Foto tomada de Made by Hanny (Instagram)
Hanny Valenciaga: las manos detrás de la creación de funkos personalizados en Cuba
12 / mayo / 2023
En algún lugar del mundo hay una Ana de Armas hecha de maicena, acetato, acrílico, vinagre y aceite para bebés. Mide menos de 20 centímetros y tiene los ojos completamente negros. Es la muñeca que la artesana cubana Hanny Valenciaga creó para la Ana de Armas de carne y hueso; y que representa a la actriz en su interpretación de Marilyn Monroe en la película Blonde.
Hanny tiene 27 años y hace funkos, muñecos de aspecto aniñado cuyas enormes cabezas contrastan con sus cuerpos. Se les llama así por la empresa que los comercializa en varios países. Por lo general, son una versión en vinilo de personajes de la cultura popular.
En 2019, Valenciaga se graduó de Comunicación Social en la Universidad de La Habana. Tras unos años de servicio social decidió tomar otro camino. En febrero de 2021 fundó Made by Hanny, un proyecto personal en el que cubre todos los puestos: desde la manufactura de las piezas hasta la gestión de redes sociales.
Al inicio no quería hacer funkos. No le llamaban la atención. Hasta que una persona le pidió uno y aceptó. No recuerda exactamente qué figura fue. Pero sí recuerda el encargo que la convenció de hacer funkos; uno del cantante británico Ed Sheeran.
Desde entonces su catálogo ha sido variopinto: desde la Venus de Botticelli hasta Pepito de Vampiros en La Habana pasando por el Pinocho de Guillermo del Toro.
Aunque, probablemente, su funko más famoso es Marilyn de Armas.
Historia de un regalo…
Era de madrugada cuando le enviaron a Hanny una foto en la que se ve a Ana de Armas sosteniendo a su «yo» en miniatura. Hanny la subió a sus redes sociales y se hizo viral. «Todavía no puedo hablar mucho. Gracias, Luis Alberto», escribió en un post en Facebook.
El Luis Alberto que menciona no es otro que el actor cubano Luis Alberto García, conocido por sus apariciones en los filmes Clandestinos (1987), Ya no es antes (2016) o la serie de Disney Star Plus El grito de las mariposas (2023).
Podría decirse que, de alguna forma, el regalo para Ana de Armas comenzó a gestarse en 1976. Ese año se estrenó Taxi Driver, película en la que Robert de Niro encarna a Travis Bickle, uno de los personajes favoritos de García. La esposa del actor cubano contactó a Hanny para hacerle un regalo de cumpleaños en noviembre de 2022. Y Hanny le hizo un Travis Bickle funko a García sin saber que era para él.
«Él me volvió a contactar en otra ocasión, en febrero de este año [2023]. Quería devolverle el gesto a su esposa. Me pidió que le hiciera un funko inspirado en su personaje de Elpidio en La vida es silbar».
Contento con su Elpidio, García le comentó a Hanny que existía la posibilidad de que ella le hiciera un funko a Ana de Armas. El encargo sería para abril y como no había seguridad de que realmente sucediera, Hanny optó por dejarlo pasar. Tenía bastante trabajo en ese momento y no quería ilusionarse con algo que quizá nunca sucediera.
A finales de abril, García le hizo una llamada perdida luego de la medianoche. «¿Será lo de Ana de Armas?», pensó. Sí, era.
De Armas es de sus actrices favoritas. Ambas crecieron en Mayabeque, a 42 kilómetros de distancia una de la otra. La actriz en el municipio Santa Cruz del Norte; la artesana, en San José de las Lajas.
Hanny dejó a un lado todo lo que estaba haciendo y se centró en la muñeca de Ana. Quiso hacerla distinta a otros funkos. De hecho, hacía algún tiempo había hecho una Marilyn Monroe. Notó que, en Blonde, Ana tenía el pelo de una forma muy particular. Intentó imitar ese rasgo que hacía única a la de su creación.
«Nunca trato de reproducir diseños existentes. Trato de imprimirles algo de mi estilo que los haga especiales. Aunque yo haga un mismo trabajo repetidas veces, nunca va a quedar igual».
Lo siguiente fue empacarla. We Box You, el emprendimiento de otra cubana, Evelin Rosales Cortina, fue el encargado de hacerlo.
Cuando le hizo llegar su trabajo a Luis Alberto García, deseó en secreto que le enviara una foto con Ana de Armas sosteniéndolo. Pero no le dijo. No quiso ser insistente.
El 30 de abril, día en que la actriz cumplió 35 años, Hanny se pasó horas pegada al teléfono esperando alguna evidencia. Después de las tres de la mañana su deseo se cumplió.
«Antes de la foto, yo tenía dos mil y pico de seguidores en Instagram. Ahora tengo más de cuatro mil cuatrocientos», dijo. «La foto ayuda a que muchas personas valoren más mi trabajo. La labor del artesano en Cuba no es tan considerada. Es una oportunidad para que se conozca el trabajo de las personas que creamos con nuestras manos».
Desde el 30 de abril, confesó, no ha podido sentarse a trabajar. Siente que el curso de los acontecimientos y responder a cada una de las miles de personas que han comentado en su publicación le drenaron las energías.
…y de una reconciliación
Cuando era niña, Hanny se enfermó y estuvo una semana sin ir a la escuela. En esos siete días vio mucha televisión e intentó replicar en plastilina los personajes que veía en la pantalla. Los adultos celebraron sus creaciones y ella fue feliz.
El interés por crear perduró, aunque quizá no de una forma activa. De vez en cuando participaba en concursos locales de artesanía, pero nada más. En una feria de artesanos durante el preuniversitario, descubrió un material que no conocía. Era cerámica fría, un tanto más resistente que la plastilina y de más durabilidad.
Hanny creció y terminó la universidad. Se mudó a La Habana; y un día resolvió que era hora de empezar a hacer lo que verdaderamente le gustaba. Recordó su anterior encuentro con la cerámica fría y pidió ayuda a personas cercanas. Una tía le regaló un poco de acetato, guardaba un poco de maicena en casa y encontró videos instructivos en YouTube para aprender a hacer la masa. Al principio no le salió bien.
«Yo no sabía lo que era bueno o malo», recordó. Su formación fue autodidacta. «Nunca he recibido un curso de cerámica fría. No he tenido a nadie que me guiara».
Su primera creación no superaba los tres centímetros. Lo subió a un estado de WhatsApp y una muchacha se interesó en ella. Al inicio solo hacía cosas pequeñas: llaveros, imanes, aretes. Made by Hanny tomaba forma, pasó de ser un proyecto personal a «una reconciliación con la niña que fui».
En otros países, asegura Hanny, se puede comprar la masa preparada. En cambio, para los cubanos esto resultaría muy costoso. Por eso ella realiza todo el proceso: «Mezclo la maicena, el aceite de bebé y el vinagre en un bol. Después cocino la masa y la dejo enfriar. Luego tengo que amasar y amasar, esperar que se seque y pintar las secciones».
El proceso de pintado es de los que más le cuesta. Solo tiene cinco colores: negro, blanco, amarillo, rojo y azul. Para lograr otros tonos debe mezclarlos y «no es lo ideal».
La falta de materia prima es para ella lo más difícil de superar. Sobre todo, porque, asegura, no hay forma de cambiar un material por otro o de utilizar alternativas. Esto es especialmente complicado en un país donde la escasez de cualquier insumo imaginable es una constante diaria. «Me han vendido acetato que no sirve para cerámica fría y he perdido el dinero. Me han vendido maicena mezclada con harina y la masa no se ha hecho. He usado materiales reciclados, como tapas, para hacer sombreros».
También los precios altos y ascendentes por la crisis y una conexión a Internet deficiente le impiden trabajar más rápido y llegar a más personas.
Sin embargo, cuando ve las cosas en perspectiva, Hanny considera que ha tenido más ayudas que contratiempos. Su red de apoyo más inmediata es su familia, amigos y pareja; luego está un compañero de su beca universitaria que, años después de terminada la universidad, le enseñó algunos elementos de artesanía; la señora que le vendía los cartoncitos para los aretes y los envoltorios hechos de papel kraft; el amigo diseñador que le regaló pinturas acrílicas; los empaques de We Box You y, antes, los amigos que la ayudaban a empacar las figuras cuando vivía en un apartamento en San Agustín; la chica que le enseñó que la masa podía cocinarse en el microwave.
A su catálogo quiere añadir la categoría que ella define como «clásico». Personajes históricos y ficticios que veía de niña: los cantantes Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, los animados soviéticos, personajes del cine cubano, pintores.
Tiene parte del camino adelantado. Sus últimas creaciones incluyen a Van Gogh, a Basquiat y a la intrépida Coraline, protagonista de la película del mismo nombre dirigida por Henry Selick; un personaje que le aterraba y fascinaba cuando pequeña. Sigue esperando que alguien le solicite algún personaje de Tim Burton, su director de cine favorito. Guarda con cariño la imagen de un José Martí que hizo para una persona muy querida, se lo entregó una semana antes de que emigrara.
Aún se recupera emocionalmente del impacto que tuvo el funko de Ana de Armas. Todavía le llueven los «me gusta» y la foto de la actriz se sigue compartiendo. «Me ha llegado muchísimo más trabajo y es complicado, porque Made by Hanny es impulsado solo por mí», mencionó.
Aunque no descarta en el futuro hacerlo, no ha «considerado nunca pedir ayuda».
Su proyecto tiene su nombre y eso implica para ella una responsabilidad con la persona que le encargue algo. Otros artesanos tienen su estilo y sus formas. Hanny tiene las suyas. Si alguien más interviene, quizá «no sería Made by Hanny».
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Victor Enrique Esperón Rodríguez