De acuerdo con las informaciones ofrecidas por las autoridades cubanas durante las sesiones de la Asamblea Nacional, el producto interno bruto (PIB) tendrá una contracción de 1-2 % durante 2023, muy lejos del incremento pronosticado de un 3 %. Lo anterior viene a confirmar lo que se observa desde 2020, que la economía cubana permanece estancada —aunque se reportaron ligeros crecimientos en 2021 y 2022— y que no ha entrado en una senda de recuperación sostenible.
Como referencia, las cifras significan que el PIB real (a precios constantes de 1997) estaría en niveles similares a los de 2013. Dicho de otra forma, se puede hablar de una «década perdida» en términos de la dinámica del PIB. Si se proyecta el ritmo de la recuperación alcanzado desde 2021, serían necesarios 14 años para recobrar los valores del PIB de 2018, que constituye el máximo antes de la crisis actual.
En medio del actual panorama, es particularmente preocupante la trayectoria de los sectores productores de bienes (industria y agricultura), así como los servicios productivos. Si en 2022 el volumen de producción en esas ramas era un 20 % inferior a los niveles precrisis, los datos ofrecidos por la oficialidad indican que el retroceso continuó en el año que concluye.
La zafra azucarera de 2023 extendió la mala racha de un sector que ya no produce suficiente ni para el consumo interno. Algunos diputados reconocieron que la contienda que apenas comienza va por mal camino y dejaron en entredicho los modestos pronósticos del Gobierno. Los bajos niveles de siembra y los deprimidos rendimientos apuntan hacia una continuación del declive de la otrora omnipresente rama. La nota medianamente positiva estuvo a cargo del turismo internacional, que si bien reporta incrementos en visitantes e ingresos, queda a la zaga de otros competidores en el área y de los niveles anteriores a la pandemia.
El Gobierno también contabilizó una reducción del 4 % en la ocupación total en el sector formal. Pero el comportamiento está determinado por el sector público y las empresas estatales, mientras que el sector privado (mipymes y cuentapropistas) sigue creando nuevos puestos de trabajo —en parte impulsado por mayores ingresos—. Se han vuelto recurrentes las quejas en diferentes actividades referidas a la elevada rotación de la fuerza de trabajo, lo que incide de forma negativa en la acumulación de capital humano y en la productividad.
La crisis se manifiesta, en primer lugar, en el sector externo. Las exportaciones quedan por debajo de lo previsto y con un nivel estimado de 9 000 millones de dólares —solo son ligeramente superiores a 2022 y muy inferiores a las cifras anteriores a la pandemia—. Asimismo, es esperable que los niveles de endeudamiento se hayan mantenido en ascenso, en tanto la inversión extranjera no despega como fuente importante de financiamiento externo.
Los pobres resultados productivos se traducen en los graves desequilibrios macroeconómicos que caracterizan la economía cubana. Aunque se proyecta que la inflación en 2023 alcance un 30 % anual, se verifican grandes diferencias en los distintos segmentos del mercado. En el sector no estatal e informal, en el que se presume que los precios reflejan en mayor medida los desequilibrios existentes, las autoridades estiman tasas superiores al 60 % en 2023. Estudios recientes demuestran que los datos oficiales pueden estar subestimando el número real —que estaría por encima del 100 % anual desde 2021—. La última cifra es más consistente con la realidad que viven los ciudadanos a diario.
Un factor importante en la dinámica económica tiene que ver con los abultados déficits fiscales de los últimos años. Desde antes de la pandemia, la brecha había excedido el 5 % del PIB y desde 2020 (por cuatro años consecutivos) se ha ubicado por encima del 10 %. Se puede estimar que el indicador va a cerrar 2023 en el entorno del 15 %. La propuesta de presupuesto que se presentó para 2024 incluye una expansión adicional del déficit público.
Dado que el déficit se monetiza, ello supone una presión adicional sobre los precios y el tipo de cambio, en un escenario en el que se mantiene una aguda escasez de divisas. No obstante, el Gobierno anunció un conjunto de medidas que incluyen aumentos apreciables de precios de varios productos y que apuntan a aumentar los ingresos fiscales para contener el agujero en las finanzas públicas.
La recuperación económica y el restablecimiento de los equilibrios macroeconómicos son objetivos interrelacionados. Un plan de estabilización sin medidas estructurales que expandan la oferta sostenidamente tiene escasas posibilidades de progresar. Por otro lado, la dependencia externa es tal, que es difícil imaginar cómo puede crecer la producción sin resolver el estrangulamiento financiero externo. Tanto los posibles inversionistas y acreedores externos, como el capital privado nacional, esperan un marco de actuación predecible antes de comprometer los recursos que desesperadamente necesita Cuba. Actuar sobre los síntomas (la inflación) sin atender las causas es un camino que ha sido transitado sin resultados positivos.
El Gobierno se inclina a ofrecer un nuevo contrato social en el que los individuos y las familias tienen mayor responsabilidad en la satisfacción de sus necesidades, incluso las básicas. Subsidios a personas, no a productos, se ha dicho. Pero se trata de un camino de doble vía. Lo que no parece claro es hasta dónde está dispuesto a llegar para ofrecerles la posibilidad de que así sea.
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