Monumento a Máximo Gómez. Foto: Alejandro Madorrán
Máximo Gómez y la ingratitud humana
26 / julio / 2017
El cadáver medía un metro y setenta centímetros, y quizás no llegaba a las 140 libras. El hombre tenía 69 años mal cumplidos. La guerra, el frío y el mal comer en los campos irredentos habían pasado la cuenta a su cuerpo siempre esquelético y nervioso. Nunca tuvo suerte en los negocios. La vida le sonrió pocas veces y siempre de medio lado. A su primera novia la asesinó, a machetazos, un oficial español durante la Guerra Grande. Sus hijos pasaron hambre y él mismo tuvo que empeñar el reloj, el revólver y sus lentes para seguir peleando por Cuba.
Aunque hicieron falta veinte carrozas y una larga fila de personas para cargar las ofrendas fúnebres que acompañaban su cortejo (lo cuenta Ciro Bianchi en una crónica minuciosa), nadie se imaginó que el mismo día de su muerte, el general Máximo Gómez iniciaba la más cruenta de sus batallas: la que aún libra contra el olvido.
La casa donde murió, el 17 de junio de 1905, brinda un pobrísimo espectáculo en el centro del Vedado habanero, calle D esquina a 5ta. La visité hace poco y, aunque solo estuve unos instantes a su alrededor, me conmovieron el abandono y el aire de miseria que ronda el lugar: las paredes desconchadas, el césped despoblado y repleto de escombros, el busto macrocefálico sobre una columnata de cemento crudo.
Alguna explicación debe haber para que Máximo Gómez tenga tan poco éxito en el altar de la Patria. Cuando uno lo veía por primera vez no parecía un general, sino un estricto campesino de Baire o el Camagüey. Era flaco, de mirada viva y penetrante, modales ásperos. Así lo describe José Miró Argenter en sus Crónicas de la Guerra. También dice que su voz era invariablemente autoritaria, lo mismo con sus subordinados que con sus amigos, incluso, sus hijos.
Igual de inflexible era consigo mismo. Se acostaba al anochecer y se levantaba con las primeras luces de la mañana; comía rápido y sin alzar la cabeza; dormía en campo abierto como el más bajo de su tropa. Una vez le enviaron desde París una hermosa tienda y él la cortó en trozos para vestir a sus soldados harapientos.
No permitía robos en el campamento ni abusos de autoridad. Tampoco admitía bromas ni sobornos. Fue siempre una espina para aquellos que medraban a la sombra del coraje, una flor de piedra que solo prosperaba en lo más crudo de la manigua.
La vida lo enfrentó con sus iguales: Carlos Manuel de Céspedes lo cesanteó por un asunto de convoyeros; tuvo sendas disputas con Flor Crombet y Antonio Maceo. Pero jamás aceptó recibir compensación por sus servicios a la Patria. «Prefiero libertar hombres a gobernarlos», respondió cuando le propusieron la presidencia de la República.
Buscaba la tarja que explica el pasado glorioso de esta casa, cuando vi un andamio… o algo parecido. La custodio me observaba recelosa desde la puerta del edificio.
—¡Qué bien! — le dije — parece que están reparando el lugar.
—¿Reparar?, aquí no están reparando nada —respondió ella.
Traté de cruzar la cerca ruinosa, mirar un poco el espacio donde vinieron a despedirse de Gómez los generales Emilio Núñez y Alejandro Rodríguez, el presidente Estrada Palma, pero la vigilante me detuvo con gesto autoritario:
—No puedes entrar, esto es una empresa estatal.
—¿Qué hay aquí?
—Un atelier —dijo la mujer poniéndose las manos en la cintura con una especie de orgullo infantil.
—¿Usted no sabe que aquí murió el general Máximo Gómez?
La vigilante miró hacia todos lados con una risa incrédula.
—No hijo, claro que nooooooo —concluyó con una carcajada.
Cuando la escuché decir eso pensé con amargura lo caro que Máximo Gómez pagó su rectitud y sobriedad. Su osadía de aconsejarle al pueblo cubano que no eligiera ministros ni administradores que alfombraran sus casas y usaran carrozas mientras las espigas no maduraran con abundancia en los campos de la Patria. Su escarnio público al mismo Estrada Palma, a Manuel Sanguily, a Calixto García y todo el que se puso a tiro de su lengua insobornable.
Comenzó a recorrer ese calvario aún en vida, y poco a poco lo despojaron de todo lo que había ganado con sudor y sangre. Le quitaron su cargo de general en jefe del Ejército Libertador, quisieron expulsarlo a Santo Domingo. El colmo fue que un político y libertador eminente amenazó con fusilarlo porque Gómez se negó a apoyar el empréstito del banquero Cohen. Y aunque el primer gobierno republicano le regaló esta casa para que muriera en paz, ella también ha comenzado a desmoronarse.
Después que tanto ha llovido solo se le cumplió al viejo general la promesa que le hizo Martí cuando reclamó sus esfuerzos para iniciar la Guerra del 95: «no tengo más remuneración que ofrecerle que el placer del sacrificio y la ingratitud probable de los hombres».
Casa donde murió Máximo Gómez. Foto: Alejandro Madorrán
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justo
segun la historia fue unos de los generales de la guerra de independencia que no era corrompible no hacia tratos por la libertad de Cuba , solo peleaba para su liberacion , sus grados fueron ganados por sus batallas y su puesto enla historia se lo gano’ por su valentia y corage por sus batallas libradas junto con Marti y Maceo , fue unos de los generales mas rectos de la guerra y uno delos jefes mas humanos abidos en aquel entonces , al finalizar la guerra quedo en el ononimato y cuando se declaro la republica el gobierno de estradapalma le dio esa casa en el vedado pues el vivia en una casa maltrecha en el pueblecito de calabazar cerca de la iglecia del pueblo , el vivio en esta casa hasta que el presidente de la naciente republica quiso reconocer a todos los sobrevivvientes de las guerras de independencia ,pero los tiempos camiaron con la llegada del comunismo en Cuba , el gubierno le da mas gredito a lenin , al che’, julio antonio mella y muchos mas revoluciopandilleros del 59 y ruso que a los proseres de las guerras de independencia de Cuba , la historia Cubana ha sido cambiada por ideologia maxista y han tragibersado los valores de la independencia y las grandes batallas libradas por los mambises , es una falacia decir que el autor intelectual de asalto al cuertel moncada fue nuestro apostol Jose’ Marti , cosa que sucedio mas medio ciclo despues de haber sido abatido en dos rios , por esto y otras cosas mas es que el govierno actual no a savido perpetuar los valorer de la historia Cubana desde sus pricipios , lo cual es por eso que tiene todos los lugares que guardan recuerdos valiosicimos para la cultura y historia de Cuba los deja destruir por restarle importancia a los que por una cosa u otra dieron sus vidas por la patrias .
Eduardo
jorge tavel
Roberto Barrueta
Las discrepancias entre Gómez y el Consejo de Gobierno venían desde antes de la Asamblea de La Yaya en Camagüey, en 1897, en dicha Asamblea se redactó una constitución en la cual se suprimió el cargo de General en Jefe, lo cual fue fruto de las primeras contradicciones, pues Gómez ocupaba este cargo anteriormente.
En junio de 1899 se establece allí la Oficina de Licenciamiento del Ejército Libertador al mando de la cual estuvo el polaco Carlos Rolof. Algunas fuentes citan a la Quinta de los Molinos como la última residencia de Gómez antes de morir el 17 de junio de 1905.
Pedro Olive
Franklin Gutierrez
LUIS NUNEZ
Arturo Cobo
Ciro Bianchi RossCiro Bianchi Ross • [email protected]
24 de Julio del 2010 21:09:09 CDT
Invita Máximo Gómez a su esposa Manana a visitar Santiago de Cuba y la propuesta llena de júbilo a la familia, pues los acompañarán sus hijas Clemencia y Margarita. Quiere el viejo guerrero abrazar a su hijo Maxito, a Candita, la esposa de este, y a los pequeños nietos, y, de paso, que sus hijas conozcan la bella capital oriental. Ese es el motivo visible del viaje. Abriga además el General una segunda intención: impugnar los planes reeleccionistas del presidente Tomás Estrada Palma y promover la candidatura presidencial del general Emilio Núñez. Corría el mes de mayo de 1905. Pocas semanas después, el 17 de junio, el General en Jefe del Ejército Libertador era cadáver. El Napoleón de la Guerrilla, como le llamaron los ingleses, el hombre que había desafiado la muerte en unos 235 combates sin sufrir más que dos heridas, moría en su cama fulminado por la septicemia.
En los tiempos precedentes al viaje ha estado alejado de la vida pública. El sueño cubano de libertad e independencia se frustró por la ocupación militar que siguió a la intervención norteamericana en la guerra contra España, y él se erige, ya en la paz, como un factor de unidad y equilibrio, ajeno al desempeño de cualquier posición política, incluso la Presidencia de la República, que rechazó de manera tajante. Pero la intransigencia y los desplantes del Gobierno lo mantuvieron momentáneamente apartado hasta que lo sacan de su retiro los propósitos del Presidente de prorrogarse en el poder. De vuelta a la brega, asiste a juntas y hace declaraciones. Ve el descontento popular e intuye la convulsión que se avecina. Dice a sus íntimos: «Siento barruntos de Revolución».
Enfermo de popularidad
Necesita por otra parte ese viaje. Los años de guerra y el duro y largo peregrinar por tierras americanas resintieron su cuerpo de acero. Las privaciones, la vida a la intemperie, las largas cabalgatas hicieron mella en su organismo. Siente que le faltan fuerzas y bien merece un descanso al lado de su familia. Sigue siendo un ídolo, y la plácida estancia en Santiago le reafirma, como si acaso lo necesitara, que su arraigo y ascendencia están intactos y siguen siendo enormes. La gente le cierra el paso en la calle. Todos quieren verlo y saludarlo. Una noche se queja el General de un dolor en la mano derecha, que tantos han insistido en estrechar en las jornadas precedentes. Un dolor que se manifiesta justo en el sitio donde días antes se hizo una pequeña herida. El malestar tolerable y aparentemente pasajero y sin importancia, se complica. Hay infección y sobreviene la fiebre, y se dispone de inmediato el regreso a La Habana. Así lo determina el doctor José Pareda, su médico de cabecera, que lo acompaña, y que ha diagnosticado una pihoemia (enfermedad purulenta). En verdad, el mayor general Máximo Gómez ha enfermado de popularidad.
En un tren especial sale hacia La Habana el ilustre paciente. Lo acompañan sus familiares, los doctores Pareda, Guimerá y Martínez Ferrer, y una enfermera, y los generales Valiente y Nodarse, del Ejército Libertador. Como el médico principal que lo asiste ha indicado que no se le lleve a su casa de la calle Galiano, que el pueblo le regaló, su hijo Urbano se ha anticipado para las gestiones pertinentes; pero el Gobierno, que vota un presupuesto para cubrir los gastos que reporte la enfermedad, alquila, para que viva o muera en ella, la residencia de 5ta. esquina a D, en el Vedado, cercana al mar, ocupada hasta poco antes por la legación alemana, y que se amuebla convenientemente.
Gómez nada tiene y nada pide. No aceptó la paga que le hubiera correspondido como Mayor General. Precisamente su negativa a respaldar el empréstito que garantizaría el licenciamiento de los mambises, le había traído, en 1899, la animadversión de la Asamblea del Cerro, que terminó destituyéndolo como General en Jefe del Ejército Libertador y donde no faltaron voces que le echaron en cara su condición de extranjero, lo conminaron a marcharse y llegaron a pedir incluso su fusilamiento. Lo que cobró por la venta de sus propiedades en Santo Domingo debió emplearlo en honrar sus deudas. No ha sido nunca hombre de excesos. Durante la guerra, a la hora del rancho, su comida era la misma que la del último soldado; dispuesto a compartir el pedazo de jutía o alguna de las cañas de azúcar que en un canutillo mantenía siempre cerca de sí. Atadas a la montura llevaba sus únicas propiedades: un costurero con hilo y agujas, el álbum con las fotos de sus hijos y el jarrito para el agua y el café.
Con honores de jefe de Estado
En Matanzas, abordan el tren miembros del gabinete de Estrada Palma. Son los generales Fernando Freyre de Andrade y Juan Rius Rivera, secretarios (ministros) de Gobernación y Hacienda, respectivamente. También el secretario de Obras Públicas, Rafael Montalvo, el secretario del Presidente, el Gobernador de La Habana y Domingo Méndez Capote, presidente del Senado y rector del gubernamental Partido Moderado. Sube también al tren el general Emilio Núñez. Acompañarán al enfermo hasta La Habana. En la capital, una multitud compacta lo espera en la estación ferroviaria de Villanueva (donde está el Capitolio), pero en la Quinta de los Molinos el tren hace una parada para que desciendan los viajeros. Los espera uno de los ayudantes de don Tomás, y en coche se trasladarán al sitio escogido.
El General empeora por horas. Sube la fiebre, desvaría, los escalofríos son insoportables. Persiste la debilidad general y se detecta un absceso hepático a punto de supurar. El día 11 su estado era ya de gravedad extrema y Gómez estaba consciente del final irremediable. El 12, por la noche, lo visitó el general Emilio Núñez, uno de los pocos que tuvo acceso en todo momento a la alcoba del paciente.
—Se te va tu amigo —dijo. Núñez rompió a llorar y Gómez tuvo fuerzas aún para consolarlo.
El 17, por la mañana, el guerrero se despidió de su esposa y de sus hijos. A las cuatro llegan a visitarlo el secretario (ministro) de Gobernación y el jefe de la Guardia Rural, general Alejandro Rodríguez. No es una mera visita de cortesía, sino una negociación. Se interesan por saber si la familia estima oportuna la visita del presidente Estrada Palma, aquel hombre a quien Gómez llamaba Tomasito y del que lo han separado sus arbitrariedades y ambiciones. A esa hora, el General da una orden, la última de su vida. Antes de caer en un letargo del que no saldría ya, dice a los que lo rodean:
—Lo reclamo. Si estoy muerto, enterradme, caballeros.
Faltan 15 minutos para las seis cuando arriba el mandatario a la casa de 5ta. y D. El paciente había entrado ya en agonía. A las seis en punto de la tarde, el doctor Pareda da la noticia, no por esperada menos dolorosa. Dice: «Señores, el General ha muerto».
El cadáver fue medido y los escultores Fernando Adelantado y Miguel Meleros hicieron sendas mascarillas mortuorias. Se embalsamó el cuerpo y se colocó en la sala principal de la casa.
A las 11:30 de la noche el Senado, en sesión extraordinaria, declaraba Luto Nacional los días 18, 19 y 20 de junio, y establecía que los cuerpos armados guardaran duelo oficial durante nueve días. Disponía que las honras fúnebres tuvieran carácter nacional y votaba un presupuesto de hasta 15 000 pesos para los gastos del sepelio. El cadáver sería velado en el Salón Rojo del Palacio Presidencial (antiguo de los Capitanes Generales) y se tributarían al difunto las honras correspondientes a un Presidente de la República. Poco después se reunía la Cámara de Representes y aprobaba, también por unanimidad, el proyecto del Senado que, sancionado por Estrada Palma, se convertía en ley y se publicaba de inmediato en una edición extraordinaria de la Gaceta oficial. Mientras, el Presidente de la República daba a conocer una Proclama al país:
«El mayor general Máximo Gómez, General en Jefe del Ejército Libertador, ha muerto. No hay un solo corazón en Cuba que no se sienta herido por tan rudo golpe; la pérdida es irreparable. Toda la nación está de duelo, y estando todos identificados con el mismo sentimiento de pesar profundo, el Gobierno no necesita estimularlo para que sea universal, de un extremo a otro de la Isla, el espontáneo testimonio, público y privado, de intenso dolor».
Se difunde la noticia. Cuba entera está de luto. Consternado, el pueblo llora y se aglomera frente a la casa. También llora Manana en una de las habitaciones, desconsolada por el golpe demoledor. Minutos después de la hora convenida, los hijos de Gómez —Máximo, Urbano, Bernardo y Andrés— cargan el féretro en hombros y lo sacan a la calle.
Cubren el ataúd, en el Salón Rojo, las banderas de Cuba y de Santo Domingo. Acude el Gobierno en pleno, se hacen presentes los parlamentarios, altos oficiales del Ejército Libertador, las clases vivas… ¿Y el pueblo? Clemencia se percata de que el cadáver permanece aislado de los sectores humildes y reclama su presencia. Pregunta airada: «¿Dónde está ese pueblo que liberó mi padre?». Es entonces que comienza el desfile de los desposeídos, interminable.
El erudito dominicano Pedro Henríquez Ureña, testigo de los hechos, escribiría:
«Estaba prohibido hacer música y no se oía vibrar un piano ni sonar uno de los muchos fonógrafos de La Habana. Cada media hora, durante tres días, disparaba el cañón de la fortaleza de La Cabaña; y cada hora tañían las campanas de los templos. Cerrados los teatros, las oficinas, los establecimientos, ofrecían las calles llenas de colgaduras negras y banderas enlutadas, un aspecto extraño con las multitudes que discurrían convergiendo hacia el Palacio».
La Isla quedó paralizada.
El sepelio más grande
A las tres de la tarde del martes 20 de junio, al toque de 21 cañonazos, sale el cortejo fúnebre desde el Palacio Presidencial con destino a la Necrópolis de Colón. Es el sepelio más grande que se haya visto en Cuba hasta ese momento. Veinte carruajes y dos largas hileras de personas se requieren para trasladar las ofrendas florales. Hay alteraciones del orden en Galiano y San Rafael, y en Reina y Belascoaín, porque la multitud insiste en llevar el féretro en hombros y en esos lugares, y también en el cementerio, la fuerza pública trata de controlar la muchedumbre a golpes. Por suerte, los ánimos se calman cuando José Cruz y Juan Barrena, los cornetas de siempre del General, tocan silencio y generala, el toque que tantas veces acompañó los combates en la manigua insurrecta. Los generales mambises Bernabé Boza, Emilio Núñez, Pedro Díaz y Javier de la Vega sacan el ataúd del carruaje que lo condujo a la Necrópolis y lo depositan en la fosa.
No hubo despedida de duelo.
(Fuentes: Textos de Minerva Isa y Eunice Lluberes; Eduardo Robreño y José M. González Delgado)
Carlos García
Carlos García
Carlos
MAX WILSON.
Maria pina
Victor Diaz
Joe Noda
Sura
Gloria franco
carlos
carlos
Hernan
Warriorshadow
Falleció en la Quinta de los Molinos, pero de esa casa del Vedado,hay escaso dato de que fuera de su pertenencia. Lo que si es muy seguro es de que sus últimos años lo vivió en Galeano No.206 e/ Concordia y Virtudes,al frente del Palacio de los Azulejos.Hoy esa casa esta en ruina total y una placa conmemorativa de que allí vivió y murió el Generalísimo absurdamente esta colocada en un rincón del techo del portal de esa casona.
En fin,no es tan importante donde vivió ni donde murió, lo relevante es su trágica historia y las penurias que tuvo que soportar en una eterna sociedad y raza tan dividida y soberbia, como la cubana.Por ahí está otro prócer “mambi”,de origen boricua tirado al olvido, Serafin Sanchez, el creador de la actual bandera cubana.Agregando al Inglesito.y otros foreigners que nunca se hablo de ellos.y que fueron más aguerridos y entregados a una causa ajena que los altaneros nacionales.
Por ahi hay otro ejemplo,y es de la época de la tristemente supuesta “revolución “,y es de los más corajudos y valientes comandantes.Los jefes del segundo frente,el comandante yankee Williams Morgan y el comandante español Eloy Gutierrez Menoyo. Al saber las proezas de los héroes foreigner, que no tenian mayor compromiso que los verdaderos beneficiados,concluyo de que como nacionales” valemos vergas.
Hay esta nuestro castigo,tenemos lo que nos merecemos.
D
Manny catalano
[email protected]
Ernesto RD
Por otro lado creía que Gómez habia muerto en la quinta de los molinos.
Pero ni mi ignorancia, ni la desidia de los administradores actuales podran borrar, disminuir o desmontar el primerísimo sitio que Gomez tendra Siempre en los corazones de los cubanos.
Benigno e. A.
Jorge
aida wodowoz
Franklyn leroux morales
Vivio en jamaimca donde———– le ayudaba con la comlda
Ese libto es bastante para haserce un juicio
Al cual lo admire pesar de como todosgerir el libro Don Tomas Baez Dias cuando ajysticiaron al Jefe G. Rafael l.
Trujillo
El partenecio al Ejercito Español
Rey
El patriota
Roberto Manuel Gómez, Pellerano
De Pueblos. Lo único que parte el alma es que Su Legado se borró de los libros de historia..No aprendimos Nada por eso hoy día se repite la historia y la Corrupción hogar al pueblo día a día una enfermedad
Humberto O Estenoz
Nada le importe, al que la Gloria ha ungido, que siempre, a los fueron redentores, es escupió la frente un redimido…
Joshua Ramir
Yanira
Arturo Lopez Calleja Hiort Lorenzen
El Angel
Kike.House
Káiser Obbatalá
Karmen
OJALA LOS DIRIGENTES CONTEMPORANEOS HUBIESEN TOMADO UN TERCIO DE ALGUNO DE LOS VALORES CON QUE LUCHO POR CUBA EL GENERAL DOMINICANO.
Ash
Carpediem
Claudia Díaz de la Rosa
Marcial
Jumper
El Barbero
Fernando
Arjoniana
Cuan distinta sería la sociedad si a la historia se le diera todo el valor q merece, si a los niños no se le enseñara porqué tienen que ser como el Ché, si los héroes y mártires fueran recordados como lo q son, ángeles q dieron todo de sí para q hoy nuestra Patria sea libre