“Embargo” es el eufemismo que utiliza el gobierno de los Estados Unidos para aplicarle a Cuba un bloqueo total que dura más de medio siglo. No obstante, en el transcurso de los últimos años han surgido señales de que su fin podría estar cerca.
Por: Harold Cárdenas Lema ([email protected])
El proceso de cambios que atraviesa el país ha estado condicionado desde el inicio. Una política basada en diferencias ideológicas y viejos rencores permanece sin perdonar vínculos culturales o familiares, alejando a dos naciones que, geográficamente, nacieron para tener un lazo estrecho. Así ha sido durante más de medio siglo y hay fuerzas que buscan perpetuar esta situación anormal, sin embargo este bloqueo se debilita con cada día que pasa y solo el sector más fanático del país norteño lo apoya en estos momentos.
Cualquiera que conozca la realidad cubana sabe que el bloqueo aplicado por los Estados Unidos afecta a toda la sociedad y los más perjudicados son los estratos más pobres. La excusa oficial de que el embargo existe para beneficiar al pueblo cubano en pos de más democracia y derechos humanos, contrasta con los efectos de una economía perseguida y las medicinas que Cuba no puede comprar en el exterior. Muchas de las metas civilizatorias que le falta alcanzar al país se ven retrasadas por esta situación, limitando nuestras posibilidades reales.
Estados Unidos bajo el mandato de Obama ha propiciado algún intercambio entre ambas naciones y permitido mayores libertades para el contacto con los familiares en la isla. No obstante, estas medidas han estado acompañadas más de fanfarria mediática que de verdaderas aperturas o señales de acercamiento.
Esta actitud se debe a la antigua pretensión estadounidense de influir en el sistema político cubano en vez de permitir que los cambios que tengan lugar sean decididos desde dentro.
Quizás algún día las relaciones sean normales y los yanquis acompañen a Cuba en el rumbo que ésta tome pero, eso sigue siendo una utopía.
La actual posición norteamericana de mantener a la isla en la lista de países que apoyan el terrorismo (un absurdo total cada vez más difícil de justificar) y el sostenimiento del embargo (acompañado por la persecución a empresas de terceros países) contrastan con la actitud de diálogo que muestra la Unión Europea en los últimos tiempos, cada vez menos dispuesta a mantener las distancias con Cuba.
Del asunto ya no queda duda, cada año la inmensa mayoría de los países votan contra el bloqueo/embargo en las Naciones Unidas en un ejercicio democrático de resultado bochornoso para la política exterior estadounidense. Sin embargo, Cuba no resulta una prioridad para los Estados Unidos, solo cuando la comunidad cubana ejerza suficiente presión y los políticos cubano-norteamericanos actuales, representantes solo del sector más conservador y agresivo, tomen una posición que facilite el acercamiento, Washington dará pasos concretos hacia este sentido.
El fenómeno más interesante está ocurriendo dentro de los propios Estados Unidos, donde disímiles intereses motivan el fin del bloqueo. Algunos afirman que ésta es la excusa que emplea el gobierno cubano para justificar la mala administración, por lo tanto su levantamiento dejaría al descubierto la gestión gubernamental y provocaría la caída del mismo. Otros están menos interesados en asuntos políticos y mucho más en lazos familiares o culturales, mientras un tercer grupo cree que es posible una coexistencia entre ambos países basada en el respeto a la soberanía política de cada cual. Sea cual sea la motivación, cada vez son más los que apoyan la construcción de puentes entre ambos, que quizás han sido enemigos durante demasiado tiempo y en la actualidad solo la inercia permita esta relación.
Sería poco serio no aclarar que no se trata de una pugna entre ambas partes, sino la existencia de una política agresiva por parte de Estados Unidos que considera amenazadora una isla al sur que apenas puede sostener su economía.
Esto está matizado también por una historia de atentados, mucha sangre vertida, amenazas y orgullos personales que quizás se interponga en darle una solución al asunto. Hay una generación que quizás nunca logre reconciliarse, el lastre del pasado pesa demasiado sobre sus hombros, pero a sus hijos y nietos nos toca buscar el acercamiento.
En los últimos años el bloqueo parece aflojar un poco sus tornillos, motivo más que suficiente para apoyar acciones que promuevan concentrarnos en las semejanzas y no las diferencias. Esperemos que en un futuro próximo se levante un embargo que de manera ilegal afecta a terceros países, de manera inmoral afecta a la población cubana que ya tiene suficiente con los problemas internos de la isla, y se imponga el sentido común en una situación de viejos rencores que ya huele a rancio. Espero con ansias el día que pueda escribir un post celebrando el fin de esta ley y los cubanos podamos vivir… sin embargo.
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Jorge