Y al fin se supo lo que todos sabíamos. Después de meses de misterio (o teatro, depende de a quién le preguntes), la Federación Cubana de Béisbol (FCB) decidió confirmar a Germán Mesa como manager del equipo Cuba para el VI Clásico Mundial de Béisbol.
El anuncio, hecho con la solemnidad de una ceremonia vaticana, lo dio el dirigente villaclareño Humberto Guevara, como si no estuviera revelando un secreto a voces: que el «Mago» dirigiría al equipo antillano hasta las Olimpiadas de 2028, pasara lo que pasara en el Clásico.
Y bueno, veamos los pros y contras de esta designación. Porque, como todo en la pelota cubana, esto no es una decisión, es una novela por entregas. Y como buena novela, tiene héroes, villanos, giros argumentales... y mucho debate en redes sociales.
Una verdad innegable es que Germán Mesa sabe de pelota. Nadie puede quitarle eso. Fue uno de los torpederos más espectaculares que han visto las Series Nacionales y su apodo no es gratuito: «el Mago».
Hacía malabares con el guante como si el terreno fuera su pista de circo personal y dirigió a Industriales en 2010 a su último campeonato; lo cual, si usted es habanero, sabe que cuenta casi como un milagro. Y si es villaclareño, sabe que fue contra todo pronóstico.
Otra señal a su favor es que tiene experiencia internacional. Triunfó en Nicaragua, dirigió en México, Panamá… O sea, que ha visto béisbol más allá del Latinoamericano.
Y eso importa, porque el Clásico Mundial no se juega contra Ciego de Ávila ni Las Tunas, sino contra tipos que batean rectas de 100 millas antes del desayuno.
Pero aquí viene el primer cuestionamiento. Germán fue coach de banca en el último Clásico Mundial y en el Premier 12. Y el rendimiento del equipo, sobre todo en el segundo torneo, digamos, no fue mágico.
Un cuarto lugar en el Clásico, con sabor a «gracias a la zona del grupo», en 2023, y luego el Premier 12, que fue una especie de terapia colectiva para aprender a perder en grupo. ¿Y ahora el responsable será el mismo que estaba al lado del timonel? ¿Era parte del problema o parte de la solución?
No está claro, pero asumámoslo: en Cuba las segundas partes sí suelen ser peores. Repetir lo mismo esperando resultados distintos. De locos, pero en Cuba lo llaman «estrategia».
También, Mesa no es precisamente el manager más popular entre los que fueron elegibles para llevar las riendas del equipo Cuba. En las gradas, en los pasillos del estadio y hasta en las colas del pan, el nombre que más se escuchaba no era el de Germán, sino el de Urquiola. Alfonso, claro.
Decir que Germán no cuenta con el apoyo popular no es un chisme: es casi una encuesta nacional.
Lo otro cuestionable fue la forma del anuncio. ¿Era necesario esperar tanto para confirmar lo evidente?
La demora no solo fue innecesaria, fue perjudicial. Se pierde tiempo de planificación y, sobre todo, se alimenta esa desconfianza endémica que rodea cada decisión de los federativos cubanos.
Y aún así, ironías aparte, aquí estamos. Una vez más, toca creer. Aunque nos duela la situación actual de la pelota cubana, aunque sepamos que hay decisiones que se toman más por política que por talento o lógica deportiva.
Germán Mesa, al menos, demostró carácter. Cuando dice que en el terreno «sale a ganar contra quien sea», uno quiere creerle. Aunque luego toque enfrentar a Japón, Estados Unidos o República Dominicana, y el bate luzca como de goma y el pitcheo, de mantequilla. Pero se agradece la actitud.
Lo que falta saber es cuánto margen tendrá Germán para actuar. ¿Podrá convocar libremente a los peloteros cubanos en MLB? ¿Tendrá voz real en la estructura del equipo o solo será el rostro visible de una maquinaria que se mueve por otros hilos?
¿Tendrá la autonomía para armar un cuerpo técnico competente o le impondrán nombres? ¿Hay peloteros del sistema de Grandes Ligas interesados en ser dirigidos por un mentor «fiel a la Revolución»?
Y lo más importante: ¿sobrevivirá a las críticas de la afición? Porque, si algo está claro, es que el cubano no perdona improvisaciones. En fin, demasiadas interrogantes alrededor de Mesa.
Si el equipo pierde (y, sobre todo, si pierde mal), las redes sociales no perdonarán. Y eso sí que no tiene magia que lo salve.
En fin, que el «Mago» regresa al escenario principal. Ojalá no sea otro truco viejo, porque si algo necesita la pelota cubana no es un acto más de ilusionismo, sino resultados. De los reales. De esos que se celebran con batazos y no con conferencias de prensa.


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