Las hadas de los libros pueden esconder cualquier volumen la sala de un hospital pediátrico, un parque, la parada de una guagua o cualquier otro sitio. Foto: Kyn Torres.
Hadas de los libros en Cuba: un vuelo incompleto
29 / marzo / 2018
El libro quedó solo en un banco de la universidad, como una tentación, pero nadie, ningún estudiante, desvió la vista de la pantalla del celular. El libro, envuelto incluso en una cinta de regalo, parecía invisible. Pasaron los minutos. Una hora después volvió a la mochila de su dueño original.
“Quería regalar el libro, pero nadie lo recogió”, cuenta con tristeza Rubén Darío Herrera, estudiante de la Universidad Central de Las Villas y miembro de la iniciativa londinense The Book Fairies (TBF), “Las Hadas de los Libros” en español.
“Esperé con una amiga. Tuvimos que recoger el libro y colocarlo en otro lugar, hasta que finalmente alguien lo tomó”, nos dice Rubén, quien llegó a TBF casi por casualidad.
Siempre se sintió atraído por las historias de Harry Potter y sus protagonistas. Una vez, mientras observaba videos de Enma Watson (Hermione) en Youtube, descubrió a la actriz escondiendo libros en varias ciudades del mundo. A Rubén Darío le picó la curiosidad, primero quiso saber qué era aquello y, luego, participar.
“Busqué la página web de TBF y noté que no había ningún activista en Cuba. Aproveché los conocimientos de mi carrera de lengua inglesa y les escribí. Así comenzó todo”.
TBF no reparte libros a sus miembros. Convertirse en “hada” significa también el sacrificio de compartir tus libros con los demás, sin saber quién será el destinatario del obsequio. Se deja un libro escondido discretamente en algún lugar, y alguien debe encontrarlo.
Hoy son más de cien los países involucrados y 9 mil las personas vinculadas a TBF. Cuba, de la mano de Rubén Darío, se sumó al proyecto en agosto de 2017.
Pero colaborar no es del todo sencillo. “Cada libro lleva una pegatina y una cinta de regalo que identifica al proyecto. Se venden baratas por Internet pero desde Cuba no podemos hacer compras online. Le comenté a los rectores de la iniciativa sobre esos inconvenientes y ellos, de manera excepcional, cada mes envían a nuestro país un paquete con medio centenar de pegatinas y cintas”.
Rubén Darío divide luego el contenido de cada paquete entre los siete activistas que se le han unido de forma voluntaria en provincias como Ciego de Ávila, Matanzas y La Habana.
Sin embargo, a pesar de las buenas intenciones, otros obstáculos impiden completar la labor como “book fairies” en Cuba.
“Lo ideal es que la persona que encuentre el libro le haga una foto y las comparta en las redes sociales con la etiqueta #ibeliveinbookfairies, es una forma de “medir” el alcance de la iniciativa, pero los cubanos que acceden a Internet no gastan tiempo y dinero en esas cosas, aquí es muy difícil”.
Aun así, las hadas en Rubén Darío no dejan de revolotear y gracias a IFRIT un activista cubano que es, además, youtuber, muchas personas conocieron de la iniciativa y expresaron su interés de unírseles. Al mismo tiempo, Rubén Darío creó cuentas en las redes sociales para poder promocionar la versión cubana de TBF.
“Compartimos libros que ya no usamos, que ya leímos. Muchos se cuestionan cómo dejar un libro abandonado sin saber qué va a suceder con él. No todos entienden que poco importa quien tome el libro, lo importante es buscar una forma distinta para promocionar la lectura y que las personas se involucren”.
Los libros, abandonados y atados como para regalo, parecen brujería. Los libros no se regalan. Los libros no son gratuitos. Los libros escondidos son sospechosos…
“Hay cubanos que piensan así, asegura Rubén Darío. Miran dos, tres y cuatro veces el libro antes de decidirse a hacer algo. No se atreven a tocarlo, por si acaso. Las cintas les dan mala espina. No importa que el sticker diga que es un libro para compartir y gratis”.
Pareciera que en Cuba no estamos acostumbrados a los días de suerte.
Una vez, Rubén Darío dejó un libro oculto y se alejó un poco para ver quién lo encontraba. Tras esperar media hora, tuvo que susurrarle a un hombre que dubitaba: “Sí, puede llevárselo, el libro está esperando”.
Pero la duda no ha sido la única reacción de los cubanos que encuentran los libros de TBF escondidos por ahí.
“Por las cintas hay quien ha creído que el libro es brujería o una ofrenda. Una vez en el Monumento al Tren Blindado, en Santa Clara, la custodio me preguntó sobre el “contenido político” de una novela de misterio. Otros creen que todo se trata de una broma o suponen que debe haber algo así como una cámara oculta”. Son muchas suspicacias.
Sin acreditación —ni mucho menos un par de alas transparentes y una varita mágica— pocos toman en serio la labor de los bookfairies en Cuba.
“Soy el representante en Cuba de las Hadas de los Libros, así aparece en la página web oficial. He escrito a varias editoriales: Gente Nueva, Arte y Literatura, la Casa Editora Abril, Capiro… y ninguna me ha respondido”.
El apoyo institucional a una iniciativa como TBF —que promueve el hábito de la lectura y defiende causas como el feminismo y la lucha contra la discriminación— no debería ser tan difícil.
Rubén solo quiere que no se acaben los libros para regalar. Seguramente hay muchos en almacenes que tal vez nunca sean leídos o compartidos.
“Me han respondido algunas editoriales extranjeras con las cuales colaboro. También una radicada en Santa Clara que no puede vender sus libros en Cuba, pero quiere promocionarlos”, dice Rubén Darío.
La agenda cubana de TBF no puede adecuarse al calendario internacional de la iniciativa. Los homenajes a escritores y los días dedicados a libros determinados son muy difíciles de ejecutar en Cuba.
“Quisiera algún día poder esconder libros de escritores cubanos y que sus autores se sumaran a la jornada, como se hace en otros países. Pero, en primer lugar, es muy difícil contactar con escritores cubanos porque muchos no tienen información de contacto disponible. Por otro lado, me es difícil encontrar algunos libros de la literatura universal homenajeados por TBF. Hace poco le tocó el turno a Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, un texto difícil de encontrar aquí.”
También influye en sus buenas intenciones el retraso de la Empresa de Correos, la cual transporta hacia Ranchuelo (municipio de nacimiento de Rubén Darío) los paquetes enviados desde Londres.
“A La Habana llegan a los dos o tres días, pero entonces pueden demorar un mes en llegar hasta mí. En marzo se imprimieron nuevos stickers, cintas y marcadores para celebrar el primer aniversario de la iniciativa y aún no los tengo. Se acaba el mes y no los podemos usar para la ocasión propicia”.
No hay que tener poderes especiales para notar que las nuevas tecnologías han desplazado el hábito de leer, sobre todo en los jóvenes.
“Hago esto porque quiero. No tengo ninguna retribución monetaria, aunque, si te soy sincero, cuando nos donan libros, antes de regalarlos, yo los puedo leer y disfrutar. Es una manera de sacarle provecho. Todo el que quiera sumarse puede hacerlo, nuestro contacto es [email protected]”.
Aunque su nombre no tiene nada que ver con referencias al poeta nicaragüense, Rubén Darío es también un amante de los libros y quiere hacer algo por la promoción de la lectura.
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