No habla.
No sabe leer ni escribir.
La entrevista con ella tiene que ser, necesariamente, un proceso de introspección. Se llama Misleydis Castillo, tiene 32 años y vive en un apartamento del litoral Este de una “ciudad maravilla”: La Habana.
Está almorzando sentada a la mesa, sola. Una vez que termina y se cepilla los dientes, también sola, la madre, Teresa Pedroso, la conduce hacia la “entrevista” con mucho cuidado. Misleydis necesita darse tiempo para familiarizarse y socializar. No le hacen bien los cambios abruptos, categoría en la que entra, incluso, chocar miradas con una persona desconocida que toma notas.
Cualquier objeto/sujeto distractor puede provocar una hecatombe para ella, para su arte y para su familia, que ha encontrado una alternativa de subsistencia en las obras pictóricas donde se representan hombres forzudos, fisicoculturistas. Misleydis es autista y canalizó sus necesidades de comunicación a través del dibujo aun cuando una psiquiatra que la atendió de niña, dijo que “debido a su retraso mental profundo, solo servía para escoger arroz”. Cuenta su madre que en las consultas a donde la llevaba entonces, solía tomar el bolígrafo del médico de turno para dibujar.
Asombra entonces que esa niña a quien llevaron a la escuela pero no clasificó, ni enseñaron a esbozar esos (arque)tipos, se haya transformado en la mujer que pinta cuadros de gran formato y expone, de la mano de la National Art Exhibitions by the Mentally IllInc (Naemi), en sitios tan codiciados por artistas como la Fábrica de Arte Cubano y el Frost Museum de Miami, uno de los mayores museos independientes de arte en el sur de la Florida, que ha recibido a más de 40 000 visitantes por año desde su fundación en 1977.
Sin nadie saber de dónde sacaba “eso”, comenzó a llenar la casa de ellos. Los pintaba en cartulina o papel y luego recortaba tiras de scotch tape y los pegaba en las paredes. Lo sigue haciendo.
Para el coordinador y director ejecutivo de Naemi, Juan Martin, contactado por el último médico de Misleydis cuando se percató del alcance artístico de su paciente —más allá de la terapia—, descubrirla ha sido un orgullo.
“Yo como cubano, me siento orgulloso de que una artista extraordinaria como Misleidys, haya sido seleccionada para exhibir en el prestigioso FrostMuseum de Miami. Para mí es la mejor artista outsider de Cuba y una de las más importantes de Latinoamérica”, dice.
Con el título Outsider Artists from Havana la exposición en ese museo, fue gestionada por la Fundación Naemi en estrecha colaboración con especialistas del Frost e investigadores, que pretenden mostrar la producción artística de dos de los artistas cubanos más reconocidos en la línea del outsider art: Misleidys Castillo y Jorge Alberto Hernández Cadi (El Buzo).
“Cada uno presenta estéticas y temas muy diferentes, acordes con sus respectivos trastornos mentales. La interpretación de sus universos especiales en un resultado plástico coherente con él y la recurrencia de un lenguaje distintivo, apoyado por la manualidad, son de los conceptos más importantes que los une”, se lee en el promocional de la expo.
“NAEMI —asegura Juan— ofrece a sus artistas la credibilidad dentro de una sociedad que de otra forma los marginaría. No sólo comenzó a difundir hace 30 años la creación de artistas en recuperación de enfermedades mentales, sino que logró que su relación con el arte constituyera una forma de canalizar su creatividad y además les permitió vivir gracias al reconocimiento de su trabajo, valorado a partir de entonces por los especialistas como auténticas obras en el complejo y excluyente mundo del arte”.
A Teresa, más allá de los precios del mercado artístico, le interesa que su hija tenga un entretenimiento y canalice, al propio tiempo, sus necesidades expresivas. Explica que se ha ganado la vida “estirando pelos” y desde hace poco llena memorias USB con contenidos del paquete semanal. Esto —dice refiriéndose al arte y la fama de “la niña”—, llegó ahora. Ella es la que tiene que vivir de mí y no al revés.
Entretanto, Misleydis se coloca sobre su madre y le pide, por señas, un beso en la cabeza, un abrazo luego. Tienen un código de comunicación muy peculiar en el que la madre ha trabajado desde siempre, sin ayuda especializada. La madre alza el pulgar en sentido de aprobación y ella repite lo mismo.
La amplia gama del concepto de Art Brut/Outsider Art permite la inclusión de creaciones artísticas realizadas por personas con problemas mentales, desorden de carácter, locomoción o personal carcelario; creaciones de visionarios: de vida extraterrestre o visiones relacionadas con el espiritismo; e incluso la persona común que se sienta apartada de la realidad —sin desorden sicológico, pero en condiciones de aislamiento—. Personas rechazadas por Escuelas de Arte o que no concluyeron sus estudios y se mantienen aislados son bienvenidos a la comunidad outsider.
El arte outsider cubano ha sido sistematizado durante los últimos años por la máster en Cultura Latinoamericana Yaysis Ojeda, cuyo libro testimonial El aullido infinito recoge notas biográficas en profundidad de varios artistas locales que expresan sus tormentos síquicos mediante un arte transgresor.
Aunque NAEMI les ha dado espacio a personas en recuperación de enfermedades mentales, y ha llevado su arte a países como Francia, Estados Unidos y Bélgica, hay en la Isla otros outsiders como Arturo Larrea Cárdenas, Clara Ortiz García, Joaquín Morales López que aún no forman parte de grandes catálogos.
En el capitalino barrio del Cerro tambiénse han reunido outsiders. Sembrado en la calle Martha Abreu No. 202 entre 20 de Mayo y Enrique Villuendas, el espacio Riera Studio se proclama Lugar expositivo y Laboratorio para artistas Brut en Cuba.
Nombres como Marcos Antonio Guerrero Herrera, Rafael Sánchez Ruíz, Damián Valdés Dilla y “El Sirio” empiezan a escucharse en el cartel plástico (out) de la Isla.
“Nos interesa que el mundo conozca el potencial de los artistas outsiders cubanos, por eso estamos planeando una nueva exhibición de artistas cubanos que viajarán a España a finales de este año. Nos gustaría ver más artistas de Cuba. Nuestras puertas están abiertas a ellos”, explica Juan.
En arte, parece decirnos su historia, lo substancial es la calidad y no unos factores genéticos o biológicos, si bien estos factores a veces ubican a los outsiders en el lado débil de la cuerda mercantil y los vuelven blancos de estafas o pagos injustos que les aseguran elevadas ganancias netas a sus representantes o curadores.
A no mucha distancia del cuarto piso donde residen desde que se mudaran de Güines, se ve el mar. Pregunto si a Misleydis le gusta, pero su madre responde que para la “niña” solo hay dos cosas importantes: “sus pinturas y yo”.
Ella continúa sin hablar. No porque esté yo de frente sino porque es su naturaleza. Dibuja hombres forzudos con cierto mestizaje entre faraones y negros contemporáneos, por los cuales no tiene idea de cuánto pagarán en el lucrativo mercado del arte. ¿Está eso bien o mal? La sociedad cubana mantiene una visión de cuidados a los discapacitados que no va en la línea de la independencia social. Qué decir de la económica, si el país ha apostado más por el proteccionismo de sus niños y jóvenes que luego serán adultos con “necesidades especiales”.
Misleydis y otros como ella —quiéranlo o no los familiares y la sociedad— reproduce un esquema en el que, a pesar de que sus más cercanos ganen con su obra, a ella no se la piensa como la persona independiente que hasta cierto punto podría ser, si bien cuenta la madre, cuando ha estado enferma, Misleydis ha respondido con un intercambio de roles para cuidarla.
La sicopedagoga Madelaine Rodríguez considera que experiencias como las de Argentina y Canadá —donde los discapacitados aprenden un oficio, trabajan las jornadas que les asignen, y hasta cruzan solos los semáforos y se sustentan—, no se han dado mucho en la isla. Aquí continúa el sistema de educación especial en tanto otras naciones abogan porque los discapacitados vayan a las mismas escuelas que los demás niños, acompañados por un tutor.
Teresa coincide en que los cubanos se han adaptado a andar con “el discapacitado” del brazo en vez de darle cierta independencia.
Antes de irme, hago contacto visual con la autora de estos impresionantes hombres pintados. Levanto mi pulgar y cierro el puño.
Ella devuelve el gesto. Y un plus: una sonrisa. La madre dice que es porque volverán a estar solas.
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