La llegada de una hermanita: multiplicar el amor

Foto: Rachel Pereda

La llegada de una hermanita: multiplicar el amor

24 / febrero / 2023

Desde que Emma estaba en la barriga, Daniel estableció una conexión especial con «Tata». A través del ombligo, él se comunicaba con ella. Todas las noches le hablaba, le hacía masajes a la pancita (a veces demasiado fuertes), y le daba de su comida por medio de ese «huequito cómico» que les servía de comunicación.

No tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que ella lo escuchaba atentamente. Porque esos encuentros, barriga mediante, terminaban siempre con una patadita de Emma y movimientos dignos de una futura futbolista.

Los días que estuvimos en el hospital, yo soñaba con verlos juntos. Ese instante en el que sin importarme la herida de la cesárea me agaché para que el «Travieso» viera a su hermanita por primera vez nunca podré olvidarlo.

Él empezó a moverse sin saber qué hacer. Tenía los ojos con lágrimas, no sé si de emoción o nervios. Le tocó el pelo con tanta ternura que nos sorprendió, acostumbrados siempre a sus movimientos agitados. «Tata linda», repetía sin parar.

Recuerdo que por aquellos días Daniel tenía un poco de catarro y como Emma estaba recién nacida, intentamos que no se le acercara tanto para evitar que ella se contagiara. Pero él pedía su pequeño nasobuco y se lo ponía para estar cerca de Tata. Era su guardaespaldas y fotógrafo personal con su cámara de juguete.

Han pasado los meses a una velocidad increíble y hemos vivido aventuras muy difíciles los cuatro juntos, sin embargo, cada día vemos cómo crece esa complicidad entre hermanos. Se han convertido en compañeros de juego, de travesuras, en mis alumnos preferidos para las clases que damos todas las mañanas; en realidad, son mis dos únicos alumnos, pero con ellos me basta.

Emma gatea y persigue a Daniel por toda la casa. Se aguanta de él para levantarse y le mira golosa su comida. El Travieso no se despega de Tata, la abraza y le pone las medias. A veces sale corriendo para que ella le caiga atrás y todos reímos cuando escondidos comparten un poco de gelatina.

Sin duda alguna, en medio de este manicomio que puede ser la mapaternidad, verlos juntos es la felicidad más grande y compensa los días más difíciles.

¿Cómo le dices a un niño pequeño que llegará una hermanita?

La noticia de que Emma venía en camino fue un torbellino inesperado en nuestras vidas. Tuvimos que procesarla mientras cuidábamos de un niño todavía pequeño. Poco a poco nos organizamos y planificamos todo lo que debíamos ajustar en esos meses de embarazo.

Desde el principio supimos que debíamos incluir a Daniel en cada proceso, conversar mucho con él, aunque no entendiera del todo lo que estaba sucediendo, y así prepararlo para ese momento en el que mamá regresara a casa con una hermanita.

Nuevas necesidades que atender, nuevos horarios, un nuevo nivel de estrés desbloqueado y muchas preocupaciones.

Si fue difícil para nosotros asimilar los cambios (en la estructura familiar, en las rutinas, en el hogar), imagínense para un niño de poco más de un año y medio que todavía no sabe manejar sus emociones.

¿Cómo le explicas entonces lo que es un hermano y que mamá tendrá que pasar mucho tiempo con el nuevo integrante de la familia, por las atenciones y cuidados que requiere especialmente en los primeros meses?

Aunque por su corta edad Daniel no comprendía del todo lo que estaba sucediendo, desde el principio participó con nosotros en los preparativos. Le explicamos que su hermanita vivía en la barriga de mamá, como también estuvo él tiempo antes, hasta que estuviera lista para salir al mundo y conocerlo.

Daniel pintó el cuarto con papá, le donó su cuna a Tata, la cual en realidad él nunca utilizó. De hecho, tenía una cama pegada a la nuestra para tirar su piecito encima de nosotros todas las noches. Pero igual se sintió importante por regalarle su cunita blanca.

Ayudó a acomodar las toallitas húmedas, la ropita, los pañales, le donó juguetes y vivió cada segundo de la espera con nosotros, a la manera de un niño de menos de dos años, pero muy sensible y despierto. En realidad, creo que él comprendía más de lo que nosotros imaginábamos. Hacerlo cómplice de cada paso le dio algunas herramientas para asimilar mejor el cambio.

Le mostramos libros sobre la llegada de un nuevo miembro a la familia, le leímos cuentos sobre la relación entre hermanos y dejamos que hiciera sus propios planes con su Tata que venía en camino.

Llegó Emma: el Travieso como hermano mayor

Cuando llegamos con Emma a la casa nos parecía un sueño. Ese primer encuentro entre ellos fue lo más tierno que he vivido. Daniel tan delicado con su hermanita, tan nervioso, tan alegre como siempre, y yo feliz de estar con los dos.

Nos costó trabajo acomodarnos. Las malas noches, los cólicos, la teta, todo fue un desafío. Lográbamos dormir a uno y el otro se despertaba, o el llanto se volvía un coro que desafinaba en plena madrugada.

Comenzamos a incorporar nuevas rutinas, a establecer nuestros propios espacios seguros para pasar tiempo con ambos y evitar los celos del hermano mayor que hasta ese momento era el pequeño de la casa.

Cada vez que lograba dormir a Emma, pasaba tiempo con Daniel. Le daba sus clases, jugábamos juntos, leíamos, y en medio del caos nos íbamos acomodando.

A nosotros nos ha funcionado desde el principio pasar tiempo de calidad como familia. Con la llegada de Tata intentamos mantener nuestras tradiciones de disfraces y viajes imaginarios. No éramos padres primerizos, pero éramos primerizos en eso de tener dos hijos, así que cada paso era dado en terreno desconocido.

Nos daba miedo el difícil proceso que representaba para Daniel la llegada de Emma. Los especialistas hablan del síndrome del príncipe destronado para referirse a la mezcla de sentimientos que puede experimentar el hermano mayor, y el conflicto que le puede generar lidiar con tales emociones. Para ellos puede representar una amenaza a sus privilegios, atención y cuidado familiar, y eso dar paso a los celos.

Como todo lo relacionado con la mapaternidad, no existe un manual definitivo que nos enseñe los pasos que debemos seguir para hacerlo bien y enfrentar las nuevas circunstancias sin afectar a ninguno de los dos hijos.

Por tal motivo, aunque leímos mucho sobre el tema, en la práctica creamos nuestras iniciativas. Daniel nos alcanzaba el Desitin para Tata, el pañal, me ayudaba a buscarle la ropa y luego la entretenía para que pudiéramos cambiarla.

También le mantenemos su propio espacio y desde el principio hemos respetado cuando quiere jugar solo o no quiere estar cerca de Tata. A veces se vuelve posesivo con sus juguetes y también es normal. Ahora que Emma está dando sus primeros pasos, igualmente intentamos que aprenda a respetar el espacio de Daniel. Aunque, en definitiva, ellos se entienden y defienden de una manera muy auténtica.

Cuando decidimos hacer la difícil travesía para emigrar a Estados Unidos, Emma apenas tenía tres meses, cumplió los cuatro en el camino. En todo el trayecto, Daniel la cuidaba y si ella lloraba intentaba consolarla. A veces los dos querían los brazos de mamá a la vez, y en esos momentos me hubiese gustado ser un pulpo para poder contenerlos a ambos.

Para mí es lo más difícil y lo más certero de todo esto: intentar mantener el espacio de cada hijo, dedicarles tiempo por separado y, a la vez, crear un espacio común para estar todos juntos.

Paciencia, empatía, apoyo y mucho amor han sido las variables que nos han funcionado en la loca ecuación de tener dos niños pequeños.

Para nosotros, 2022 fue un año especial. La vida nos cambió para siempre. En abril recibimos a Emma y en agosto estábamos iniciando el viaje que nos hizo empezar de cero con ellos como nuestros cimientos más fuertes.

Sin embargo, para Daniel tuvo que ser un año muy difícil. Él vivió todos los procesos de una manera que todavía me sorprende. Se creció y nos enseñó que los niños logran entender más de lo que imaginamos. Gracias a él pudimos sonreír incluso en los momentos más tensos.

Emma cumplió diez meses y Daniel sus tres años. Poco a poco hemos ido acomodándonos y, aunque tenemos muchos momentos difíciles, en medio del caos establecemos nuestras rutinas para poder cuidar de los dos. Hoy mismo intenté terminar este texto cuando ellos dormían la siesta, pero ambos se despertaron llorando y de repente la casa se convirtió en un manicomio.

Entonces mamá se disfrazó, se puso su peluca y nariz de payasita, y logramos calmar la tormenta. Mañana será otro día; vivimos uno a la vez y aprendemos juntos. Crecemos todos un poco y el amor crece también. En definitiva, eso es lo más importante, ese amor tan grande que nos ha transformado de una manera increíble desde que somos padres de dos pequeños traviesos.

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Yuly

Simplemente maravilloso
Yuly

Ketty

Rache eres una gran persona,amiga ,mujer,hija,hermana y excellent escritora!!!! Con tu manito zurda puedes llegar muy lejos!!! Cada escrito es una historia q contar,todos para mi son perfectos!Cdo vuelva a nacer quiero ser una madre como tú!!! Llena de magia y fantasia!!! Bendiciones!!!
Ketty

Beatriz Blanco

Interesante reflexión felicidades, no detengas tus pasos en la crianza de tus hijos y continuar trasmitiendo esas vivencias.
Beatriz Blanco

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