Mario Calzadilla García supo que lo suyo era el hostal siendo apenas un niño. Tuvo la certeza tras conocer la experiencia de una amiga que hospedaba en un inmueble con menos condiciones que las de su hogar. Las ganancias, el trato con gente diferente, el embellecimiento de la casa… Para él ese negocio lo tenía todo claro, para su madre no.
“Le insistí tanto a mi mamá que terminó aceptando la idea”, revela Mario. A ella le sacó cuentas esclarecedoras de la rentabilidad del hostal. Con aquella casona que empezaba a gritar por mantenimientos, apremiaba salir adelante.
Mientras los muchachos jugaban en la calle él pensaba dónde poner los muebles, cómo pintar las paredes, cómo y qué cocinar… No obstante, la llegada del dinero significó la pérdida de la privacidad familiar. Vendrían más sacrificios.
“Cogí la Licenciatura en Derecho porque le vi ventajas para el negocio. Me fui para La Habana a estudiar, y desde allá llamaba a diario para controlar, y cuando venía, antes de bañarme o comer, examinaba la casa”.
Los búcaros, el patio de árboles frutales, los pavos reales, el ranchón, la piscina, el patio, la parrillada… Las manos de Mario están en todo Green House. Por esa oblicuidad de sus manos no se quedó en La Habana.
“Cuando me gradué me ubicaron en el Ministerio de Finanzas y Precios, y lo cambié por la Oficina Nacional de la Administración Tributaria de Camagüey, porque allí podía aprender bien sobre las normas que rigen el trabajo por cuenta propia”.
También entendió rápido que en Cuba ni con la mano de Midas consigue lo que demanda un hostal.
“Para nosotros no hay un mercado con precios mayoristas, eso nos encarece los servicios. Una vez se perdió el papel sanitario en todo Camagüey y tuvimos que poner servilletas en los baños, le explicamos a los extranjeros y se mostraron receptivos, pero qué pena… Para enfrentar las crisis de suministros compramos de todo en grandes cantidades, somos cazadores en las tiendas”.
La capacitación de la mano de obra es otro rollo. “El Estado ahora nos permite contratar gente graduada de las escuelas Formatur, pero no deja que se capaciten allá mis trabajadores, que ya están probados. Y la fluctuación del personal es algo también problemático. No todo el mundo aguanta. Prefiero a personas experimentadas, amas de casa. No quiero jóvenes porque buscan ingresos por hacer poco y son complicados de enseñar”, estima Mario, y la cara se le llena de evocaciones amargas.
Recuerda otro problema: el turismo sexual. Gente que ha buscado convertirle la casa en burdel. “Son ilegales esas prácticas, y hay quien no quiere entender eso. Hay normas que respetar. Y no discriminamos. Somos de las pocas casas en Camagüey con un ambiente gay friendly. Con ese público tenemos excelentes experiencias, y menos intentos de búsqueda de sexo fácil”.
En Green House, con cuatro habitaciones en explotación, esperan por el boom del turismo norteamericano en la isla para invertir en dos más.
“Para ese entonces supongo que a las personas naturales, al menos a los hosteleros con demostradas solvencia y seriedad tributaria, nos permitan poseer varias casas para expandirnos y así hasta el Estado gana más”.
“Ir a contracorriente no me preocupa, ahora mismo muchos quieren dejar la isla. Yo he ido dos veces a Sudáfrica y me han invitado a Italia. Sí quiero viajar, pero es en Cuba donde quiero quedarme, es aquí donde quiero echar pa’lante”.
comentarios
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Jorge Rodriguez
“Traigo oxidado el corazón
Me hace falta cuerda
Mi alma necesita transfusión
Sangre de mi tierra”
Pero sangre fresca,la de los emprendedores, los dreamers criollos y gracias SERRANO por estos trabajos,mas frecuentes please,por ultimo un pedido personal,no te dejes el bigote hermano,que eso nos trae malos recuerdos,gracias.