Las cifras son contundentes: cada 55 minutos hay un accidente de tránsito en Cuba y cada 13 horas fallece una persona como resultado de ello. Además de la indisciplina vial y la escasa percepción del riesgo, una de las razones que más pesa son las pésimas condiciones de las vías.
Los datos aportados por el periódico Granma, el 5 de diciembre de 2019, no distan mucho de los de 2018, año en el que el país tuvo, en promedio, dos fallecidos, 21 lesionados y 29 accidentes cada día, según explicó el coronel Roberto Rodríguez Fernández, jefe de la Dirección Nacional de Tránsito, en el programa televisivo Mesa Redonda, el 5 de junio del pasado año. Rodríguez Fernández enumeró los rasgos de la situación operativa en el tema accidentes. El primero fue: los “altos niveles de indisciplina vial y escasa percepción del riesgo tanto por peatones como por conductores”, y el segundo: la “deficiente infraestructura vial y de señalización”.
La situación en la Isla suma a lo que según la Organización Mundial de la Salud es un problema de toda América Latina donde cada año, los accidentes en las vías causan la muerte de aproximadamente 154.000 personas. Según la misma organización, la seguridad vial es una asignatura pendiente para muchos gobiernos de la región y un importante problema de salud pública, particularmente para los países de bajos y medianos ingresos.
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Según la Ley 109 de Código de Seguridad Vial, aprobada por el Parlamento en 2010, “la obligación de proteger y mantener en buen estado las vías” corresponde a “la autoridad administrativa” que las atiende, “de acuerdo con la clasificación basada en su interés socioeconómico”, “y en tal sentido planifica en su presupuesto los recursos requeridos para ello”. ¿Cuál es esta autoridad en cada caso?
Al ministerio del Transporte (Mitrans) corresponden las vías nacionales; al Consejo de la Administración Provincial del Poder Popular, las provinciales; al Consejo de la Administración Municipal, las municipales; y a la entidad determinada [empresas, otros ministerios, etc.] las vías de interés específico, detalla la legislación.
Aunque no salga en “La letra del año”, (importante ceremonia religiosa de adivinación y pronóstico de los principales temas) o en los horóscopos, la reparación de viales en el país podría ser un tema importante en el año que inicia, a juzgar por el énfasis y la reiteración de ciertas declaraciones según las cuales el gobierno “prevé destinar este año más de 174 millones de pesos al programa vial y ejecutar 31 inversiones fundamentalmente en el sector del turismo, la Zona Especial de Desarrollo Mariel y otras obras de interés económico y social”.
La prensa estatal anunció que se concentrarán esfuerzos en la rehabilitación de autopistas, carreteras y puentes y se atenderá “la necesidad de hacer uso de todas las tecnologías de que dispone el país para el mantenimiento y reparación” de estas arterias. Tal y como evaluó el presidente Miguel Díaz-Canel, se tendrán en cuenta “las estrategias locales que puedan ponerse en práctica y permitan dar respuestas desde la comunidad a sus propios problemas”.
7,6 DE CADA 10 CALLES EN REGULAR O MAL ESTADO
De acuerdo con datos ofrecidos por el diario Granma —que usa como fuente Mitrans— la red vial de la Isla “abarca 71.138 km. De ese total, el 24 por ciento se evalúa en buen estado, el 37 por ciento se encuentra en condiciones regulares y el 39 por ciento en mal estado”. O sea, 7,6 de cada 10 calles están en regular o mal estado.
En el programa televisivo Mesa Redonda del 26 de enero de 2012 el entonces director del Centro Nacional de Vialidad, Carlos Bárcena Ramos, manifestó que de las vías de interés nacional, el 58 por ciento estaba en buen estado en 2011, con lo cual se comprende que a pesar de los proyectos y esfuerzos declarados y/o acometidos, la picada en ese renglón ha sido indetenible.
Tratándose entonces de una crisis que lleva décadas, la gente común lo ha incorporado a su cotidianidad, como casi siempre sucede entre cubanos, con resignación y humorismo. Al rastrear en Youtube puede encontrarse audiovisuales del último lustro en los que los comediantes más populares del momento echan leña a la interminable hoguera de las sendas agujereadas. Uno de ellos comentaba que ya la calle Línea/Avenida 31 de La Habana tiene un escalón más alto que el resto del pavimento, porque cada vez que arriba a la nación un significativo visitante —los dos últimos papas, Barack Obama, etc.— la asfaltan nuevamente, para que pasen por allí, mientras las demás permanecen con sus inamovibles cráteres.
LA “NOVELA” HISTÓRICA
Una búsqueda rápida por la web permite comprobar cómo el asunto de los viales se torna una “novela” en cada territorio cubano. Con más o menos sistematicidad aparecen textos, reveladores de las angustias locales y globales al respecto, de sus causas y consecuencias.
“Si la situación del mal estado de algunas vías principales continúa, a Sancti Spíritus, en lugar de reconocerla por su emblemático río Yayabo, dentro de poco la identificarían como la ciudad de los baches”, se dolía la periodista Xiomara Alsina, el 29 octubre de 2018 en el semanario Escambray.
Ocho meses más tarde, en el propio medio, la reportera Delia Proenza comenzaba otro trabajo de la siguiente forma: “Heridas aquí, heridas allá. Casi siempre largas, sin cicatrizar. Ásperas huellas que hacen brincar los ciclos y vehículos automotores. A veces, oquedades que provocan accidentes; furnias inadvertidas o, en el mejor de los casos, con un palo y un trapo rojo en el extremo superior, colocado a modo de aviso”. Se trataba, obviamente, del mismo perro con distinto collar.
La Habana, que vivió el fasto de sus 500 años con miles de fuegos artificiales, tiene también miles de grietas en sus vías públicas esperando por soluciones. En diciembre de 2018, el semanario Tribuna de La Habana se refería a “las avenidas que presentan la vulnerabilidad de décadas sin mantenimiento, rehabilitación y reconstrucción, debido a las carencias de recursos imprescindibles para asumir un programa de miles de millones de dólares en medio del recrudecimiento del bloqueo impuesto a Cuba por el gobierno de los Estados Unidos”.
El caso de Moa, en la oriental provincia Holguín, es bastante significativo. Siendo un sitio que ha aportado grandes dividendos a la nación, por la riqueza del níquel en su suelo, las circunstancias de vida allí dejan mucho que desear.
En una reunión donde participó el mandatario Díaz-Canel, en septiembre de 2018, la presidenta del Consejo de la Administración Municipal moense, Gisela Mendoza Sierra, señaló que el mal estado de los viales y del fondo habitacional eran precisamente los temas más complejos de la localidad.
Al occidente de la Isla, el artemiseño municipio Bahía Honda vio cómo a inicios de octubre de 2018 le fue retirado el servicio de Ómnibus Nacionales que enlaza con la capital del país porque la carretera se encontraba dañada por el huracán Michael, según denunció en un comentario televisivo la periodista Gisela García Rivero. Curiosamente, reseñaba la analista, Artemisa fue la provincia más beneficiada con acciones de asfaltado en ese año, de acuerdo con datos del Ministerio de la Construcción (Micons), entidad que junto al Mitrans ejecuta obras de este corte.
Angustias similares han experimentado los vecinos de Manzano de Majaguabo, en el municipio santiaguero de San Luis, según narró en carta a Juventud Rebelde Jesús Cabrera Arguelles, el 24 de enero de 2019. Los sendas que unen la comunidad con otros asentamientos están llenas de huecos, zanjas y desvíos, refería en su misiva el santiaguero.
Y agregaba: “Pobres de los operados y enfermos que por necesidad deben ser trasladados por allí […]. Parte de esa odisea ocurre en el tramo de San Luis hasta el central Chile, donde único se observa lo poco que queda del pavimento de antaño. El resto del recorrido hasta el Paraíso y más, casi parecido, pero sin rastro de lo que fue. Cuando llega la temporada de lluvias es un infierno viajar con los atasques de los carros cargados de mercancías. Y lo más importante: las vidas humanas que se han visto en grandes apuros”.
CAUSAS Y ABSURDOS
En 1989 el Micons producía 2`200.000 toneladas de mezcla asfáltica, con lo cual se le podía dar mantenimiento a más de 4.400 kilómetros de carreteras anualmente, en acciones de bacheo, recape, resane. Era una situación muy favorable, refirió en la citada Mesa Redonda de enero de 2012, Calixto Galiano Ramírez, en ese momento director de Ingeniería del Ministerio.
Luego del derrumbe soviético y de Europa del Este y el mazazo económico que ello representó para la Isla caribeña, nunca más se han recuperado aquellos niveles de producción de asfalto.
Si bien esta resalta como la causa principal de que el ritmo de mantenimiento y reconstrucción de las sendas se haya desfasado tanto en la Mayor de las Antillas, hay otros factores no despreciables.
El Código de Vialidad es muy preciso al indicar que “el autorizado a realizar obras en la vía está obligado a restablecerla a su estado original y cumplir los requerimientos técnicos y de calidad establecidos”, y que “los consejos de la administración provinciales y municipales del Poder Popular, conforme a sus respectivas competencias, supervisan la ejecución de las obras” […] y garantizan la necesaria coordinación entre los ejecutores de trabajos de vialidad y labores en redes soterradas.
Sin embargo, pululan los ejemplos de malas prácticas y descoordinación: “Duele ver cómo, después de pavimentada una vía, se autoriza romperla con el pretexto de las instalaciones de agua; pero luego no se fiscaliza su terminación hasta lograr el sellado correcto”, respondía a Escambray en 2018, Yosvel Salvador Pérez, director de Servicios Comunales en el municipio Sancti Spirítus.
En un comentario para la revista Haciendo Radio, en 2014, el periodista Francisco Rodríguez Cruz expresaba: “Podría poner ejemplos de lugares donde se rehabilitaron unas calles y otras contiguas y de similar importancia no se han tocado; e incluso hasta de una misma carretera en la cual se reparó un pedazo, y el otro quedó tal y como estaba. O de chapucerías en las reparaciones que dejan desniveles en la vía o no resuelven los problemas que dan origen a los baches, y por tanto al poco tiempo los huecos vuelven a resurgir sin remedio”.
En septiembre de 2019, de un total de 29 inversiones de viales a ejecutarse, 15 reportaban atrasos “por carencia de recursos, tales como áridos, cemento, acero, líquidos asfálticos y combustible” y por “problemas de capacidad constructiva y afectaciones climatológicas”, detalló un reportaje del Noticiero Nacional de Televisión.
En el caso de los puentes, cuya reparación es más compleja porque demanda personal y recursos especializados, muchas veces su nivel de caducidad no se corresponde con situaciones climatológicas adversas, de las que frecuentemente afectan al país. De ahí que terminen colapsando.
Una palabra que no deja de repetirse en informes, textos de prensa, declaraciones, proyectos relacionados con los viales es “sostenibilidad”. No obstante, al parecer en este sector los empeños no son sostenibles. Equipos y maquinarias de trabajo obsoletos, malas condiciones de labor para una tarea que por lo general se realiza en condiciones de desgaste: intemperie, sol, altas temperaturas, materiales abrasadores; remuneración insuficiente… Son muchos los agujeros de la vieja carretera.
AUTOPISTA, CENTRAL Y PROYECCIONES
La única vía que conecta al país, pasando por todas las cabeceras provinciales, excepto Cienfuegos, es la vetusta Carretera Central, terminada a inicios de la década de 1930 y carente de mantenimientos oportunos. El flamante proyecto de la Autopista que conectaría modernamente la nación, se quedó a medias —hasta Taguasco, Sancti Spíritus— con la crisis iniciada en 1990.
Si bien el sueño de terminar esta vía expresa de varios carriles ya es casi una quimera inalcanzable en el sentir de muchos, la añeja Central demanda atenciones urgentes. En 2017, el periodista Daniel Valero, comentaba al respecto: “El reducido ancho de la ruta es otro motivo de inquietud. Al ser inaugurada, sus más de seis metros bastaban para dar cabida a cuánto vehículo necesitara transitarla; hoy cualquier cruce entre dos transportes de cierto tamaño demanda de sus conductores toda la sangre fría de un corredor de Fórmula Uno.
“En el Plan de 2019 y hasta el 2030 se mantienen como inversiones priorizadas las asociadas al desarrollo de la cayería norte del país y de la Zona Especial de Desarrollo Mariel, así como obras de interés turístico y otras en el ámbito económico-social. Además, se pone énfasis en el mejoramiento de la señalización en las vías y continúan las actividades relacionadas con el sellado de grietas, pavimentación, fresado y reparación de puentes y alcantarillas, fundamentalmente en la Autopista Nacional y la Carretera Central”, reseñaba Cubadebate, en junio último.
Desde el Presidente, pasando por el actual ministro de Transporte, hasta los funcionarios de menor jerarquía, se ha hecho mucho hincapié como se ha reseñado en las publicaciones oficiales, en la necesidad de descentralizar un tanto esta tarea y que cada territorio encuentre fórmulas viables para reparar sus arterias. ¿Se logrará en este año? ¿Se desatarán al fin las autonomías locales?
En 2012, el ingeniero Oscar del Toro, inspector general del transporte, informó en la Mesa Redonda que el país había aprobado dos años antes la Estrategia Nacional de Seguridad Vial y una de sus metas era “alcanzar en un término de cinco años que las vías de interés nacional tengan un estado bueno en un 80 por ciento, y el restante 20 por ciento tenga un estado regular”.
La realidad, ya sabemos, ha sido bastante distinta. Y los datos no dejan de zumbar: cada 13 horas, un fallecido; cada 55 minutos, un accidente…
*Texto producido en alianza con Connectas
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Eduardo