Por: Katherine T. Gavilán
Mi mamá diría que el silencio es una mierda. Es sorda, hipoacúsica para ser exacta, al igual que mi tía y mi abuela. Hablar en mi casa siempre fue un desafío. El silencio para ellas fue ausencia. Comunicarse se volvió una obsesión para mi madre y también para su hija, quien creció sintiendo que no era escuchada en su primer y más importante lugar.
Mi abuelo puso orejas y atención en función mía. Él siempre fue un lugar inspirador, un lugar seguro donde ser y crecer. Mami me ha dado lo que pudo y lo que aprendió. Somos lo que conocemos. Uno por lo general no se cuestiona cosas si no sabe que existen.
¿Y si cambiamos entonces las certezas por preguntas? ¿Y esas preguntas por mejores preguntas? ¿Qué tal si, en vez de evaluar, observamos? ¿Qué tal si escuchamos? Quizá entonces la pregunta no deba ser esa, y sí: ¿por qué hablar si nadie nos escucha? ¿Pero y si somos nosotros quienes no escuchamos?
Oír es un acto biológico que algunos no pueden conseguir, como mi madre, por ejemplo. Pero escuchar es un proceso activo en el que deseamos captar y dar sentido a lo que otra persona comunica; no solo a través de sus palabras, sino también de su tono, lenguaje corporal y circunstancias. Escuchar implica estar presente y mostrar empatía hacia quien habla. No lo hacemos casi nunca. En su lugar oímos y hablamos.
El dramaturgo griego Eurípides dijo: «Habla si tus palabras son más fuertes que el silencio». ¿Entonces, hablar o no hablar?
Seguramente hemos escuchado decir: «Habla bajito, que no te oigan diciendo eso»; «cállate la boca, muchacha». Dependiendo de quién y por qué, ese «cállate la boca» mostraba posesión o miedo. Todos conocemos el miedo y eso nos hace incuestionablemente semejantes. El miedo ha moldeado nuestras palabras. Aprendimos a quedarnos en silencio para protegernos. Uno teme a varias cosas y casi todos tememos más o menos lo mismo: tememos al sufrimiento por el dolor o la pérdida de algo o de alguien; y aplica para todo, nuestro prestigio, la vida de una persona querida o la nuestra, nuestros privilegios.
¿Y si es cierto? ¿Y si callarnos es mejor? «A veces el silencio es la peor mentira», dijo Miguel de Unamuno; y Martí afirmó: «La palabra es para decir la verdad, no para encubrirla». ¿Pero, qué cosa es la verdad? A veces pasa que exageraciones, mentiras o verdades ocultas hacen que lo que se muestre o percibe no es exactamente lo que es. Albert Camus decía que nombrar mal las cosas es añadir desgracias al mundo.
¿O sea que el reto sería cómo hablar? Pero ¿cómo hablo si no confío? ¿Cómo me expreso si no me siento segura, si me da miedo decir «te amo», «perdóname» o «no estoy de acuerdo»? ¿Cómo supero el miedo y por qué debo superarlo?
Para Aristóteles, el coraje era la primera virtud. Pero ¿por qué tengo que ser valiente? Brené Brown responde diciendo que vale la pena sentir la satisfacción de haber hecho lo correcto, lo bueno, lo justo. Que merecemos el placer de decir «te amo» primero y al que oprime a otro que eso está mal. Y usar la voz para aliviar a otros o aligerar el peso de lo que se calla.
La verdad es que tengo miedo que estas palabras no le sean útiles a nadie; y menos a los que llevan tiempo sin luz, sin agua, sin gas, sin abrazos y casi también sin esperanzas. Llevo varios meses pensando qué puede importar un espacio como este en un contexto como el nuestro, lleno de incertidumbre, inseguridad y desconfianza. Y también tengo miedo de caer en la cobardía de no decir «te amo» primero, «perdóname» o «no estoy de acuerdo».
Entonces, no sé bien cómo responder la pregunta que da inicio a este video, pero espero que en este espacio, podamos averiguarlo.
5min quiere ser un lugar seguro en el que podamos tratar de responder preguntas diferentes. Un lugar de reflexiones difíciles donde el miedo y la rabia son también bienvenidos, donde podremos estar de acuerdo o no; pero, con respeto y responsabilidad, y sin violencia ni discriminación de ningún tipo, comunicarnos. En un mundo lleno de polarizaciones e indefensión aprendida, un fenómeno en el que las personas se sienten incapaces de influir en su entorno, porque nos hemos acostumbrado a que nadie nos escucha, gente con preguntas diferentes queremos promover mensajes y reflexiones al servicio del bienestar y el crecimiento. Gente que ama, que tiene miedo, gente que mete la pata y que también quiere mejorar. Ojalá que alguno de estos capítulos nos inspire a atravesar el camino de las conversaciones difíciles.
Martin Luther King Jr. mencionó una vez: «Nuestras vidas comienzan al terminar el día que guardamos silencio sobre las cosas que importan». Preguntémonos entonces qué nos importa. Y quizá, después, sigamos sin querer hablar; pero al menos escuchemos nuestras voces, cinco minutos.
Este artículo es parte de una colaboración entre elTOQUE y 5min, una plataforma de discursos cortos que busca fomentar la conexión y reflexión en la ciudadanía cubana, sin importar dónde se encuentre.
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Raúl García Rojas