

18 / junio / 2023

Cuando le dije que estaba embarazada, él se asustó tanto como yo. Llevábamos pocos meses de relación, y las dos rayitas rojas que indicaban el test de embarazo positivo parecían cambiarlo todo. En un inicio tuvimos muchísimas dudas, miles de miedos y preocupaciones que nos atormentaban. En nuestros planes inmediatos no estaban los hijos. De hecho, los planes en común apenas daban sus primeros pasos.

Sin embargo, decidimos tenerlo y asumir la responsabilidad que la decisión implicaba. Él enseguida buscó otro trabajo, porque con el salario que tenía no alcanzaba para mantener a un niño pequeño en una Cuba cada día más carente y encarecida.

La barriga comenzó a crecer, y nosotros como pareja también fuimos evolucionando, entre traumas que sanamos juntos y heridas de la infancia que él me ayudó a cicatrizar.

Cuando ingresé con contracciones aquel 24 de diciembre, él estuvo siempre presente. Durmiendo en el piso del hospital, esperando, nervioso. Daniel se demoró en nacer y por negligencia médica mi parto soñado terminó en una cesárea de urgencia el 3 de enero, cuando el niño casi ni se movía en la barriga y yo por momentos pensaba que no lo lograríamos.

Él estuvo siempre a mi lado. Yo le decía que fuera a la casa a descansar, que durmiera, pero no se movió de mi lado. Esperamos el año nuevo juntos, en esa pequeña cama del hospital donde apenas cabía mi enorme barriga de casi 41 semanas. Él me daba la mano, me decía que todo iba a estar bien y me llenaba de fuerzas. Subía y bajaba escaleras conmigo, me ayudaba a bañarme. Creo que el único dolor que no pudo vivir conmigo fue el de las contracciones y luego el de la cesárea, pero cada miedo era nuestro.

El Travieso llegó a nuestras vidas para revolucionarlo todo. Era un niño que casi no dormía, muy llorón. Las madrugadas transcurrían en pasos cansados por el pasillo del cuarto con un bebé en brazos. La música de fondo era el ruido desesperado de un sillón que se mecía por el cansancio y el estrés. Nos íbamos rotando para descansar algo. Luego él se despertaba temprano para ir al trabajo, hasta que la pandemia lo obligó a trabajar desde la casa, entre llantos, cólicos y culeros sucios.

Cuando el Travieso tenía un año y medio, llegaron de nuevo las dos rayitas rojas a cambiarlo todo. Esta vez vinieron acompañadas de un test también positivo de COVID-19 y una situación familiar muy difícil. Recuerdo que, cuando le dije a una amiga que estaba embarazada por segunda vez en menos de dos años, me dijo que yo me atrevía a tener otro niño porque sabía que Daniel era un padre presente.

Aunque en realidad no fue solo por eso, tenerlo a mi lado ha sido siempre mi roca y mi fuerza en los peores momentos. En medio de todo ese caos, de reinventar las dinámicas familiares, de ajustar nuevamente los sueños, Emma llegó como una de esas gratas sorpresas que no se planifican, pero nos transforman.

Con Emma de tres meses, emprendimos la travesía por Centroamérica rumbo a Estados Unidos que nos obligaría una vez más a salir de nuestra zona de confort y a reajustar las velas de nuestro viaje juntos. Aunque la decisión la tomamos entre los dos, con las uñas comidas, él fue mi impulso, como ha sido desde que lo conozco.

Mi temperamento soñador aterriza en sus consejos, y él me ha ayudado a materializar esos sueños que parecían imposibles. Siempre utilizo el término mapaternidad porque desde el primer momento todo ha sido entre los dos.

Él ha disfrutado, ha sufrido y ha vivido una paternidad al mil por ciento, como mismo me ha pasado a mí con la maternidad. Hemos crecido, cambiado y tomado decisiones muy difíciles, juntos, incluso cuando no estamos de acuerdo. 

Juntos aprendimos a cambiar pañales, a aliviar cólicos, a cargar a un bebé. Hemos dado los primeros pasos junto a Daniel y a Emma. Hemos temblado de miedo cuando alguno de ellos está enfermo o se da un golpe.

Él, al igual que yo, aprendió que los paños con vinagre sirven para bajar la fiebre, que cuando un bebé sufre de reflujo hay que dormirlo inclinado para que no se atore, y que la salida de los dientes es un verdadero dolor de cabeza.

La primera palabra de Daniel y luego de Emma ha sido papá. Y aunque yo simulo que me pongo celosa por eso, en realidad me siento feliz de tener un compañero con el que aligerar la carga, un amigo, un amante que no solo es mi pareja. Hemos formado un equipo que comparte cada tarea, con una complicidad que no imaginamos cuando vimos las dos primeras rayitas rojas. 

La historia de Yuniel: el papá de un ángel con parálisis cerebral

Yuniel Claro fue el médico que me atendió cuando estaba embarazada de Emma. Nunca imaginé que aquellos días de consultas interminables serían el inicio de una amistad-hermandad que se consolidó con el tiempo.

Mi mamá me había contado algo de su historia cuando trabajaron juntos durante la pandemia de COVID-19, pero luego lo fui conociendo mejor. Supe que tenía una niña con una parálisis cerebral que demandaba toda su atención, y también un niño pequeño que crecía feliz junto a su hermanita.

Debido a su condición neurológica, Brianna no podía caminar, hablar ni desarrollarse al mismo ritmo que otros niños. «Tienes mil ilusiones, mil planes. Jugar, pasear, hacer mil cosas con ella, y cuando llega el momento en que te dicen que tu niña tiene una parálisis cerebral es sumamente difícil porque te das cuenta de que tu niña no va a ser como las demás ni tu experiencia como padre será la misma del resto».

El diagnóstico llegó cuando la pequeña tenía pocos días de nacida. Así comenzaron los turnos, los tratamientos, las consultas, los viajes continuos a La Habana. Ellos vivían en Ciego de Ávila hasta que decidieron mudarse a la capital y empezar una nueva vida por el bienestar de su hija.


Tres años después, el matrimonio tuvo un segundo hijo. Según Yuniel, esa experiencia la disfrutaron mucho también. Experimentaron momentos nuevos para ellos, las primeras palabras, los primeros pasos. Por su condición de salud, con Brianna no pudieron vivirlo.

«Les recomiendo a todos los padres que tengan un niño con alguna discapacidad que se den la oportunidad si pueden de tener otros hijos, que acompañen a su hermanito o hermanita en este viaje juntos. Ahora esperamos con muchas ansias a nuestra bebé en camino, mi esposa tiene 36 semanas de gestación».

Cuando Brianna enfermó en abril de 2023, y la ingresaron con una neumonía atípica, Yuniel no imaginó que tendría que decirle adiós para siempre. Él siempre estuvo junto a ella, mientras su esposa Yara, embarazada, debió quedarse en la casa con el otro hijo para que no pasara esos días terribles del hospital.

Él cuenta que todo fue muy rápido. Con un nudo en la garganta me habla de ese momento terrible que vivió como una pesadilla. Cuando la doctora le informó que su hija no había salido del paro, se le rompió el corazón en mil pedazos.

Luego de ese día ―dice― carga con un vacío, esa angustia constante que le agobia. A la vez, busca las fuerzas para sobreponerse, enfrentar la vida con su otro niño y con la bebé que viene en camino. Intenta ser feliz y seguir adelante, por ella, por todos. 

«Me siento muy orgulloso de ella, feliz de los momentos que vivimos juntos, del tiempo que estuvo con nosotros, pidiéndole a la vida que nos deje salir adelante. Como malestar me queda que no conoció a su hermanita. Me imagino su cara de alegría si la hubiera visto. El dolor que siento es por no poder tenerla físicamente, pero estoy feliz de todo lo que hice por ella, y de todo lo que ella representó para nosotros. Si la vida me diera la oportunidad de volverla a tener, lo volvería a hacer todo de nuevo. Ella fue mi primera hija, y con la que comenzó esta prueba difícil, pero hermosa, de ser papá».  

Edisnel: la vida de un hogar monoparental

Conocí a Edisnel Columbi a través de mi primo. El nacimiento de su hija estuvo marcado por el fallecimiento de su esposa. Eso le cambió la vida para siempre.

Él estaba en la universidad estudiando latín cuando le avisaron que la niña iba a nacer. Recuerda que le dijo a la profesora que regresaría en la próxima clase a buscar sus notas, pero nunca más volvió. «Nunca más estudié, me dediqué cien por ciento a la paternidad», confiesa.

Cuenta que sus ideas no estaban claras en ese momento, pero cuando vio a Abigail tuvo una sensación muy agradable al sentir esa nueva vida que había procreado, y que demandaba mucho compromiso.

«Por más que uno se prepare, se planifique, los niños cuando llegan lo cambian todo. Empiezan a hacer su propio horario, a levantarse cuando quieren, a dormirse cuando quieren, y vas sobre la marcha asumiendo ese rol de padre», confiesa.

Para Edisnel, toda paternidad y maternidad conlleva grandes desafíos, requiere muchísima responsabilidad, incluso puede asustar. «En mi caso, el mayor desafío ha sido conjugar mi vida personal sin Abigail, y mi vida con ella».

Los primeros años en Estados Unidos fueron muy complicados para Edisnel. Cuando se emigra a otro país todo es nuevo. Si eres padre, mientras vas aprendiendo también debes educar a otra persona.

«Ha sido desafiante, pero poco a poco, uno va encontrando el camino. Hay que ser humilde para reconocer los errores, para reparar lo que se rompe y las cosas empiezan a fluir y logras organizarte y sacar tiempo para ella. Requiere mucha paciencia porque la paternidad es para toda la vida, aunque los hijos crezcan. Es muy difícil mantener ese equilibrio de estar siempre presente sin invadir su espacio».

Edisnel siempre ha contado con un amigo, un familiar, un conocido, que le han facilitado dentro de lo posible ejercer su paternidad y avanzar junto a su hija que ya cumple trece años.

«Sin esa ayuda no sé si lo hubiese logrado porque tuve que hacer cambios bastante drásticos en mi vida. Mis padres han sido un apoyo incondicional con la niña. Cada vez que he necesitado una mano siempre he tenido personas con las que puedo contar, ayudándola con la educación, cuidándola para yo poder salir a la carretera y hacer dinero. Uno se cree fuerte, capaz de hacer muchas cosas, pero hay problemas que son demasiado grandes y es muy difícil enfrentarlos solo. De ahí la importancia de tener una fuerte red de apoyo».

A sus 44 años, la vida de Edisnel es quizá diferente a la de muchas personas. Él decidió asumir un nuevo estilo de vida para su hija. Trabaja durante tres meses, hace cierta cantidad de dinero en Estados Unidos y luego se van a Francia por una temporada. Así repiten el ciclo durante todo el año.

Asumir ese estilo de vida diferente a la de los demás, quizás menos estable, por temporadas, conllevó muchos retos, mucha flexibilidad para asumir lo nuevo. Al principio, muchas personas pensaron que no lo iba a lograr. Pero después de varios años, él y su hija demostraron que ese método diferente funciona para ellos.

«Encontré este trabajo que es por contratos y me permite tener el estilo de vida que quiero. En la compañía gané cierta reputación, por lo que puedo tener mis propios horarios y trabajar a mi ritmo», asegura.

Él siente que literalmente tiene dos vidas. «Cuando estoy con Abigail en Francia me levanto dos horas antes, hago el desayuno, preparo la música que vamos a escuchar y luego la despierto a ella. Desayunamos juntos, hacemos una sobremesa, desde las ocho de la mañana hasta casi las nueve, cuando comienzan sus clases online. Luego viene la escuela desde las nueve hasta la una de la tarde, haciendo ejercicios juntos, me siento junto a ella. Después viene el almuerzo, por la tarde las tareas, salimos a hacer compras juntos, todo en función de ella, nada en función mía. No voy a un restaurante para adultos ni nada, esos tres meses básicamente son Abigail a tiempo completo».

Cuando Edisnel sale de esa burbuja con Abigail y regresan a Estados Unidos. Él retoma su vida laboral y personal. Viaja manejando el camión y cada cinco días toma un descanso que le permite conocer y pasear según el Estado norteamericano en el que se encuentre. 

Ahora están preparando un tour por distintas ciudades de Europa. Él quiere construir con su hija una experiencia inolvidable para que, cuando ella tome su propio rumbo, pueda recordar todo lo que vivió con su papá.

«Yo voy a cumplir trece años de enviudado. Aunque ha sido difícil, he tenido que aprender a dejar el pasado en su lugar, porque nuestros sentimientos y traumas no son los mismos para nuestros hijos. Arrastrar con eso puede dañarles el presente e incluso el futuro. Nosotros hablamos del tema, como una persona que estuvo en nuestras vidas, pero sin inculcarle a la fuerza lo que ella no vivió».

Los hijos no tienen que transitar ningún camino por los padres, aconseja Edisnel. «Hay que relajarse. La vida no es como se planifica. Yo estudié muchísimo hasta el día que nació Abigail. Hoy soy camionero. Están bien el esfuerzo, la proyección, hacer planes, pero también es bueno pensar que todo se puede derrumbar. Hay que inventar nuevos caminos y reinventarse, especialmente cuando se tiene hijos». 

Alex: un rostro detrás de la pantalla

Dayne es hija de una de las mejores amigas de mi mamá. Una de esas primas postizas que regala la vida. Cuando supe que ella sería mamá, me quedé sorprendida, porque eso de tener hijos me parecía tan lejano. Ilusa yo que, al poco tiempo, también saldría embarazada. Cuando conocí a su esposo, Alex Cardoso, no imaginé que, por esas casualidades del destino, se convertiría en parte de nuestra familia cuando emigramos.

Ahora somos vecinos en Estados Unidos. Hicimos la travesía más o menos al mismo tiempo, aunque él la hizo solo con su tío. Ha tenido que empezar de cero en este país lejos de Dayne y del pequeño Kamil. «Ser papá es una aventura y un desafío. A pesar de lo difícil, es lo mejor que me ha sucedido. Desde que supe que mi pequeño venía al mundo, fue total felicidad».

Para él, la paternidad es maravillosa. Es un mundo lleno de sorpresas, donde no existe preparación alguna, «es aprender al mismo tiempo que enseñas». «Es inexplicable lo que significó para mí ver la primera sonrisa de mi pequeño, sus primeros pasos, sus travesuras, su primera palabra, que te llame papá».

Alex recuerda que cierto día, en una conversación, dijo que a su hijo no le hacía falta nada, porque él trabajaba día y noche por garantizarle una vida de calidad. La otra persona le respondió que sí le faltaba, haciendo referencia a un futuro que en Cuba cada día es más incierto.

Poco tiempo después tomó la decisión de emigrar, para ofrecerle a su hijo otras oportunidades.

«Hoy mi paternidad es a distancia. Asumí este riesgo por él y para él. Ya son diez meses sin poder tenerlo entre mis brazos, diez meses que no lo veo crecer, diez meses en los que me he convertido en un rostro detrás de una pantalla. Hoy es difícil para mí y para tantos otros padres cubanos que tomaron la misma decisión por un futuro mejor para sus hijos». 

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Ketty

Cada vez que leo tus escritos mis ojos lloran y el corazón late más aprisa!!! Eres de las personas que llega al alma de cualquier ser!!!! Estoy segura tu mano zurda te llevará al éxito y serás el consuelo de muchos!!!!
Ketty

Karelia

Que bonito, palabras que tocan el corazon, es imposible leerte y no conmoverse, las lágrimas en mis ojos son prueba de ello, muchos se sentiran identificados y otros como yo, empezaran a ver la vida desde una perspectiva diferente, exitos!!
Karelia

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