Foto: Roy Leyra | CN360
Hacer magia con los uniformes escolares: las madres cubanas entre la inflación y la escasez
5 / septiembre / 2023
La llegada del nuevo curso escolar se ha convertido en una carga mental para las madres y padres que hacen magia a la hora de conseguir los útiles escolares, la merienda, el uniforme y todo lo necesario para el comienzo de la escuela.
En un mundo donde las varitas mágicas están reservadas para los libros de fantasía y las películas, las madres cubanas se han convertido en las auténticas hechiceras, al dominar el arte de la negociación, la búsqueda incansable y la creatividad desenfrenada. En lugar de pociones y encantamientos, se tienen que enfrentar a una profunda crisis económica, a la escasez de recursos de un mercado cada día más inestable y a una inflación que no cede.
El problema no radica solo en la localización del uniforme, sino en la habilidad de las madres para transformar los recursos limitados en auténticos tesoros. La magia está en encontrar una manera de hacer que las piezas ajusten (porque las tallas nunca coinciden con las de los niños), que las sayas duren un año más y que los uniformes usados tengan la apariencia de nuevos.
Uniforme escolar: ¿mantener la igualdad?
La venta de uniformes escolares para el curso 2023-2024 comenzó desde agosto de 2023 en toda Cuba. Cada provincia tiene un calendario previsto para que la distribución sea escalonada y todos los estudiantes obtengan su ropa de escuela antes de septiembre.
La directora de Ventas y Mercancías del Grupo Empresarial de Comercio (GECI) Rosmery Mas declaró a la prensa nacional a inicios de agosto que se priorizó la venta de dos piezas para preescolar y quinto grado, y una en el caso de los demás grados iniciales. Mas aseguró que la cantidad y la calidad del producto están garantizadas. Sin embargo, también dijo que existe una escasa correspondencia en el tamaño de las camisas con los pantalones y las sayas.
«La confección de los uniformes no salió como se había previsto por la falta de tejidos en el país. Es necesario adoptar variantes para que todos puedan lucir sus uniformes el primer día de clases», refirió.
¿Cuáles son las variantes que ofrece el Estado para que los niños puedan ir a la escuela con su uniforme escolar? En la práctica, encontrar esas alternativas recae siempre en los padres.
Habana es una niña que comenzará preescolar este año. Su mamá Wendy Oliva dice que además de la cola interminable casi al iniciar el curso, porque en su zona la venta comenzó el 30 de agosto, le dieron una talla tan grande para su hija que incluso le sirvió a ella.
«Todos los de Primaria son enormes, y el de Secundaria, igual, tres tallas por encima. Ahora hay que ver si una costurera me lo puede arreglar en tan poco tiempo, porque hay que hacerlo prácticamente nuevo, y cuánto me cobrará», dice Wendy, residente en el reparto capitalino Capdevila.
Según Raquel Puñales, una de esas madres que hace magia para conseguir todo lo que sus hijos necesitan para la escuela, «las colas (para comprar uniformes) son kilométricas. Si quieres coger talla chiquita, tiene que ser apenas lleguen los uniformes y quedarte a dormir ahí o pagar un turno», cuenta.
En el grupo de Facebook «Madres cubanas en Cuba y por el mundo», las madres debaten con frecuencia el tema de los uniformes, buscando ofertas, intercambios y alternativas que les permitan conseguir lo necesario para que sus niños puedan asistir a la escuela.
Una de las integrantes del grupo, Nala Cartaya, asegura que su hija comenzará el curso escolar en ropa civil porque tuvo que comprar el uniforme luego de días de cola. Incluso, tuvo que ir a la casa de la profesora que había salido de vacaciones y se había llevado los bonos. «Hoy fue que pude comprar y lo que me dieron fue talla 14 y 16 para una niña que empieza preescolar. Inconcebible. Ninguna costurera me va a poder hacer el uniforme en tan poco tiempo, porque prácticamente hay que hacerlo nuevo de lo enormes que están».
Por su parte, Martha Plasencia plantea que, en cualquier momento, van a quitar el uniforme debido a la situación del país.
Con respecto a este tema, Raquel Puñales recuerda que cuando reiniciaron las actividades escolares luego de la pandemia de la COVID-19 varias escuelas permitieron que los niños fueran en «ropa de calle», ante la carencia de uniformes. Sin embargo, el permiso fue poco consuelo para las madres que vieron romperse con el uso diario las pocas ropas que tenían sus hijos para salir.
Mercado informal y los precios de la inflación
Debido al desabastecimiento de las tiendas del Estado, la población cubana tiene que recurrir al mercado informal para conseguir la mayoría de los artículos de primera necesidad, los textiles y de calzado, incluidos el uniforme escolar.
«Ahora mismo, un pantalón de Secundaria está en 700 pesos y en 500 las camisas», dice Raquel Puñales.
En algunas redes sociales, especialmente en Facebook, existe una gran cantidad de grupos relacionados con el uniforme escolar en los que se pueden encontrar piezas para todas las edades y enseñanzas. Es increíble el flujo de ventas.
¿Cómo llegan estos productos a los revendedores? Muchas veces no son dos o tres piezas, sino grandes cantidades. Los precios fluctúan, pero la mayoría son demasiado altos para los salarios cubanos.
Por ejemplo, en el grupo público «Uniformes escolares» de Facebook, un usuario ofertó uniformes de Secundaria a 800 pesos cada pieza, Tecnológico a 1 200 cada pieza y Medicina, 1 200 cada pieza.
Yisel Yuque, que emigró a Estados Unidos hace un año junto a su esposo y su hija (ahora en tercer grado), recuerda bien los problemas relacionados con el uniforme, incluso desde que ella era niña.
«De eso hace mucho porque ya tengo 30 años, pero nunca olvidaré los trabajos que mi mamá pasaba, como muchas madres, para comprar el uniforme. Todos los años las largas filas, el día completo. Siempre había una discusión porque alguien se coló o por la otra que vendía turnos. Mucho trabajo para tan solo una saya y dos blusas», comenta.
Yisel recuerda también que, como ahora, el resto del uniforme lo tenía que comprar por fuera con las revendedoras a precios elevados y así poder tener más blusas para toda la semana y otra saya. Conseguir lo demás, las medias, los tenis, la mochila, era también una odisea. «Eso siempre ha existido en Cuba: la escasez, el agrupamiento de personas y las madres cubanas pasando trabajo con sus niños», afirma.
Cuando su niña iba a comenzar preescolar en Cuba, Yisel pasó las mismas necesidades que atravesó su mamá en épocas anteriores. «Cuando me tocó la compra del uniforme, pagué un turno para evitar la cola. Daban lo mismo, una saya y dos blusas. Tuve que completar los uniformes con una costurera porque en la tienda no había la talla de mi hija; todas eran muy grandes».
Alternativas ante las dificultades
En este escenario de dificultades, las madres cubanas improvisan. «Yo tuve que comprar una sábana blanca y de ahí la costurera logró hacerme cinco camisas para mi niño. Eso fue unos cursos atrás, porque el problema del uniforme ha estado desde siempre», refiere Raquel Puñales.
Otras madres también ofrecen intercambiar alguna pieza por otra talla que sea adecuada para sus hijos. Además, hay costureras que se dedican a la confección a medida de los uniformes, aunque muchas han cesado los servicios por la gran demanda y la falta de suministros.
Entre esos negocios está el MaryTere´s Bazar, dedicado a la confección de calzado, bolsos y prendas textiles artesanales para hombres, mujeres y niños. El emprendimiento ofrecía confecciones para todas las tallas y enseñanzas de los uniformes escolares, pero debido al gran volumen de trabajo recibido dieron por culminada la oferta hasta nuevo aviso y así lo anunciaron en su página de Facebook.
Como resultado de esa escasez, la diáspora cubana en el exilio también busca alternativas para ayudar a la familia en Cuba.
La tienda Ño, que barato, en el corazón de Hialeah en Miami, es famosa por ofrecer artículos necesarios para enviar a la isla, entre ellos, el uniforme escolar. En ese mercado conocido como el «Walmart cubano», las camisas y blusas cuestan 10 dólares, al igual que los shorts de Primaria; mientras que las sayas y pantalones tienen un precio de 12.99.
Los envíos no se hacen directamente a Cuba. Por tanto, el familiar tiene que mandarlos a través de una agencia o persona que vaya a la isla.
Lorena Rodríguez es una de esas madres que ha recibido apoyo de esta forma. Ella tiene tres hijos de distintas edades, pero a ninguno le corresponde uniforme este curso. El papá de su hijo de 14 años envió el uniforme de noveno grado desde Estados Unidos porque no le servía el que lleva usando desde séptimo. Sin embargo, todavía debe encontrar soluciones para el resto.
«Mi niña tiene nueve años y pasó para cuarto grado, tampoco le tocó uniforme y solo tiene una blusa y una saya porque ha crecido mucho, lo que es delgada, por eso le sirve todavía. Todos los días tendré que lavar la blusita cuando llegue de la escuela, como he tenido que hacer en cursos anteriores, al igual que el uniforme del mayor que pasó para duodécimo grado», afirma Lorena, quien vive en el capitalino municipio Boyeros.
El uniforme escolar se ha convertido en una preocupación adicional para muchas familias cubanas que se ven en la encrucijada de equilibrar necesidades básicas, como la alimentación, con los requerimientos educativos de sus hijos.
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