Pandora se pone de moda en La Habana. Foto: Luis Manuel Ruiz Morales
Pandora reina en La Habana
27 / febrero / 2017
Hay, en La Habana, una red de tiendas clandestinas donde lo que se oferta no es ropa ni zapatos, sino joyas de la clase más fina: lo que más vale y brilla en el ámbito mundial de la joyería de marca.
“En un momento el gran negocio fue la ropa, pero actualmente la gente lo que quiere es joyería fina”, afirma esta mulata con tipo de criollita de Wilson. Ella ha perdido el nombre para asumir el del producto que vende: Pandora.
“Esto es matemática de preescolar”, sentencia la título de Oro en la especialidad de Economía de la Universidad de La Habana. “Es chispa y saber qué es lo más adecuado para vender en cada momento”.
¿Y qué es lo más adecuado en este momento?
—Pandora— responde con agilidad, de un tirón, como quien dice una obviedad.
¿Por qué?
—Porque sencillamente hay una moda internacional y, en el contexto de La Habana, una oleada de nuevos ricos, o de gente que se la quiere dar de VIP comprando prendas caras como estas. Solo valen por la marca, pues el precio no es proporcional al peso. El cliente paga el nombre.
Cuando la mulata abre la caja de Pandora, cualquiera podría quedarse boquiabierto. Salen lo mismo anillos de nombres románticos como Earring Dangles, que con motivos deportivos…
“Pandora permite a cada persona diseñar las prendas a su gusto. Es decir, si compras un pulso, escoges cada diseño de los charms o dijes, que son los adornos que le agregas, ya sea rígido o flexible. Hay infinidad de modelos en los diferentes catálogos.”
La página web de la marca lo expresa así: “Con Pandora puedes diseñar las prendas, tomando piezas de distintos tipos hasta crear una única, a tu gusto”.
La mulata con tipo de criollita de Wilson es menos romántica y riposta: “bah, ¿sabes a cuántos he visto con pulsos casi exactos? Aunque es casualidad, claro. Lleva tiempo dominar el catálogo por completo y, tal vez por eso, cuando alguien indeciso te pregunta, sugieres casi siempre las mismas piezas y terminan pareciéndose los diseños de varios clientes”.
¿Y cómo llevas a cabo las ventas, cómo determinas los precios?
—Yo busco los precios en el catálogo para luego clasificar las prendas y colocarlas dentro de ziplocks. Sarcásticamente le llamo a eso estudiarme el catálogo. Los pulsos salen entre 65 y 85 CUC; los collares entre 95 y 110 CUC y los anillos hasta 135 CUC. Aquí lo mínimo que cuesta un dije sencillo es 35 CUC.
Con el oro no tengo mercado, por eso solo vendo piezas originales de plata. Para cerciorarme de que lo sean, además de la confianza que tengo en mi proveedor, verifico que tengan la inscripción ALE S925. Luego, pongo el anuncio en Revolico y la gente llama para hacer pedidos. Cuando vienen hasta la casa /tienda es porque van a comprar al seguro, al directo.
Hay muchas personas que han emigrado de la venta de ropa a la de prendas Pandora, ¿cómo haces para mantenerte en la preferencia de los clientes?
—Vendo por debajo de los precios del catálogo. Así me mantengo en la preferencia del mercado. ¿La ganancia? Alrededor de 5 CUC por pieza vendida. A veces más, a veces menos.
“Una vez un muchacho vino a comprarle algo a la esposa por un aniversario cerrado de bodas y comenzó a escoger en el catálogo. Cuando llegó el momento de pagar, eran 300, pero se lo dejé en 280. Me gusta siempre premiar a mis clientes con un descuento.”
Hago un esfuerzo y no le digo que yo también quiero un pulso flexible con cierre de oro. Solo le pregunto a Pandora por sus ingresos y explica, en los términos especializados que le gustan, que pese a los picos en momentos de furia de la compra, no tiene contabilizados los ingresos.
“Hay semanas en que he calculado las ventas en 3000 CUC. Tampoco da para hacerse rico”, precisa. La cifra confirma mi sospecha: ella es el sostén de su familia, la que cada día lleva el pan a la casa y evita que el techo les caiga encima.
Al final, cuando indago sobre los proveedores, se limita a responder que todo es traído de Estados Unidos por los bajos costos. Ni una palabra más.
Se pone un poco arisca, tanto que al ver la cámara pregunta: “¿Una foto? No. Me puedes reconocer fácil, si en la calle lo que más hay es gente usando Pandora”.
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Luis