Las ruinas del ocio en Cuba

Interior del antiguo Cine Omega en La Habana, actual sede del proyecto CubaCirco Pioneril. Foto: Meilin Puertas

Las ruinas del ocio en Cuba

26 / noviembre / 2021

Un incendio destruyó el restaurante Moscú en 1989. Como si se tratara de una premonición del comunismo en Rusia, el lujoso Moscú con sus tradicionales platos soviéticos cerró sus puertas para no abrirlas más.

Han pasado 32 años; el tiempo y la naturaleza se han encargado de darle una visión posapocalíptica. Sus ruinas en peligro de derrumbe permanecen abiertas y sirven tanto de basurero como de refugio para quienes vagan en las noches.


Solo una cuadra lo separa de la icónica Rampa, sección de la avenida 23 del Vedado que comienza en la heladería Coppelia y termina en Malecón. Esta zona fue llamada en otro tiempo el Broadway habanero por la alta concentración de cines y vida cultural, pero hoy conserva poco de aquella luminosidad.

Sus aceras, consideradas una «galería al aire libre», exponen 16 diseños repartidos en 180 mosaicos de 15 reconocidos artistas cubanos; entre ellos, Wifredo Lam, René Portocarrero y Amelia Peláez.

Sin embargo, a pesar de que el proyecto fue declarado Monumento Nacional en 2014, muchas piezas muestran hoy un estado de conservación pobre. Algunas están desgastadas o han sido mutiladas como consecuencia de remodelaciones emergentes en servicios públicos de agua y electricidad.

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Mosaicos de la calle 23 en La Habana. Fotos y collage: Walter Frieiro

En contraste, a solo unos metros del inicio de la Rampa, se levanta con capital 100 % cubano el que será el hotel más alto de La Habana, Torre K, llamado así por estar situado en esa calle.

Mientras las obras hoteleras no se detienen ni en tiempo de pandemia, y se vislumbran lujosas instalaciones, nuevas o rescatadas, solo con fines turísticos, pocas instituciones culturales y de ocio nacen o resurgen en Cuba, aún más si estas se encuentran en sitios alejados del flujo de visitantes extranjeros.

Lo demuestran cifras oficiales publicadas por la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI). Durante 2019, año anterior a la pandemia de COVID-19, el Estado cubano invirtió 3 653.8 millones de CUP (pesos cubanos) (146.152 millones de USD al cambio oficial) en servicios empresariales, actividades inmobiliarias y de alquiler; mientras que a cultura y deporte destinó solo 73.7 millones de CUP (2.94 millones de USD).

La COVID-19 llegó a la isla en marzo de 2020 y cambió los ritmos productivos en todo el país. No obstante, la inversión en servicios empresariales, actividades inmobiliarias y de alquiler aumentó a 4 138.8 millones de CUP (165.552 millones de USD). A su vez, a la cultura y al deporte le fueron asignados 66.7 millones de CUP (2.66 millones de USD).

En algunos casos la solución para aquellos sitios recreativos y culturales en condiciones deplorables es convertir los inmuebles en centros turísticos, lo que supone que sus precios dejarán de estar al alcance de la mayoría de la población. 

Ese es uno de los destinos que tendrían las ruinas del restaurante Moscú. En un reportaje televisivo de mayo de 2017 funcionarios del Ministerio del Turismo afirmaron que la única esperanza para el sitio era derribar la edificación, conservar el parqueo subterráneo y levantar un hotel. No obstante, el alto desembolso económico que representaba la operación, tiempo después, frenó el rescate.

Desde marzo de 2020 hasta hoy, como parte de las medidas restrictivas para frenar la COVID-19 en Cuba, instituciones culturales y recreativas han permanecido, la mayor parte del tiempo, cerradas. Sin embargo, un sondeo de opinión realizado por estos autores con la participación de 377 personas de todo el país y de diversas edades reveló que el 91.5 % considera que, antes de la llegada de la pandemia a Cuba, la situación de espacios recreativos y ofertas culturales era regular o mala, mientras que solo un 8.5 % afirma que era buena.

El mismo estudio mostró que uno de los grandes problemas está en la escasez y la falta de diversidad de las opciones, así como en precios elevados.

Para Gustavo Arcos, profesor de Cine cubano en la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual, después del triunfo de la Revolución en 1959 algunas formas de esparcimiento en Cuba comenzaron a considerarse disonantes con los nuevos estándares éticos de «lo revolucionario».

Arcos refiere que esta idea provocó el cierre de muchos cabarés, centros nocturnos y otros espacios recreativos. En su opinión, todavía hoy encontramos ese remanente de que algunos tipos de diversiones son banales y frívolas.

La socióloga Nahomi Gato opina que el ocio no debe entenderse como un elemento al margen de la vida cotidiana, pues este deviene escenario para la producción social, la creatividad y la reflexión. 

«Además, el tiempo dedicado, la frecuencia, los lugares en que se lleva a cabo y la disponibilidad para ello, los gustos y preferencias, entre otros, dan cuenta del estado socioeconómico, hábitos de consumo cultural y vacíos o déficits en los proyectos sociales de una nación», agrega. 

Si bien en Cuba se han implementado nuevas regulaciones que flexibilizan de cierto modo la actividad privada, continúan prohibidas múltiples actividades relacionadas con la recreación. 

Según el Clasificador Nacional de Actividades Económicas 2021, el sector privado no puede operar en la gestión de instalaciones deportivas, salas de concierto, video ni galerías de arte. También se prohíben actividades de campismo, parques de vehículos de recreo, caravanas, y aquellas relacionadas con exhibición de películas cinematográficas y cintas de video. Está permitida la operación de bares, discotecas, salas de baile, restaurantes y cafeterías.

Del lujo a las ruinas

Deysi Malvares, directora de Desarrollo de la Empresa Inmobiliaria Almest, informó a la agencia estatal de noticias ACN la intención de construir hasta 2025 un total de 7 500 habitaciones en nuevos hoteles de cinco estrellas distribuidos en los municipios habaneros Plaza, Playa y La Habana Vieja. Una de estas obras vino del rescate de un edificio icónico, la Manzana de Gómez.

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Gran Hotel Manzana Kempinski. Foto: Tomada del sitio web oficial del hotel.

El 22 de mayo de 2017 este inmueble ubicado a solo unos pasos del Parque Central y del bulevar Obispo abrió sus puertas como el primer hotel cinco estrellas plus de Cuba, bajo el nombre Gran Hotel Manzana Kempinski.

Con un costo mínimo de 430 USD por noche (un médico residente en Cuba cobra 5 060 CUP al mes, 210 USD al cambio oficial y aproximadamente 85 USD en el mercado negro), el hotel cuenta con 246 habitaciones, de ellas 50 suites.

El Kempinski fue edificado con capital 100 % cubano y su ejecución estuvo a cargo de la Empresa Inmobiliaria Almest y la Unión de Construcciones Militares, ambas cubanas, en conjunto con la constructora francesa Bouygues.

Al otro lado de la calle, en Bernaza No. 527, esquina Obispo, el paisaje se transforma y deja de ser lujoso. En ese punto, con sus puertas cerradas al público desde hace varios años, está la que fuera la librería más famosa de Cuba: La Moderna Poesía.

A través de sus vidrieras se nota que está en buen estado constructivo, pero el abandono es perceptible: paredes descorchadas, falso techo dañado, libros y basura amontonados en el suelo.

Este espacio fue fundado en 1890 por el gallego José López Rodríguez (Pote), aunque su actual edificio fue construido e inaugurado casi cincuenta años más tarde. En la década del sesenta fue nacionalizado. Pasó a manos de la Oficina del Historiador de la Ciudad en 1995. 

Pese a sus condiciones actuales, La Moderna Poesía se encuentra en la lista de los inmuebles con Grado II de Protección, concedido por su ubicación y su valor histórico, arquitectónico y urbanístico.

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La librería La Moderna Poesía, ubicada en el corazón de La Habana Vieja, cerró sus puertas hace varios años. Foto: Meilin Puertas.



A solo unos metros de La Moderna Poesía y del Manzana Kempinski, otro sitio icónico pasa inadvertido, uno de los restaurantes más antiguos de La Habana, abierto en 1830: La Zaragozana. 

A pesar de su estratégica ubicación, justo al lado del legendario Bar Floridita, en el corazón de La Habana Vieja, no corrió con la suerte de su vecino, que se mantiene brindando servicios. Después de más de 170 años funcionando, La Zaragozana cerró sus puertas debido al peligro de derrumbe de un edificio contiguo. 

Según un reportaje realizado por Cubanet en 2015, las autoridades no demolieron el edificio aledaño debido al costo de la operación y el riesgo que representaba para las viviendas cercanas. 

Siete años han pasado desde esa publicación y el inmueble en ruinas continúa en pie. No solo presenta un peligro para la antigua instalación turística, sino además para los cientos de transeúntes que concurren en esa arteria del centro histórico.


Esplendor y ocaso de los cines en La Habana

Una de las opciones recreativas más económicas en Cuba es el cine, con un costo de cinco pesos moneda nacional, luego de la subida de precios y salarios en enero de 2021 como parte de la Tarea Ordenamiento. 

Sin embargo, aunque en Cuba abundan los amantes del séptimo arte, estos espacios han ido cerrando por la falta de mantenimiento o por la obsolescencia de las tecnologías. De algunos solo quedan las fachadas o se encuentran abandonados; otros albergan grupos teatrales, de danza o circenses, así como actividades no necesariamente relacionadas con el arte y el esparcimiento.

De acuerdo con cifras de la ONEI, en 1985 existía un total de 510 cines a lo largo de toda la geografía nacional; en 2020 esta cifra descendió a 209.

Para el profesor y crítico de cine Gustavo Arcos el concepto de cine que se emplea en Cuba no es el mismo que se domina en otros países, donde las grandes salas han sido sustituidas por centros que no solo albergan espacios para ver una película, sino también restaurantes, bares e instalaciones dedicadas a niños y adolescentes. 

«En nuestro país se sigue pensando en un lugar gigantesco donde solo se proyectan filmes, los espectadores disfrutan de estos y se retiran. Aún se tiene el criterio de restaurar viejas salas construidas antes de la creación del Icaic (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos) en 1959, pero hay que repensar primero cómo se ha modificado el consumo audiovisual para hacer de estas opciones algo atractivo».

Arcos considera que se necesita movilizar al público para que asista, al menos, a esas salas que hoy se mantienen en pie; sea a través de campañas publicitarias, eventos o festivales que ponderen el rol del cine y de los artistas, técnicos y creadores que hay detrás de cada realización. 

«Además, hay que mejorar la calidad de las instalaciones, que dejan mucho que desear: el aire acondicionado que en ocasiones no funciona, los baños sucios, pocas acomodadoras, deficiente trabajo en el exterior y la iluminación pobre, que convierte el sitio en algo sombrío cuando debería parecer todo un espectáculo», explica.

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El cine La Rampa es uno de los más concurridos durante el Festival de Cine Latinoamericano. Foto: Sadiel Mederos.

Se dice que en 1959 La Habana tenía más cines que Nueva York. La cifra, en dependencia de la fuente, ronda entre las 130 y 170 salas. A lo largo de décadas el número fue disminuyendo poco a poco, sobre todo en los noventa cuando Cuba quedó inmersa en la crisis económica conocida como Período Especial. Fue entonces cuando, según Arcos, desapareció el concepto de cine de barrio y con este se resintieron el gusto y la fidelidad del espectador adolescente y joven. 

El Anuario Estadístico de Cuba (Cultura) 2020 no expone la cantidad de cines que funcionan en la capital actualmente, pero si tenemos en cuenta los números de 2019, La Habana cuenta con 17 cines que ofrecen funciones en algún momento del año. 

En una urbe con casi dos millones de habitantes, solo el cine Acapulco y el Proyecto 23 del Icaic (cines 23 y 12, Chaplin, Riviera, Yara, La Rampa y Multicine Infanta) albergan con mayor regularidad, cada diciembre, el evento cinematográfico más importante de la isla: el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.



¿Qué pasó con el Cine Payret?

En junio de 2015, Danae Moros, quien estuviera al frente de la Dirección Provincial de Cine, declaró que el Cine Teatro Payret estaba en proceso de reparación y amueblamiento, para lo cual habían recibido 1 800 000 pesos en moneda nacional y 700 000 pesos convertibles. 

«Esa cifra se está agotando y vamos a solicitar un incremento porque lleva mucho más dinero. Las obras comenzaron desde el año pasado, la primera etapa incluye el techo, la red hidro-sanitaria y el salón Alhambra, que será un espacio polivalente. La reconstrucción debe concluir antes de diciembre porque queremos que esté listo para el Festival de Cine», comentó.

No obstante, el cine no abrió sus puertas en 2015 ni en 2016 ni en 2017, y no fue hasta diciembre de 2018, después de una década cerrado, que el Payret regresó a ser un tema de opinión pública. No por sus presentaciones fílmicas, sino por la preocupación de muchos habaneros de que uno de los íconos culturales de la capital fuera convertido en un hotel de lujo con precios concebidos para turistas extranjeros.

Fue el director general de Desarrollo del Ministerio del Turismo, José Reinaldo Daniel, quien expresó que el proyecto de inversión estaba en estudio y que aún no se había decidido si el cine se quedaba o no. 

Las alarmas se prendieron y fueron las redes sociales el espacio en el que la ciudadanía rechazó la idea de que el Payret, uno de los cines más emblemáticos de La Habana desde su creación en 1877, desapareciera para siempre.

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A pesar de que, desde el año 2015 el cine Payret está en un supuesto proceso de reparación, este espacio cultural lleva más de una década cerrado. Foto: Yander Zamora / Cubadebate

Como respuesta a las inquietudes, el fallecido doctor Eusebio Leal, director de la Oficina del Historiador de la Ciudad, explicó que el cine no sería destruido.

«Sobre el hotel Payret, que efectivamente se construirá en esa manzana, declaro que ello no afectará en absoluto la integralidad del cine-teatro, más bien contribuirá a su restauración y reapertura como lo que siempre ha sido, una institución de servicio público. El Payret seguirá siendo un cine para los cubanos y sus precios máximos no excederán el valor que se abona hoy por acceder a instalaciones similares como los teatros Martí y Nacional de Cuba», sentenció. 

Sin embargo, a casi tres años de aquellas declaraciones, solo hay vallas perimetrales alrededor de la instalación y no hay evidencia de adelanto alguno del futuro hotel de cinco estrellas ni de la rehabilitación del cine.

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Vallas perimetrales rodean actualmente el cine Payret. Foto: Meilin Puertas

El cine, como otras manifestaciones culturales y recreativas, es subsidiado por el Estado cubano. Pese a eso, en el verano de 2013, aprovechando el proceso de ampliación del trabajo por cuenta propia, varios emprendedores decidieron crear cines 3D en sus garajes y otras habitaciones.

«La iniciativa privada podría jugar un papel importante en esto, y mientras más espacios se abran, mientras mayor libertad haya para el desarrollo de iniciativas culturales y artísticas, podrán diversificarse mucho más las opciones y los precios», comenta a elTOQUE el dramaturgo Yunior García. 

La idea de los cines 3D particulares se expandió como espuma por el país. Si bien entonces esta actividad flotaba en la «alegalidad» (no estaba expresamente permitida pero tampoco prohibida), los cuentapropistas obtuvieron licencia para operar «equipos de recreación infantil», por lo que abonaban impuestos a la Oficina Nacional de Administración Tributaria. 

A pesar de esto, el 2 de noviembre de 2013 una nota de prensa firmada por el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros le puso fin de forma inmediata a este ejercicio, bajo el argumento de que nunca había sido permitido. 

«El grave problema de permitirle a un poder que sea el monopolio de la cultura y el arte es el tema de los prejuicios que pueda tener ese poder. El fenómeno de la censura ha estado presente en la historia cultural de Cuba, sobre todo en el período revolucionario. Cuando parecían desaparecer esos fantasmas, reaparecen bajo nuevas formas, nuevos códigos, nuevas leyes. Casi siempre hay también un pensamiento conservador en las élites del poder», dice García.


Kiko decidió darle vida a un espacio abandonado del municipio Marianao, el Cine Omega. 

Desde 2008, Odelmis Hernández Vázquez, Kiko, radica en el Cine Omega junto a su proyecto comunitario CubaCirco Pioneril. Ángeles del Futuro, el cual figura hoy como una de las principales canteras de la Escuela Nacional de Circo.

«Este proyecto no solo entrena a niños y adolescentes en el plano profesional, sino también personal. Uno de los propósitos es trabajar con niños con desventajas sociales, conflictos en el seno familiar y trastornos en la conducta, porque ahí está la transformación», comenta.

A pesar de los premios obtenidos (entre ellos la Gitana Tropical, más alta condecoración otorgada por la Dirección Provincial de Cultura), CubaCirco Pioneril también padece el mal funcionamiento de los mecanismos internos de entidades superiores. «No tenemos casi apoyo ni del Ministerio de Cultura ni del Gobierno. Hemos tenido éxito todo este tiempo, incluso hemos hecho espectáculos para los niños del barrio, pero con un poco de ayuda podríamos lograr más». 

No tienen equipos de luces ni sonido, por lo que es la Dirección Municipal de Cultura quien se los presta para cada función. Apenas hay aparatos para que los niños entrenen y los colchones fueron donados por una artista circense alemana. El vestuario lo costean los padres. No disponen de transporte para llevar el espectáculo a otras provincias del país. Muchas butacas están rotas. Las sillas, las ventanas y los ventiladores que hay en el cine los obsequió una iglesia con la que cada domingo comparten el lugar.

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Interior del Cine Omega. Foto: Meilin Puertas

El caso del Cine Omega no es el único. La desaparición casi total de los cines de barrio en la capital cubana dejó un vacío en cuanto a posibilidades de recreación para sectores que se ubican en la periferia económica. Como estos cines, a lo largo de la geografía nacional abundan íconos culturales que esperan, sumidos en el abandono, su hora final.


**Este reportaje es resultado de una alianza editorial con CONNECTAS.


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Alberto Pereira

Muy necesario la investigación , ojalá siguieran indagando para una segunda parte del reportaje. Felicidades .
Alberto Pereira

I. Rivera

Desinformación por falta de actualización. Periodismo amarillo y tendencioso.
I. Rivera

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