Foto: Otmaro Rodríguez. Tomada de OnCubaNews

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La gastronomía y el comercio estatal cubano: persistentes dolores de cabeza

26 / febrero / 2020

Quien le dedique tiempo a caminar por las manzanas que conforman la calle 23, la calle “I”, la calle 25 y la calle F, podrá apreciar un fenómeno interesante. En la esquina de 25 y G, un restaurante privado permanece con sus capacidades casi siempre cubiertas desde las 8:30 am y en los horarios de almuerzo y comida es difícil encontrar una mesa. Más abajo, en 23 y G de la senda que corre del Vedado hacia Marianao, otro establecimiento, quizás una cooperativa, también logra tener clientes con bastante frecuencia.

Pero en la esquina que hace la diagonal, el Castillo de Jagua, un restaurante de muchísima tradición, que recibió una fuerte inversión del presupuesto (no sé si local, provincial o nacional), recién reparado y modernizado, permanece con mesas que agonizan en la soledad y la desatención de los clientes.

Raro. Ahí los precios, por esa suerte de ser estatal, están más al alcance de la media del bolsillo cubano que en los otros dos antes mencionados. Sin embargo, su nivel de ocupación dista bastante del de aquellos otros.

Ocurre lo mismo en la esquina de San Lázaro e Infanta. De un lado El Vicky con sus mesas ocupadas y del otro la antigua ostionera con sus banquetas vacías. ¡Misterio!

“No hacemos nada con reanimar un establecimiento si las ofertas no logran mantenerse en el tiempo”, dijo el presidente Díaz-Canel hace pocos días en el balance anual de la gestión del Ministerio de Comercio Interior (Mincin).

Pero ya sabemos que el comercio y la gastronomía son siempre un gran misterio. Hay sitios que nacen como tocados por la suerte y otros que por más que se haga, permanecen en un estado de cuasi rigor mortis.

Que la gastronomía y el comercio estatal han sido, desde 1968, uno de los sectores que más dolores de cabeza le ha traído al gobierno y más pérdidas a la economía nacional, no es una noticia.

Que ese sector, también desde la misma fecha, se ha convertido en un agujero negro por donde desaparece, por diversas razones y hacia diferentes destinos, una parte de la riqueza que el pueblo crea, tampoco es noticia.

Nótense estos datos que brinda el Anuario Estadístico Cubano 2018. En ese año se dedicaron recursos de inversión a los sectores del comercio y las reparaciones de bienes personales y a restaurantes y hoteles la cifra de 592,8 millones de peso, mientas en la ciencia se invirtieron 57 millones, en la educación 339,9 y en la salud pública 301,2.

Que una parte del manejo de estos negocios estatales sirve a intereses privados que lucran con recursos del Estado y utilizan los dineros del pueblo para financiar sus gastos de operaciones y obtener lucros espurios individuales que nada tienen que ver ni con el esfuerzo realizado, ni con la calidad del servicio prestado, ni con los recursos individuales invertidos, es también conocido desde hace mucho tiempo.

El el balance del Mincin mencionado arriba, Díaz-Canel informó que este año no habrá créditos bancarios ni intervención del presupuesto estatal para cubrir pérdidas por robos en la actividad de comercio y la gastronomía.

Durante estos casi cincuenta años el Estado ha intentado una y otra vez controlar, enmendar, rectificar, perfeccionar, los “mecanismos” bajo los cuales opera el sector. Pero los resultados obtenidos en todos estos diferentes intentos han quedado lejos del propósito.

El costo del intento del control ha sido tan alto como el costo del descontrol y como la vida ha demostrado en todos estos años, no ha sido realmente efectivo.

El comercio y la gastronomía estatal son de esas piedras con las que, no solo hemos chocado más de una vez, sino también de aquellas que constantemente recogemos y las volvemos a lanzar delante de nosotros.

Adelanto que parto del supuesto de que la mayoría de los compañeros que trabajan en el comercio y la gastronomía estatal son buenas personas, honestos y comparten con todos nosotros la visión de país que aprobamos hace algún tiempo.

Asumo que los compañeros que hoy desempeñan altas responsabilidades en el Ministerio de Comercio Interior están identificados con el esfuerzo de transformación que el presidente Díaz-Canel lidera; que su actual ministra y su cuadros se esfuerzan para lograr mejoras sustanciales en el sector, y que todos están preparados para desempeñar sus cargos y tienen suficiente experiencia y oficio; que tienen su corazón puesto en Cuba y su mente ocupada ciento por ciento en la tarea.

Sin embargo, los resultados y la realidad del sector dejan mucho que desear. Subrayo por eso que el problema no es únicamente de hombres y mujeres o cuadros, ni tampoco de nuevos mecanismos. Algo más debe haber.

También es cierto que las dificultades actuales, incluyendo el incremento del bloqueo estadounidense lo hace todo más difícil. Pero en los años ochenta, con toda la ayuda soviética y un presupuesto mucho más holgado, tampoco el comercio y la gastronomía estatal logró satisfacer en cantidad y calidad las expectativas y demandas de la población cubana.

Entonces, –y esta sería la pregunta científica– si todo lo anterior es una realidad constatada y abordada una y otra vez en las diferentes instancias de decisión en nuestro país, tanto en sesiones públicas como en otras no tan públicas, ¿por qué se insiste en la idea de mejorar, perfeccionar, mantener un sector estatal en la gastronomía y el comercio relativamente grande, disperso, atomizado, tecnológicamente atrasado, con prácticas gerenciales y comerciales poco efectivas e ineficientes que concentra un buena parte de las pérdidas y de los subsidios que el Estado, como representante del pueblo tiene que erogar?

Adelanto entonces algunas hipótesis:

1. La decisión de mantener una presencia elevada del Estado en la propiedad y la gestión estatal obedece a consideraciones políticas para mantener la preponderancia del sector socialista en la economía.

Sin embargo, la gastronomía, o mejor, los establecimientos gastronómicos, no parecen encontrar espacio en esa definición de medios fundamentales de producción que aparece en el documento de la Conceptualización. Los establecimientos gastronómicos y comerciales no parecen ser decisivos para el desarrollo ni para la seguridad del país.

Es cierto, no obstante, que generan una gran cantidad de empleo, según el Anuario Estadístico Cubano 2018, el empleo en el sector del comercio alcanzó las 465 300 personas, tanto como la educación o como el sector de la salud, casi diez veces los empleados en la industria azucarera, cien mil más que los empleados en el sector industrial cubano y doscientos mil más que los empleados en la construcción.

Claro que el hecho de que una parte de ese empleo deje de ser estatal no necesariamente implica que se pierdan esos empleos, solo que dejarían de ser empleados estatales y pasarían a engrosar las filas de los empleados del sector no estatal, con lo cual el peso del sector no estatal en el empleo casi igualaría el del sector estatal empresarial.

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2. Mantener la propiedad y la gestión estatal directa sobre el sector del comercio y la gastronomía permite obtener recursos (ingresos fiscales) decisivos para el Estado que no pueden ser compensados con otras fuentes.

Vayamos a los datos, el Capítulo 14 del Anuario Estadístico de Cuba ofrece información muy útil[1]. En el año 2018 el valor de la circulación mercantil mayorista[2] fue de 32 186,6 millones de pesos, mientras que el valor de la circulación mercantil minorista[3] fue de 14 791,1 millones de pesos. Ambos crecieron en relación al año anterior (2017) en 1.6% y 8.3%. Sin embargo, los datos agregados no distinguen entre el sistema atendido por el Mincin y el otro sistema atendido por otras empresas.

Para el 2019, publicaba Cubadebate que “la circulación mercantil (mayorista) del sistema empresarial atendido alcanzó 8 mil 376 millones de pesos, el 99 % del plan, decreciendo en 763 millones de pesos con respecto a 2018”.

Ello quiere decir que en el año 2018 la circulación mayorista en el sistema que atiende el Mincin fue de 9 139 millones, si la circulación mayorista total en ese año fue de 32 186,6 millones en el 2018, entonces el Mincin “atiende” el 28,3% de toda la circulación mayorista del país, poca más de la cuarta parte.

Tarea difícil regular el comercio interior del país atendiendo solo la cuarta parte de la circulación mercantil mayorista.

En cuanto a la circulación mercantil minorista, no aparecen las cifras públicas en el reporte de Cubadebate, entonces si asumimos la misma proporción que para la circulación mercantil mayorista[4] (28,3%), el sistema del Mincin alcanzó un volumen de 4 185,8 millones de pesos cubanos.

Sumando la circulación mercantil mayorista y minorista en manos del Mincin tenemos que la facturación total fue de 13 324,8 millones de pesos, que no es poco dinero.

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Vista desde la perspectiva del presupuesto del Estado, se tiene que las entradas[6] al presupuesto alcanzaron en el 2018 la cifra de 85 390 millones de pesos de los cuales corresponden a las ventas minoristas 35 155 millones de pesos, esto es, el 41% de todas las entradas al presupuesto del Estado, una magnitud para nada despreciable que obliga siempre a pensar si la desestatización del comercio minorista no conduciría a una drástica reducción de ingresos al presupuesto haciendo más tensa la situación fiscal del país.

La pregunta sería: ¿convertir a gestión privada este segmento del comercio permitiría ingresar la misma cantidad vía impuestos?

Hoy por hoy, creo que no existe la posibilidad de compensar con ingresos vía impuestos, los ingresos directos que el Estado obtiene vía ventas del sector del comercio y la gastronomía, ni otros sectores que permita semejantes ingresos, ni una base fiscal suficientemente amplia que compense aquel ingreso.

Esta sí puede ser una razón de peso para mantener el actual sector de comercio y gastronomía de propiedad y gestión 100% estatal. Entonces, ¿tendremos que seguir tropezando con esa misma piedra por algún tiempo más?

 

Notas:

[1] Toda la información que se ofrece en el capítulo abarca las entidades estatales nacionales y territoriales, se incluyen, además, las sociedades mercantiles cubanas y mixtas que tienen actividades de comercio mayorista y minorista.

[2] Recoge la distribución al por mayor de productos alimenticios y no alimenticios que realizan aquellas empresas que tienen esta función como principal o secundaria. Comprende, además, la distribución con destino a los fondos mercantiles (contiene el comercio minorista, alimentación pública que incluye los comedores obreros y alojamiento), el consumo intermedio, el consumo social y otros destinos.

[3] Representa las ventas de mercancías realizadas a la población para su consumo personal. La circulación mercantil minorista de bienes está conformada por:  Ventas en el comercio minorista, ventas en la alimentación pública.

[4] Dada la cantidad de puntos de venta del otro sistema, la proporción correspondiente al sistema del Mincin puede ser menor.

[5] Llama la atención la segunda fuente de entradas al presupuesto, denominadas Otras entradas, sin embargo, la explicación que aparece en el Anuario no permite hacerse una idea, ni aproximada sobre sus orígenes. Otras entradas: sumatoria de otros conceptos de entradas no comprendidos en los indicadores seleccionados de circulación monetaria.

[6] Entradas: Suma de los indicadores seleccionados de circulación monetaria que representan ingresos del sector estatal de la economía en sus cuentas bancarias, provenientes del sector no estatal. Comprende: circulación mercantil, servicios a la población, impuestos y contribuciones al Presupuesto, y amortizaciones de créditos.

 

Este texto fue publicado originalmente en OnCubaNews. Se republica íntegramente en elTOQUE con la intención de ofrecer contenidos e ideas variadas y desde diferentes perspectivas a nuestras audiencias. Lo que aquí se reproduce no es necesariamente la postura editorial de nuestro medio.

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Salvador F. Morales

Quizá no sabremos nunca, cuántas fortunas personales de hoy, empezaron a acumularse por allá por los tiempos de la Ofensiva Revolucionaria, administrando un pequeño quiosquito. Desde entonces, las “unidades” gastronómicas y de comercio de la República de Cuba, han proporcionado a sus clientes (usuarios se les dijo también), la mayor colección de maltratos, ultrajes, adulteraciones (de productos, precios y normas higiénicas) que ojos humanos hayan visto, parafraseando al Almirante. Y sí, es cierto, hoy se aprecian sin mucho esfuerzo, las diferencias que hay entre restaurantes privados o cooperativas y los que pertenecen a alguna empresa del Estado, como el citado Castillo de Jagua, que pertenece a la Empresa de Restaurantes Habana. Pero más que una mayor o menor concurrencia de clientes, mayor o menor oferta, mejor o peor trato, la diferencia más notable entre privados y estatales es precisamente, LA EMPRESA, ese aparato administrativo que además de tener que adecuarse a los vaivenes de orientaciones políticas y administrativas del municipio, provincia, etc., está lleno de personajes enquistados en los tiempos del CAME o de nuevos funcionarios, cuya preocupación mayor parece ser, aferrarse con dientes y uñas a viejas prácticas y sobre todo, ”quemar” el teléfono de restaurantes y cafeterías para solicitar favores que van desde “sepárame un cake (gratis) para esta tarde”, “acuérdate que hoy voy a almorzar (gratis) con unos amigos” o “te voy a mandar a la cuñada de la novia del hijo de mi vecino, con su familia, para que me los atiendas (gratis) por allá”. Con esos problemillas no tienen que lidiar el privado, ni la cooperativa. Pregunto, dónde está la empresa que dirige al Vicky, a La Esencia, a La Fuente, a Pizzas Pachy o a Fábrica de Arte. Argumento, Coppelia, una heladería estatal a la que vamos más por costumbre que por amor, nos deja siempre con el deseo de que le caigan como castigo y a la misma vez, la privatización y hasta el neoliberalismo, si con eso va a dejar de disgustarnos. No voy a dar recetas, porque en este asunto no soy el chef, sino el comensal, solo tengo la convicción de que así, no funciona, no funciona.
Salvador F. Morales

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