«Vivo» se estrenó el 6 de agosto de 2021. Foto: Internet.
«Vivo» en La Habana. Cuba regresa a Netflix
16 / agosto / 2021
El pasado 6 de agosto Netflix incluyó como parte de su ciclo trimestral de estrenos Vivo, otro filme relacionado con Cuba. En 2016 apareció Vientos de La Habana (Félix Viscarret), la adaptación de una de las conocidas novelas escritas por Leonardo Padura, en sincronía con la miniserie documental The Cuba Libre Story. Un año más tarde, sumaron Cuba and the Cameraman, el documental que sintetiza la historia cubana posterior a 1959 a partir de 45 años de sistemáticos viajes que el periodista norteamericano Jon Alpert realizó a la Isla. En 2019 presentaron La red avispa (Olivier Assayas), inspirada en la red de espionaje que diera lugar a una de las últimas campañas ideológicas de Fidel Castro.
Vivo parece tomar distancia de esa tradición marcadamente histórica y sociológica, toda vez que se orienta al público infantil. Se trata de un filme de animación producido por Sony y pensado para la pantalla grande, pero los contratiempos de la pandemia propiciaron un contrato de exhibición y distribución con la plataforma de Internet.
LA VERDADERA MARTA SANDOVAL DE CUBA
La historia de Andrés (Juan de Marcos González) y Marta (Gloria Estefan), un dúo musical exitoso dentro del ambiente musical cubano republicano, se bifurca cuando la versátil cantante acepta un contrato de trabajo en Florida. Luego de más de sesenta años de silencio, Marta le escribe a Andrés —quien se gana la vida como músico callejero en las plazas de La Habana Vieja, junto a su pequeña mascota— para invitarlo al que sería su último concierto. La carta reactiva los sentimientos ocultos que Andrés sentía por Marta en su juventud, al punto de desempolvar la letra de una vieja canción en la cual le confiesa su amor, con el objetivo de obtener una segunda oportunidad. El pequeño kinkajú a quien Andrés bautizó como Vivo (con voz de Lin-Manuel Miranda) se opone al plan cuando advierte la posible desestabilización de su vida. Sin embargo, con la inesperada muerte de Andrés, Vivo toma la decisión de entregar la letra musical en manos de la destinataria con el objetivo de honrar la memoria de quien fuera su amo y protector.
Por encima de las socorridas estrategias de los recientes filmes animados norteamericanos: historia de amistad entre seres humanos y animales, intervalos musicales acompañados de coreografías, el invariable recorrido del héroe, etc., la historia de Vivo adquiere un interés particular a través de la reelaboración de los imaginarios de La Habana y Miami, y por su estrategia subliminal para mostrar la vida de los sectores migrantes cubanos menos visibles.
La ciudad cubana ocupa los primeros veinticinco minutos de la película. Aunque se trata de un dibujo animado, La Habana que muestran corresponde con los años de la presidencia de Barack Obama. El tránsito de turistas norteamericanos junto a la idea de una ciudad alegre, festiva y colorida circuló durante ese tiempo a través de videoclips, postales y películas ambientadas en la Isla. Pero lo más interesante es que la fricción política escapa de la frontalidad para enmascararse en las alusiones o metáforas que la historia presenta. Al inicio, al narrador se le escucha decir: «estos chicos tienen una vida perfecta»; mientras, en otro momento, Vivo le dice a Andrés que ellos son gente de pueblo, no de Miami, en un contraste claramente ideológico.
La escenografía no sobrepasa el perímetro de La Habana Vieja, donde solo circulan almendrones, turistas y pregoneros. Los sujetos cubanos ostentan una piel mulata casi en su totalidad, y todos se conocen bien o de manera parcial, son desinteresados y viven al compás de la música popular. Cuando por primera vez Andrés lee la carta en el malecón, todos los transeúntes se asombran en el momento en que se menciona el nombre de Marta, como si el paso de los años no hubiese mellado la memoria de sus años de gloria. Más extraordinaria aún resulta la reacción de las personas cuando el anciano titubea sobre la posibilidad de viajar o no a Miami. Todos infieren que se trata de un problema monetario e improvisan una colecta; lo cual implica no solo la posibilidad de que los cubanos pueden viajar libremente a Estados Unidos —de tener el dinero para el boleto de avión—, sino que la suma reunida de forma instantánea en la calle logra sobrepasar ese obstáculo.
Por su parte, las escenas de Miami están llenas de autos y edificios modernos, luces de neón y referencias a tecnologías e Internet. Aunque los contrastes entre las dos ciudades parecen salidas de la confrontación política, es evidente que responden a una contraposición norte-sur que la excede. Sin embargo, la verdadera clave para la lectura política la ofrece Vivo, la mascota que deviene real protagonista de la historia.
KINKAJÚ: ¿ANIMAL CUBANO?
A pesar de que los kinkajús no son animales endémicos de Cuba, sino de la selva centroamericana, su inclusión en la película sugiere una segunda lectura sobre Cuba y los cubanos. Si bien el anciano solo necesitaba un boleto de avión para irse a Estados Unidos, Vivo debió hacerlo de forma ilegal. Luego de conocer a Gaby, una pequeña niña cubanoamericana quien estaba de visita en la Isla, surge la posibilidad de marcharse a la Florida dentro de una de sus maletas. Una vez instalado en la casa de Gaby y su madre, en Cayo Hueso, Vivo debe trasladarse a Miami para entregar a Marta la letra musical y así cumplir su rol. Debido a la negativa de la madre de Gaby de llevarlos en auto y a la imposibilidad de tomar el bus local, Vivo, Gaby y otras niñas que se unen a la aventura completan el trayecto por los Everglades. El recorrido deviene peligroso, lleno de asedios de animales mortíferos y tormentas irascibles, lo cual alude de manera indirecta al trayecto de los migrantes cubanos por la selva del Darién. Al final, no deja de ser curioso que Vivo —quien en el inicio de la película se negara rotundamente a dejar la Isla y luego insinuara su deseo de regresar— se encuentre reproduciendo su trabajo de músico callejero en la Florida.
El rol que juega Vivo —un pequeño animal amaestrado que al hablar es solo inteligible para los espectadores, pero no para quienes lo rodean— señala la existencia de un tipo de sujeto al que la sobreexposición de la época de Obama no pudo dar voz. La película se convierte así en metáfora de un sujeto que, aunque sea el protagonista de muchas historias, termina aplastado por la circulación de narrativas de una cubanidad más vistosa y sofisticada.
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