Quizás única en un país tan distinto y distante del polígamo mundo árabe, la historia de Noel Díaz se ha ido escribiendo como un libro de ficción. En el capítulo primero, un campesino curandero; en el segundo, un artesano que saca esculturas de la madera dura y seca; luego, el hombre de las diez mujeres.
Hasta que se casó, tuvo más de siete parejas a la vez. Luego “quise ser el hombre ideal, tener el amor perfecto”, pero “mi hiperactividad sexual no me lo permitió”. Noel padece de priapismo, una enfermedad que mantiene erecto el pene. Por eso, según él, llevaba rato saciando su apetito erótico con animales cuando le hizo saber a su esposa que necesitaba de más de una mujer para satisfacerse plenamente. Eso ocurrió hace ya más de veinte años.
— ¿Qué harás con las otras mujeres? — le preguntó ella.
— Sabes que tengo un problema que no es común. Con ellas trataré de solucionarlo, como hacía antes de casarnos. Pretendo quererlas, admirarlas y respetarlas igual que a ti — le contestó Noel, pensando que lo mismo preguntarían después los criticones y curiosos.
Seis veces lo dejó su mujer después de aquello. Sin embargo, al final entendió (o se resignó a entender) que su esposo soportaba erecciones dolorosamente prolongadas. Cada vez que el campesino vio a un doctor, la respuesta fue la misma: “Tu mal no tiene remedio”.
Pasado el tiempo, contando con que algo tan ajeno a la idiosincrasia cubana no le trajera problemas y consentido por su legítima esposa (nunca mejor usada la expresión), Noel conquistó nueve mujeres más y se convirtió en una especie de leyenda rural porque fundó una familia de todas las formas en que no se funda una familia en esta Isla.
Provenientes de puntos dispersos en la geografía pinareña, Xiomara, Dusnay, Maidelyn, Yojara, Rebeka, Ana Laura, Mariselis, lsabela, Marielis y Débora se conocen y relacionan entre sí. Casi todas tienen entre 28 y 40 años de edad y llevan más de una década al lado de Noel. Cada una tiene vivienda propia, pero coinciden bastante en la casa principal, en los campos de Viñales. Diariamente, al caer la noche, el “enfermo” tiene uno, dos, tres orgasmos, y aun así no queda contento.
El guajiro ha hecho un parque ecológico que es lo más parecido a la comunidad primitiva en el siglo XXI. Con la ayuda de sus mujeres se dedicó a llenar de tabaco, café, yuca, malanga, aguacate, mamey, plátano… las 38 hectáreas de tierra que heredó. Algunas de ellas van a lavar, limpiar, cocinar, sembrar, atender a los visitantes, ya sean turistas o vecinos. Teniéndolas allí, Noel no necesita de más trabajadores.
La finca del mulato es un ejemplo comunitario, ampliamente reconocido por la sociedad. Allá sus niños bailaron hace dos años cuando conocieron lo que era la corriente eléctrica. Allá la mayoría de sus mujeres hallaron seguridad económica, aunque se divorciaron de la libertad y huyeron de la civilización. Allá yacen en una suerte de “paraíso” donde impera el esfuerzo colectivo y, por supuesto, el criterio de Noel.
Noel asegura complacerlas más allá del sexo, porque —insiste— aprendió a pensar como ellas. “La mayoría de los hombres desconoce lo que quiere una mujer”, pero él nació con “el don de leer los instintos femeninos, de saber dónde y cómo tocar y qué palabras decir para hacerlas felices”. No las besa ni acaricia públicamente y las trata a todas por igual. Delante de la gente, ninguna pasaría por su mujer. Es una forma de no herirlas y “encantarles”, dice.
Ana Laura, por ejemplo, no pudo comenzar una relación con Noel hasta que tuvo 18 años porque para él “las menores están prohibidas”. Hoy, con 24 años y a dos meses de dar a luz a su segundo hijo, ella afirma que “no cambiaría mi relación con él por nada en este mundo. A su lado me siento realizada. Fue mi primer hombre y espero que el dueño del resto de mis días. Es más que el padre de mis hijos o mi marido, es mi amigo, mi hermano, mi padre, mi apoyo, mi fuerza y la razón de mi vida. En él encontré todo lo que una mujer pudiera desear: el hombre que te estremece cuando habla, el que es capaz de llenarte los días de alegría con un pequeño gesto, el que siempre está pendiente de los detalles”.
Por más difícil que sea de creer para los desconocidos, asegura Ana Laura, Noel solo la ha llevado por buen camino con sus consejos y experiencia. “Mientras estuve viéndolo, sin ser aún su mujer, dudaba de cómo podía llevar tantas relaciones, pero una vez dentro me sobraron las razones para entender”. Explica con que “una vez que lo conoces no quieres dejarlo jamás. Mi familia lo rechazó hasta que vieron cómo era y ahora lo quieren tanto como a mí. Se ganó el cariño y el respeto de todos”. Sin embargo, lo que pasa en privado continúa siendo un misterio.
El relato de Noel asevera que “la gente tiende a hablar de las vidas ajenas y no de las suyas”, pero a él no lo han podido señalar. Comentan de “la cultura e integridad que hay en mi casa. Mi hija mayor tiene 22 años y aún no me ha visto en el más mínimo roce con ninguna de mis esposas. Los más pequeños, que tienen dos y tres años, piden permiso para hablar y se sorprenden cuando alguien se besa en la calle o en televisión porque son cosas que en su hogar no ven”.
De adolescente, el abuelo le presagió a Noel que tendría 24 hijos y parece que no se equivocó, toda vez que ya va por 19 y está esperando tres más. Mantiene por completo solo a 12 niños y del resto se encarga con sus mujeres económicamente independientes.
Porque fue un niño obligado por su padre a sembrar tabaco de madrugada, mover los bueyes con miedo aunque le dieran cabezazos y pedir limosna cuando no había qué comer, Noel nunca ha tenido que tocar la puerta de nadie para alimentar a sus hijos. No quiere para ellos una infancia dura como la suya, así que los educa “para que no se llenen de riquezas por fuera y olviden los valores de adentro”. Para que sean responsables. Para que “sepan dar paz y andar con orgullo”.
No obstante, muchos no ven en él más que a un chulo. La maestra de uno de sus hijos vive alarmada porque el niño de siete años posee la misma extraña condición eréctil que su padre. Tal vez su caso acabe siendo el argumento de otro libro de ficción similar al de Noel, cuya vida algunos entienden como la realización de las mejores utopías masculinas, y otros, como una insuperable y elemental aberración.
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