No hay día al despertar que no me entere de que un amigo o algún artista decidió o piensa dejar Cuba.
Hace unos meses llegué a Madrid desde La Habana por una invitación de Pablo Milanés y de su esposa, Nancy Pérez Rey, para acompañarlos en una gira de conciertos por varias provincias de España. Pero Pablo falleció después de luchar durante años contra un cáncer. En ese intervalo, tomó fuerzas de las reservas para despedirse de los cubanos con su último concierto en La Habana. Antes me había dicho que no podía estar mucho tiempo fuera de Cuba por el peso enorme de la nostalgia y que le daba nuevas energías el contacto directo con su público en la isla. En ese concierto interpretó uno de sus clásicos, que retrata la actual crisis migratoria que vive Cuba y cuyas bases pueden encontrarse en la propia historia de Cuba después de 1959. Pablo, en la canción Éxodo, mencionó uno por uno los nombres de amigos que ya no están o que vio desaparecer en la distancia y la lejanía.
Quizá, sin quererlo, yo había sido parte durante algún tiempo de esa migración que azota Cuba, ese país querido y entrañable que también se ha convertido en el país de las ausencias.
Desde el piso que rento junto a mi madre en Las Rozas, en las afueras de Madrid, reviso cada mañana las noticias de Cuba y confirmo la estampida de cubanos de la que no escapan sobre todo las nuevas generaciones de músicos.
Los artistas cubanos han migrado desde hace décadas, especialmente para buscar otros horizontes más expansivos para su obra, y han influido de forma notable en escenas como el jazz; pero en este momento la migración también está marcada por el peso de la crisis económica y de las diferencias políticas.
Una de las últimas imágenes del éxodo que devolvió el ordenador fue la del grupo Qva Libre, del cual estuve cerca desde su formación.
La foto es un resumen de lo que es hoy una franja importante de Cuba. El vocalista Lenier Waño llega al Aeropuerto Internacional de Miami y es recibido por el resto de los integrantes de Qva Libre, banda que movió las tardes y noches habaneras durante años. Los músicos se abrazan, bromean y aseguran que «esto empieza ahora». El abrazo, los chistes, las miradas hablan por sí solos y se van repitiendo en otros aeropuertos, en otras ciudades, en otros países.
La agrupación hizo su entrada en el 2000 en el circuito underground habanero. Años más tarde, coquetearon con el reguetón y otras escenas comerciales para tocar con sus manos el significado que le atribuían a la popularidad.
En 2005 participaron en la película Habana Blues, del español Benito Zambrano, un testimonio invaluable de la situación de los músicos que se movían bajo el radar del oficialismo. En su vuelo hacia la llamada capital del exilio cubano, no la tendrán fácil con su música sostenida sobre el ska, el rock y demás géneros. Pero prefirieron asumir la difícil necesidad de la reinvención antes de quedarse repasando los lugares comunes de su carrera en la isla.
Cuba es conocida mundialmente por ser uno de los países de mayor creatividad y pujanza musical. Y es cierto. Ahí han nacido músicos con una influencia notable en el jazz, la canción de autor, la música popular y las vanguardias musicales. No pocos de esos artistas iconos que en su día mostraron apoyo al proceso político revolucionario han tomado distancia del actual Gobierno del presidente Miguel Díaz-Canel. No solo decidieron establecerse en otros sitios, sino que han hecho públicas sus críticas a lo que consideran el ejercicio represivo de las autoridades comunistas contra las protestas antigubernamentales del 11 de julio de 2021.
A vuelo de pájaro podemos mencionar a Chucho Valdés y a Leo Brouwer, dos nombres que cambiaron el rostro de la música cubana con aportes aplaudidos en todo el planeta.
La emigración, se sabe, es también hija del dolor. Uno de los hechos más estremecedores de la actual crisis migratoria fue la muerte por ahogamiento del dj y productor Ernesto Hidalgo, alias Tiko, cuando intentaba cruzar hacia Estados Unidos por la región mexicana de Tijuana.
Tiko, de 39 años, era uno de los rostros más relevantes de la música electrónica en Cuba y uno de los símbolos del género. Su muerte dejó huérfana a una zona trascendente de la música electrónica cubana y sin la figura principal a los festivales que organizaba. Mejor suerte corrió Djoy de Cuba, el pionero de esa escena en Cuba, que estableció en los últimos años su base de operaciones en Florida.
Haydée Milanés acaba de radicarse también en Florida junto a su hija y su esposo, el fotógrafo Alejandro Gutiérrez, quien cruzó la frontera sur para reunirse con ellas.
Haydée se había forjado una de las carreras más sólidas en la música cubana contemporánea con miles de seguidores en todo el país. A su vez, era una de las artistas más críticas contra las políticas del Gobierno de la isla en declaraciones publicadas en sus redes sociales. Haydée acaba de compartir escenario en Miami junto a Leoni Torres, otro de los artistas cubanos recientemente emigrados y una de las voces más reconocidas de la música popular de la isla.
Juan Carlos Suárez, cantautor que formó en Cuba el grupo Polaroid junto a Miguel y Jenny Díaz-Canel Villanueva, hijos del presidente cubano, es otro de los jóvenes compositores que no le vio salida a su vida y a su obra en Cuba. Polaroid es una banda muy interesante por su propuesta creativa influida por el lirismo del rock argentino y la obra de trovadores cubanos como Santiago Feliú. La agrupación se desintegró por diferencias artísticas entre sus fundadores. Juan Carlos continuó su rumbo como cantautor independiente. En EE. UU. espera el permiso de trabajo mientras publica en redes sus nuevas canciones y sus ideas políticas.
Ante este repaso de la incertidumbre y los vacíos en una zona nada despreciable de la música cubana, uno se pregunta qué será del público en la isla que ha perdido la cotidianidad y el roce con artistas que cantaban en Cuba con la voz de un pueblo, que se sentía reconocido en la obra y la posición de varios de ellos. Hoy solo pueden verlos en videos e imágenes de conciertos que llegan desde la distancia, en una lejanía que cada vez se hace más voraz.
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