Daylín y Nayvis hicieron un estudio de mercado y no encontraron en La Habana un taller de mantenimiento y reparación como el que tenían en mente. Con su idea se han convertido en mujeres que arreglan bicicletas, despiertan la incredulidad y atraen a curiosos.
“A mucha gente le parece una idea un poco loca, diferente. En realidad, contamos con las herramientas que se requieren y el trabajo no nos parece rudo, más bien delicado, se adecua perfectamente a las mujeres; a veces nos embarramos las manos de grasa, pero al terminar volvemos a embellecernos”, sonríe la jefa del taller, Nayvis Díaz.
En el Vélo Cuba, todo permanece ordenado y curiosamente limpio. Dicen que un principio de su trabajo es no entregar jamás una bicicleta sucia. Durante año y medio de servicios, en su automatizada base de datos cuentan con alrededor de 300 clientes nacionales y extranjeros. Están ufanas con su servicio, llegan a decir que no conocen de otro sitio como este ni en la Isla ni en otros.
“Hay clientes, la mayoría hombres, cuando entran dicen ¡¿todas mujeres?!, y un poco que se asustan”, reconocen las chicas.
“Eso dura dos segundos”, insiste Nayvis. “Cuando se percatan de la profesionalidad, que conocemos el trabajo, se sienten muy bien, y salen con su bicicleta reparada, a veces transformada, ellos mismos nos dan la publicidad y recomiendan con otros”.
Mientras Nayvis sabía algo de gerencia, pero de bicis solo montarlas, Daylín Carbó, jefa de los mecánicos, sí traía experiencia de ciclista. A ella le corresponde revisar el trabajo de todos, corregirlo y dar el listo para la entrega.
“Desde los doce años estoy en este mundo, ya tengo 30 y sigo en esto. No fui campeona, pero me dediqué a la mecánica y creo que por esta vía soy buena. Tengo seis trabajadores a mi cargo y yo no estudié para dirigir; me entiendo mejor con las chicas, los hombres son muy desordenados.”
Por muy pintoresco que parezca el negocio, a ellas, como a cualquier mecánico en el país, se les vuelve muy difícil conseguir las piezas de repuesto.
No disponen de una tienda mayorista para adquirirlas y los precios son los mismos para toda la población. Como no pueden resolver esa causa de insatisfacción en los usuarios, tratan al menos de esclarecer bien las normas en el trato con el cliente y ubicar en lugar visible el listado de precios.
Las chicas y chicos de Vélo Cuba abren su taller de la calle 21, entre K y L, en el capitalino barrio del Vedado, de lunes a sábado, de 9:30 am a 5:00 pm. Frente a la pérdida de algunos modales, exigen a quienes llegan los “buenos días” o “buenas tardes”, antes de requerir cualquier atención. Interesadas en el aporte social, realizan descuentos del 30% en el precio a jubilados y estudiantes, a los niños del 50 % y además reparan gratis los sillones de ruedas.
Lamentablemente en Cuba no hay infraestructura adecuada para los ciclistas.
“Con respecto a la infraestructura se han perdido todas las ciclovías, se ha lacerado la amabilidad de los choferes de otro tipo de transporte para con nosotros, por eso sugerimos siempre el uso de calles alternas a las principales” – explica Nayvis. También hace falta un apoyo gubernamental con la venta de cascos para protegerse y determinar días para en espacios como el centro histórico transitar sólo en bicicletas, así sucede en el mundo y al mismo tiempo disminuye la contaminación”.
Las chicas bicicleteras y mecánicas tienen un club para informar sobre los beneficios a la salud. Recomiendan andar en bici por ecología, trabajo cardiovascular, tonificación y fuerza de los músculos, economía y bienestar. Ya ninguno de los empleados de Vélo Cuba utiliza otro vehículo.
La próxima meta es abrir más talleres por toda la ciudad. Ya preparan uno en La Habana Vieja. Convocarán a más mujeres y a hombres, porque ellas no quieren discriminar.
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