En Cuba decimos que alguien «mete con el rostro» cuando su desvergüenza es demasiado grande ante cualquier situación de la vida.
La palabra rostro proviene del latín rostra que, a su vez, es el plural de rostrum. Los romanos llamaban rostra a una tribuna del foro desde la cual se hablaba al pueblo. Pero rostrum es lo que sirve para roer. Se le llama rostra a lo que tiene forma de pico de ave o de otro animal y por eso la palabra derivó en nuestro rostro de hoy.
En Roma, la relación entre el rostrum y la tribuna se dio porque en el vocabulario de la navegación se llamaba rostrum al pico de bronce que algunos barcos de guerra usaban para embestir las naves enemigas. En el año 338 a. n. e. el cónsul Cayo Menio quiso celebrar una victoria sobre la flota de los volscos arrancando los espolones de sus barcos —rostra—, los cuales fueron puestos en un muro de la tribuna frente a la que se reunían los comicios en el foro.
A partir de ese momento se le empezó a llamar rostra a ese tipo de tribunas.
Durante la República, los rostra se usaron para celebrar votaciones y procesos según lo preceptuado en la Ley de las XII Tablas. Finalmente, se realizaron en ellas ejecuciones, funerales y exposiciones de despojos de los enemigos derrotados en la guerra.
En el siglo XXI, los políticos hacen honor a los rostra metiendo con el rostro de vez en cuando al hablarle a la ciudadanía. No se usa llevarle botines de guerra a los pueblos de los ejércitos vencedores ni mostrar las armas de los vencidos ni a los cautivos encadenados o esclavos por el solo hecho de ser prisioneros de guerra. Pero se sigue llevando mentirle al pueblo todo el tiempo y en todas las latitudes.
Cuando los romanos decían rostra movere no se referían a mover la cara o a hacer muecas, sino a enardecer al pueblo desde las tribunas; práctica que todavía es exitosa, en dependencia de quién sea el orador u oradora de turno. Pero es inquietante que más de 2 000 años después de la República romana todavía sigamos intentando levantar a los votantes desde los foros y con la palabra.
La historia de los rostra romanos es sangrienta. Además de lo expuesto, allí se mostró al pueblo el cuerpo herido de Julio César, cinco días después de su asesinato en el Senado, el 15 de marzo del 44 a. n. e. A partir de ese momento comenzó una cacería de personajes más o menos implicados en el homicidio. La situación tuvo un momento de máxima tensión cuando fueron mostradas, desde el mismo lugar, la cabeza y las manos del gran jurista Cicerón, relacionado con la conspiración contra César.
Las tribunas se siguen usando de la misma manera para enardecer multitudes. En la era de las redes sociales y de la explosión de las tecnologías de la información y la comunicación, los estrados se han diversificado. Ahora los rostra también pueden encontrarse en Facebook y en X. Desde esas tribunas, cada vez menos virtuales, también se puede informar o desinformar al pueblo con la misma efectividad.
En el libro 1 del Digesto de Justiniano hay un fragmento del Enquiridion del jurista Pomponio en el que relata que las primeras diez tablas de las que después serían las Leyes de las XII Tablas se publicaron en la Rostra del foro para que el pueblo las leyera y aprendiera.
Es un hecho que aquellas tribunas romanas tuvieron un uso múltiple durante siglos y uno de los más importantes fue el de la publicación de avisos políticos y jurídicos. Parecería que la publicidad del Derecho es un principio conquistado dentro del funcionamiento de un Estado de Derecho, pero no es así precisamente.
En Cuba, en 2023, hay resoluciones que no hemos leído y que afectan nuestras vidas todo el tiempo; hay leyes aprobadas de las que no tenemos idea cuándo aparecerán en la Gaceta Oficial; hay normativas previstas en los sucesivos cronogramas legislativos de la Asamblea Nacional que no podemos esperar con seguridad porque no dominamos cuál será el momento en que se propongan y discutan.
Bien nos vendría que en las rostra del siglo XXI se pudiera pasar a ver qué hay de nuevo en la política y en el Derecho de la república. No encontramos gracia alguna en participar en colectivo de la hechura de lo público, pero tal vez nos haga falta para relanzar la democracia. Sería bueno decirle que sí a los rostra que podamos tener hoy, siempre que digamos no al vicio de los políticos de meter con el rostro.
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