¿Quién llora a Zinedine Zidane?

¿Quién llora a Zinedine Zidane?

7 / julio / 2023

La bala que mató a Zidane le entró por el lado izquierdo del pecho, le perforó el pulmón derecho y se alojó entre la sexta y la séptima costillas. Estaba en el piso, esposado y desangrándose por dos balazos anteriores: uno en el hombro y otro en la pierna. Un policía hizo el disparo que puso fin a sus 17 años.  

Su padre, a unos pocos metros, solamente escuchó uno de los tres disparos. Se puso como una fiera y derribó a los policías que lo tenían inmovilizado. Corrió hasta Zidane, lo cargó, pero el adolescente no reaccionaba. Enloqueció. Trató de agarrar al policía que disparó, pero entre civiles y policías lo interceptaron, lo calmaron y lo montaron en una patrulla. 

Cuando media hora después le permitieron a una enfermera acercarse para hacerle un torniquete a Zidane y detener el sangrado, era demasiado tarde. No llegó vivo al hospital. Era primero de julio de 2022 en el Condado, Santa Clara. 

***

En la tarde del viernes [primero] de julio, agentes de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) respondieron al llamado de la población ante una alteración del orden público, en el que peligraba la vida de dos mujeres que se hallaban en el interior de una vivienda, en el Consejo Popular Condado Sur de Santa Clara, provincia Villa Clara.

Las dos ciudadanas eran asediadas por ocho individuos de pésima conducta social y moral, que arremetían a pedradas contra la morada, portando armas blancas y profiriéndoles improperios y amenazas, por motivos personales.

(...)

En el lamentable incidente, falleció el agresor principal, caracterizado por una conducta violenta, con múltiples antecedentes delictivos.

(...)

Las autoridades competentes desarrollan una rigurosa investigación para el total esclarecimiento del hecho.  

Fragmentos de la nota oficial del Ministerio del Interior (Minint) en la que se revictimiza y criminaliza a Zinedine Zidane Batista.  

                                                               ***

A Zinedine Zidane Batista Álvarez no lo mataron el primero de julio. Ese día el policía apretó el gatillo, pero su muerte fue el movimiento final de la maquinaria que aplasta a quienes nacen y viven marginalizados en Cuba. Su muerte fue el resultado de la desidia y de la violencia de un Gobierno que no tiene otra respuesta para sus ciudadanos. 

Mucho se habló de él durante los días siguientes a su muerte. De Zidane se dijo que era un delincuente, que la lista de antecedentes penales le superaba en tamaño, que su madre había deseado su muerte cansada de tantos dolores de cabeza. 

«En ningún momento yo, que soy su madre, le deseé que muriera. Una madre que pasa tanto trabajo no es capaz de desearle a su hijo que se muera», dice Mildrey Álvarez, la madre de Zidane con la voz entrecortada por la ira y la tristeza.

Hay una lógica torcida a nivel social, y de la que el poder se aprovecha, que indica que unos sí y otros no merecen que sus derechos sean respetados. Las personas criminalizadas pertenecen al segundo grupo.

Han pasado quince días desde su muerte. No llegan tantas personas a dar las condolencias ni patrullan los oficiales de la Seguridad del Estado vestidos de civil. Pero la rabia, como la niebla, enrarece el ambiente de la casa humilde en la que un día vivió Zidane.

Familia de Zidane.

Susleidy, su mujer y madre de su hija, apenas habla sentada en un rincón. Tiene los ojos rojos de llorar. «Ahora no puedo decir nada. Lo siento. No puedo», habla en voz baja y enseña las fotos de él en un celular con la pantalla rajada. Zidane y ella. Zidane y la niña. Zidane y sus padres. Zidane riendo. Zidane con cara de guapo. Zidane. Zidane. Zidane.

Yosvany Batista, el padre, es más locuaz. Necesita contar su versión de los hechos, aclarar que su hijo no era ningún bandido ni que lo ocurrido fue por culpa de ellos. A ellos los abandonaron quienes debían defenderlos —o, al menos, poner una cuota de justicia—.

Zidane era un adolescente negro del Condado, un barrio marginalizado de Santa Clara. Amaba los animales, era hablador, servicial, un «abogado de manigua», según su bisabuela, pero también dueño de un carácter que explotaba con el más mínimo incidente. Había abandonado sus estudios hacía poco y trabajaba con su papá en una finca. 

Nada de esto decía la nota oficial del Minint, replicada en los medios oficiales. Desde el título solo se apeló a su supuesto carácter antisocial, pésima conducta y unos antecedentes delictivos falsos; la maniobra gastada para encubrir o minimizar la brutalidad policial en la isla. 

«Es la muerte de un niño, eso duele mucho», dice Yasiel Rodríguez Alfonso, vecino y amigo de Zidane. A sus 33 años, intenta hablar y los ojos se le llenan de lágrimas. «Por el noticiero dicen que es un antisocial; pero ¿cómo va a serlo si nunca estuvo preso? Él estuvo «tranca´o» por un problema, un día o dos, pero eso no significa que sea un antisocial. ¿Qué pasa? ¿Que como quien lo mató es un oficial lo tapa su gente y él, que se murió, no tiene cómo defenderse?».

Estrella Pérez de Alejo vio crecer a Zidane desde la distancia de un par de puertas. Su muerte, como para tantos otros, le ha dejado el sabor amargo de la injusticia y el descrédito. En su teléfono guarda los videos del asesinato y capturas de pantallas de las mentiras que han circulado para difamarlo y los mira con la rabia quemándole las venas. 

«Zidane conmigo era un amor, era como un hijo para mí y como un hermano para mi hijo. Él y yo lloramos con las cosas que hablan de él. Zidane no era perfecto, porque perfecto solo Dios, pero los hay peores que él que están en la calle, y él fue para el hueco. El inocente fue para el hueco. Si tú te guías por lo que están hablando, él era un ogro, él mataba, él era un terrorista». 

Zidane, con solo 16 años, fue uno de los manifestantes del estallido social del 11 y 12 de julio de 2021. Estuvo siete días detenido en Instrucción y fue puesto en libertad con una medida cautelar y una multa de 2 000 CUP a pagar en 72 horas, aclaran sus padres.

«A raíz de lo del 11J, la Policía lo citaba cada mes para amenazarlo, para decirle que estaba robando caballos, que estaba vendiendo carne de res, que se juntaba con elementos antisociales hasta altas horas de la noche, lo que era mentira», explica Yosvany Batista.

Pero el acoso y los prejuicios en su contra fueron la antesala de la brutalidad policial ejercida el primero de julio, aunque sus antecedentes penales son una mera página en blanco, tal y como pudo constatarse para esta investigación.

Fue una denuncia de amenaza, y los sucesos que condujeron a ella, el detonante de la muerte de Zidane. Las últimas piezas de la maquinaria mortífera que había echado a andar desde hacía dos meses.

***

El niño vivía ahí, al lado de mi casa. Yo lo quería a él como si fuera mi hijo y no estoy de acuerdo con nada de lo que están hablando. Todo eso es mentira para tapar lo que hicieron. Él no era ningún antisocial ni ninguna de las cosas que están hablando. Lo digo aquí y donde tenga que decirlo. Ese era un niño como cualquier otro. ¿Por qué ese día no cogieron a todo el mundo? Habrá comentarios de él, pero eso que hizo la Policía con el niño es un abuso. ¿Para qué está la Policía? ¿Para matar? Eso fue abusivo, porque podían haberlo parado antes de que sucediera. ¿Por qué esperaron? ¿Por qué él molestaba? ¿Por qué él caía mal? Eso fue un asesinato por gusto. ¿Que a un niño de 17 de años la Policía no lo pueda coger y quitarle el machete? ¿A qué fueron? Todo lo que están hablando es mentira, te lo digo a ti y si me paras delante de Díaz-Canel, si me paras frente a la Quinta, también lo digo. 

Estrella Pérez de Alejo Álvarez, vecina de Zidane.

***

«El Condado no es lo que era antes», dice Mildrey, la madre de Zidane. Los guapos se han retirado, han empezado a trabajar o se han mudado. «El de este barrio se murió el año pasado». Los guapos han sido, por mucho tiempo, una triste credencial de la barriada santaclareña. Los guapos y la guapería. 

En Santa Clara se habla del Condado con una mueca de desprecio. Se le asocia con la delincuencia y se justifica la larga lista de desgracias que sufren quienes viven en él: las carencias acrecentadas, la falta de urbanización, la violencia, el hambre, las enfermedades o los bajos niveles educativos. El mismo estigma que cargan gran parte de los barrios empobrecidos.

Casi todo en el Condado es malo, excepto su gente. Apenas una lluviecita tímida de primavera convierte sus calles sin asfaltar —mal asfaltadas o antiguamente asfaltadas— en auténticos lodazales. El agua sucia corre por el Condado y arrastra a su paso la basura depositada en cualquier acera o esquina. La basura es otro de los problemas del reparto y, con la basura, las enfermedades, la pestilencia y la insalubridad.

La calle en la que vivía Zidane es un pedregal ruinoso, ladeado por casas en pésimo estado en su mayoría. El delegado de la circunscripción, luego de años de reclamos de los vecinos, logró que asfaltaran la calle, pero no taparon los salideros de agua de la vía pública. Al poco tiempo, la calle estuvo en igual o peores condiciones. Por la noche es fácil tropezar, desgarrarse un tobillo o perder la suela de un zapato.

Fue precisamente de noche cuando quince personas llegaron hasta la casa de Zidane a «ajustarle cuentas» por una pelea que había sucedido unas horas antes. Contra la vivienda en la que dormía la familia, niñas pequeñas incluidas, tiraron piedras de la calle. Cuando llegó la Policía, alertada por los vecinos y la familia, los agresores pusieron una denuncia contra Zidane por amenaza. Lo acusaron de principal agresor y culpable de lo ocurrido. Era el presagio de su muerte.

«Yo tuve que salir a la una de la mañana en “tacacillo” (nombre local de calzoncillos) y con machete a meterme delante de la gente que me lo quería matar», relata Yosvany Batista sobre el suceso que, unos días más tarde, conduciría a la muerte de su hijo. 

Yosvany era pastor independiente del Ministerio Apostólico y por incidentes similares se alejó temporalmente de la iglesia. «Son cosas que, para la imagen del Ministerio, para tu congregación, son mal vistas. Yo soy de esos pastores que cuando creo que estoy haciendo las cosas mal, me detengo para no pecar de sabio; cuando mejoro me restituyo».

Yosvany Batista no siempre fue un hombre de paz: fue militar y estuvo preso en dos ocasiones. Ahora trabaja en el campo y hace un poco de todo para llevar el pan a la mesa. No quiere más problemas en su vida, pero lo de poner la otra mejilla se lo deja a Jesucristo. 

«Te digo con toda sinceridad que la denuncia fue un complot. El grupo de guardia era el mismo que estaba el día del último problema (primero de julio), el que había estado presente en todas las otras situaciones. Llevábamos, cuando más, desorden público. La denuncia de nosotros por violación de domicilio no tuvo efecto», dice Yosvany.

Los problemas con los agresores comenzaron unos meses antes, cuando Zidane ocupó ilegalmente una casa que se encontraba cerrada hacía varios años. Las ocupaciones ilegales son hoy un problema alarmante en Santa Clara, y se han incrementado debido al déficit habitacional de la ciudad, según señala un reportaje del periódico oficial Vanguardia publicado semanas antes del asesinato de Zidane.

La casa que Zidane compartía con sus padres era en extremo pequeña. Una primera habitación de apenas 2x3 metros sirve a la vez de sala-cocina-comedor. En la segunda habitación dormían nueve personas, en un cuarto de proporciones similares: en una cama, Yosvany, Mildrey y su hijo menor; en la otra, Zidane, Susleidy y las cuatro pequeñas —tres anteriores de ella y la hija en común—. La casa la completa un pasillo lateral estrecho, un baño y un portal. 

Zidane se mudó a aquella casa vacía con Susleidy y sus hijas. Durante quince días vivieron en relativa calma. Todo cambió cuando una madrugada debieron salir al hospital por una emergencia con la mayor de las niñas. Al regresar, otra familia se había metido en la casa y se negaba a salir. Las pertenencias de ellos quedaron dentro. Trataron de denunciar lo ocurrido en la Policía, pero la denuncia no procedió. 

El artículo 333 del antiguo Código Penal, vigente hasta diciembre de 2022, solo regulaba el delito de usurpación para inmuebles estatales. En los casos de ocupación a inmuebles particulares se preferían las soluciones administrativas, establecidas a través de la Ley General de Vivienda y de las cuales se encargaban las Direcciones Municipales de la Vivienda.

Pero en el citado reportaje de Vanguardia, las autoridades de Villa Clara reconocen que solo «unos 85 casos radicados (con resolución de ocupación ilegal) se acumulan en los archivos de la Dirección Municipal de Vivienda, desde 2008 hasta 2021» y en los seis primeros meses de 2022 se habían radicado otros ocho, y alrededor de 30 expedientes esperaban por un término.

Ante tantos retrasos y obstáculos, recaía en las personas afectadas encontrar un desenlace a sus conflictos de vivienda. 

Zidane y Susleidy también eran ocupantes ilegales, así que estaban desprotegidos. Las personas que habían robado sus pertenencias tampoco parecían dispuestos a una solución pacífica. Estaban a merced de las circunstancias.

Unos días antes del primero de julio, Zidane y Yosvany coincidieron en una fiesta con algunos miembros de la otra familia. Uno de ellos, el hijo de la mujer que ocupó la casa, llevaba la ropa y los zapatos que Zidane había perdido en su mudanza forzosa. Se pavoneaba y burlaba de lo ocurrido, recuerda Yosvany. Zidane estalló. La tensión fue in crescendo, el otro amenazó con un cuchillo a Zidane y él lo desarmó. Se fueron a los puños.

«Hubiera preferido que mi hijo fuera un ratón, pero no tenía miedo, le iba arriba a cualquier cosa», lamenta Mildrey. 

Yosvany tuvo el buen tino de llevarse a su hijo creyendo que todo acabaría ahí. 

Unas quince personas llegaron unas horas más tarde a buscar a Zidane. Hombres y mujeres. Fue entonces que Yosvany debió salir en defensa de su hijo, en calzoncillo y de madrugada, cuando llegó la Policía y Zidane fue denunciado por amenaza.

Desde entonces, Zidane estuvo bajo reclusión domiciliaria. La maquinaria nunca más se detuvo. Su velocidad solo fue en ascenso.

***

Ese día vine por aquí como a la una y pico. Zidane estaba contando un dinero. Le dije: «Oye, andas lleno» y él me explicó que era para un negocito de cigarros. Traté de convocarlo para ir a «mecaniquear» mi carro, como hacía muchas veces; pero él no quiso porque estaba con el tema del negocio. Me fui y llegué como a las cuatro de la tarde. Vine a buscarlo para que me ayudara a fregar el carro, pero aquí no había nadie. Estaba solamente el hermano menor. Cuando dieron la noticia de lo que ocurrió, no me lo creía. Pensé que había sido un problema normal. Nunca me imaginé que fuera a fallecer ni cómo. Lo llamé para que se fuera conmigo y él no quiso… 

Fernando Bernal Pérez, amigo de Zidane.

***

En la mañana del día de su muerte, Zidane fue junto a su padre a una citación por la denuncia de amenaza. La abogada les pidió que intentaran hablar con la parte acusadora para evitar más conflictos entre ellos.

«Le dije que estuviera tranquila, que nosotros no íbamos a tener problemas si ellos no iban a buscarnos», relata Yosvany. A esas alturas, él estaba convencido de que sus reclamos nunca procederían legalmente. Regresaron a la casa al mediodía. 

Mientras Zidane jugaba PlayStation y Yosvany dormía la siesta, Susleidy y su prima Yankiely, embarazada de dos meses, hacían una cola interminable en La Latina, tienda ubicada en la calle Estrada Palma, a algunas cuadras de la casa. Hasta allí llegaron varios miembros de la otra familia. Pasaban y provocaban. Varios hombres del grupo golpearon a Yankiely, mientras los trabajadores de la tienda protegían a Susleidy dentro del establecimiento en lo que llegaba la Policía. Unos días más tarde, Yankiely abortó.

A la Quinta Unidad de la PNR llegaron, unas horas después, Susleidy, el esposo de Yankiely, Yosvany y Zidane para interponer una denuncia, con el certificado de las lesiones de Yaskiely como evidencia. «El capitán que estaba al frente de la guardia dijo que no podía hacer nada, que él solo podía citarlos y multarlos, pues las lesiones no significaban un peligro para su vida», relata Yosvany.

En ese lugar, Yosvany Batista decidió poner fin a la disputa al precio que fuera necesario. Fue a la casa, reunió a ocho personas, entre ellos su hijo, y fueron a confrontar a los otros.  

Mildrey no quiere oír hablar de ese día. De esas horas. Prefiere irse a la habitación contigua mientras Yosvany relata los acontecimientos finales que condujeron a la muerte de su hijo.

«Que fuimos armados es verdad, porque no íbamos a ir con las manos “peladas” y ellos nos estaban esperando», confiesa Yosvany con la mirada colgando entre el desafío y el arrepentimiento.

El Condado es un entresijo de calles más o menos pequeñas. Callejuelas llenas de piedras, solares y cuarterías. Las casas adosadas, herencia de antiguas casonas divididas por la necesidad, muy pocas veces tienen portales, por lo que es habitual ver las calles y las aceras llenas de personas que conversan y toman el fresco a cualquier hora. 

En una de esas calles ocurrió el enfrentamiento, en Misionero, entre Rodolfo Valdera y el río Bélico. Eran ocho contra ocho y, una vez más, las piedras de la vía sirvieron como armas. Ambas familias, desde esquinas opuestas de la calle, abrieron fuego. Los vecinos del lugar corrieron a protegerse al interior de sus viviendas y llamaron a la Policía. 

La calle se llenó de patrullas, patrulleros y prevencionistas en pocos minutos. Eran alrededor de cincuenta. Al escuchar las sirenas, quienes minutos antes derrochaban guapería en ambos bandos se dieron a la fuga. A Yosvany y a Zidane no les dio tiempo.

«Cuando llegó la Policía estábamos solamente mi hijo y yo en la esquina de Rodolfo Valdera y Misionero. Yo le digo: “Vete, yo me quedo aquí que no me va a pasar nada. Coge el machete y el cuchillo y vete de aquí”. Él no quería, pero lo convencí. Cuando él se iba la Policía llegó a donde yo estaba y me empezó a caer a golpes. Nunca nos preguntaron cuál era el problema, llegaron directo a los golpes», relata Yosvany. 

Zidane trató de proteger a su padre. Con el machete que llevaba en la mano le propinó un «planazo» a uno de los policías que intentaban detenerlo. Otro policía —con número de matrícula 13338 y no 150338 como se ha repetido erróneamente— bajó de una patrulla y luego de lanzar varios tiros al aire le propinó dos disparos al adolescente; primero en el hombro, para desarmarlo, y luego en una pierna. 

Uno de los disparos de advertencia entró por la ventana de una de las casas del lugar e impactó a un civil. Su lesión no fue grave, como tampoco la del policía agredido.

Zidane, en el suelo y desangrándose, continuó recibiendo golpes. Logró virarse hacia uno de los policías. 

«A mí tú tienes que matarme», le dijo. El oficial jaló el gatillo y el disparo fatal atravesó el pecho del adolescente.

Yosvany corrió hasta él para auxiliarlo, pero su hijo no respondía. «Estuvo media hora desangrándose y no lo ayudaron; pero voy a presentar una denuncia contra la Policía por no haber prestado los primeros auxilios».

Ciego de la furia y el dolor, persiguió al asesino de su hijo. «Le dije que me disparara a mí también. Me tiró dos tiros en los pies, pero con miedo. Cuando una persona mata y no está adaptada se le ve el miedo por encima de la ropa. Le dije de nuevo: “Tira aquí, es al pecho o a la cabeza”. Pero logró esconderse en una vivienda», relata. 

Los videos que circularon las cuentas afines al Gobierno señalan que Yosvany llevaba un machete en la mano cuando fue tras el policía. Él asegura que era un palo que sacó de debajo del cuerpo de Zidane cuando fue a socorrerlo. 

Entre varios vecinos interceptaron a Yosvany y lo calmaron. «Me pidieron que tratara de hacer algo por mi hijo, pero creía que él estaba muerto». Le dieron agua y lo montaron en la patrulla mientras los policías lo acusaban de hablar mal de la Revolución. El viaje, breve, fue hasta la Quinta Unidad. 

***

Al pueblo lo tienen engañado en todos los sentidos. Si este problema llega a nivel nacional tiene consecuencias para la política, para los dirigentes del país, para el presidente. Es más fácil decir que el muchacho es antisocial, que siempre andaba con machete, que mataba caballos, aunque no tengan pruebas. ¿Qué necesidad hay de darle un tiro en el pecho a un niño esposado, boca abajo en el piso y con un tiro en una pierna? No hay necesidad de eso. Si está esposado en el piso, métanlo diez años en el «tanque». Es verdad que hubo una riña por cuestiones de una casa, pero nunca llegó a nada. Un grupo estaba en una esquina y el otro, en la otra. Eran piedras de por medio, chusmería, guapería; viene la Policía y jode todo. Como los que manejan la patrulla ahora mismo son jovencitos y no las piensan…

Yasiel Rodríguez Alfonso, vecino de Zidane.

***

Mientras mataban a su hijo, Mildrey estaba en casa cuidando a las niñas, consciente del conflicto, pero sin imaginar el desenlace. La Policía fue a darle la noticia de lo ocurrido. La llevaron, primero, para la Quinta Unidad de la PNR y luego para el hospital.

«Iba con la esperanza de cuidarlo y no enterrarlo. Cuando llegué a la Quinta me dijeron que estaba muerto y me arrebaté. Empecé a ofender a la Policía, al presidente no —aclara, como sujetándose a una tabla salvavidas—, pero sí a ellos. Les dije que podían haberlo evitado, que no había necesidad de llegar a eso porque desde el momento en que le dan un tiro en el hombro y suelta el machete no era un peligro».

Zidane llegó muerto al hospital. 

A Yosvany, aún detenido, lo dejaron pasar solamente veinte minutos por el funeral de su hijo, pero no pudo asistir al entierro. A su familia le dijeron que él no se sentía con valor para llegar hasta el cementerio. Mentira.

De la Quinta Unidad lo trasladaron hasta Instrucción Penal. Le revisaron los golpes y le tomaron declaración como testigo. Le informaron que estaba acusado de desorden público. También le hicieron análisis de sangre y orina, algo inusual en situaciones similares. «Ellos pensaban que yo estaba dopado porque nunca habían visto a alguien quitarse tantos policías de arriba», dice. El sábado 2, a la siete de la noche, lo liberaron.

Mientras estuvo detenido, un agente de la Seguridad del Estado (policía política) le advirtió que tuviese cuidado con lo que escribía en las redes sociales. «Me dijeron que no hablara, que ellos no iban a publicar nada y lo primero que encuentro el sábado en la noche es la nota del Minint».

Desde entonces, Yosvany ha denunciado las arbitrariedades del caso y las calumnias contra su hijo. No queda mucho más por hacer ante un Gobierno que tuerce la ley a su antojo.

***

La situación es muy triste, pero más triste aún cuando se dicen cosas que no son, cuando hay injusticia. Si dijeran que mi hijo era grande, era gordo, pero era de mi tamaño, chiquitico, flaquitico. ¿Había necesidad de asesinarlo de esa manera?

Mildrey Álvarez, madre de Zidane. 

UN AÑO DESPUÉS

Un año después parece olvidada la muerte de Zidane. Únicamente la familia recuerda y carga con el dolor y las consecuencias. Nadie se ha acercado a la familia ni para asesorarla ni acompañarla. Cuba es un disparate tan grande que todo se ha normalizado, incluso las muertes de civiles a manos de las fuerzas policiales. Otros temas ocupan la agenda pública. 

Lo primero fue el linchamiento mediático contra Zidane y su padre. No solo la nota del Minint compartida acríticamente por los medios estatales, sino los ataques anónimos a través de las redes sociales. Unas horas después, para quienes no conocían a Zidane ni los retorcidos mecanismos de la política informativa del Gobierno, el adolescente era poco menos que un criminal, y para la lógica del poder, y parte de la sociedad, los derechos de los criminales pueden ser vulnerados sin mayores consecuencias.

En la primera citación en la Fiscalía, el lunes 11 de julio de 2022, a Yosvany Batista le comunicaron que no estaba acusado por desorden público, como le dijeron en un primer momento, sino de atentado.

El artículo 182.1 del Código Penal contempla una pena de tres a ocho años de prisión para quien emplee violencia o intimidación contra una autoridad, un funcionario público, o sus agentes o auxiliares, para impedirles realizar un acto propio de sus funciones. En Cuba, por defenderte de la agresión de un policía o varios, puedes ser imputado por este delito.

Dos meses después de la muerte de Zidane, la Fiscalía Militar comenzó de manera oficial la investigación del caso. Fueron llamados a declarar testigos, tanto civiles como policías y, por primera vez, la otra familia implicada en la disputa.

Yosvany asistió, invariablemente, a casi la totalidad de los encuentros y citaciones de la Fiscalía. Estuvo ausente a uno en el que, según le explicaron más tarde, se determinó que el policía sí estaba autorizado a emplear el arma de fuego contra Zidane.

«Tres policías declararon que yo no agredí a nadie. Uno mintió y dijo que yo tenía un machete», relata Yosvany. También llevó como evidencia algunos de los videos filmados durante el enfrentamiento.

Aun así, él está convencido de que sus esfuerzos serán en vano, que la Policía y la Fiscalía se cubrirán las espaldas y su hijo seguirá siendo «el agresor principal», tal y como lo sentenció la nota oficial del Minint.

La petición fiscal de su caso, finalmente, contempló una sentencia de un año por portación ilegal de armas, otro por desorden público y cuatro por atentado. Seis años en total. En diciembre de 2022, el proceso en su contra fue anulado y el expediente regresó a la fase instructiva.

La vulnerabilidad de Yosvany Batista, como la de su hijo aquel día, habla del quiebre estructural de la sociedad cubana, en la que los escasos derechos están destinados para un selecto grupo.

Zinadine Zidane Batista Álvarez es el sexto ciudadano muerto a manos de la Policía en los últimos tres años, según un registro realizado por la organización Justicia 11J. Narrar su muerte es hacer un recuento de la escalada de violencia y desentendimiento de las fuerzas del orden con las personas empobrecidas y marginalizadas en Cuba. Una maquinaria de desprotección cuyos engranajes se activan ante el más mínimo incidente.

«Eso fue asesinato con ensañamiento. ¿Cuántas violaciones hay ahí? En lugares públicos, la Policía no está autorizada a hacer disparos y si va a efectuar un disparo tiene que ser al aire y fijarse que no haya balcones cerca. Segunda: ¿para qué está la defensa personal? El reglamento dice que cuando usted es agredido por un ciudadano con arma blanca, usted tiene que hacer uso de la tonfa para esquivar si es un machete; si es un cuchillo, entonces con las manos», enumera Yosvany recordando sus días como militar.

Quiere denunciar, acusar no solo al policía que apretó el gatillo, sino a los que contribuyeron a que su hijo muriera. A quienes desoyeron y desestimaron sus denuncias, a quienes ejercieron una violencia desproporcionada contra ellos y a quienes calumniaron pública e impunemente a Zidane cuando su cadáver aún estaba caliente.

Alexis René García Hernández es el nombre del policía que tiró del gatillo, asegura la familia de Zidane. Hasta hoy sigue en libertad y no se tiene certeza si comparecerá en un juicio como acusado por la muerte del joven. No existe confirmación de cuál es su situación procesal ni certidumbre de que acudirá ante los Tribunales junto a Yosvany. 

El juicio contra Alexis René García y contra Yosvany tenía fecha para el 18 y 19 de mayo de 2023. Dos días antes, la familia fue informada de que se posponía porque había un brote de COVID-19 en el juzgado. Aún continúan a la espera de una nueva fecha. 

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Adriàn

todo eso parece"muy bien" explicado. Pero aqui Ud. trata de hacer parecer verdugo al Estado cubano. Vayale para arriba con un machete a un policía y dele un "planazo" asi como escribe Ud. "periodista", a ver que le va a pasar. No traten de manipular más una historia que se resume asi: agresor de policía es baleado después de varios disparos de advertencia.
Adriàn

Mel

Gracias a este medio por su excelente trabajo...por sacar a la luz las tristes historias de vida de los marginados y luego convenientemente estigmatizados.... por recordar este lamentable hecho, aun impune. El poder, ese que se dice progre y de los humildes y para los humildes, sabe manipular muy bien el ideario positivista de gran parte de la ciudadanía para justificar las agresiones, violaciones de derechos, prisión y muerte contra los que califican convenientemente de "delincuentes".
Mel

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