“El primero que entró por la puerta fue mi papá”, me cuenta Lizbeth mientras reconstruye momentos del 17 de diciembre de 2014, cuando recuperó un pedazo de sí misma que andaba lejos. “En cuanto lo vi lancé un grito, me asusté, era increíble, reí, lloré. Hasta hoy todavía no me lo creo, es algo emocionante”, recuerda la hija de Ramón Labañino. Para ella también fue una sorpresa el regreso de su padre, uno de los cinco cubanos presos en Estados Unidos por penetrar organizaciones del exilio beligerante en Miami, un héroe de Cuba.
Aquella madrugada del 17D Lizbeth se desveló como a las 3:00 a.m. y se puso a conversar con su hermana Laura. Percibía movimientos algo inusuales alrededor suyo pero no imaginó que dentro de pocas horas llegaría tanta felicidad: “Fue un revuelo total ese encuentro, qué alegría vernos todos, yo me sentía como en el aire. Empezaron a llegarme al celular mensajes de mis amigos que también se habían enterado y querían felicitarme. Ese día no se me olvidará jamás”.
Con el anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los gobiernos cubano y norteamericano, llegó también la noticia de la liberación y regreso de Ramón junto a Antonio Guerrero y Gerardo Hernández, presos desde hacía más de una década y media.
Un año después Lizbeth ha visto cómo se están cumpliendo todas las expectativas que tenía y las imágenes que construyó en su mente. Siente que “el tiempo no ha podido debilitar una relación que estuvo ineludiblemente marcada por esos 16 años de injusta prisión”.
Ella era muy pequeña cuando detuvieron a su padre. A los cinco años pudo visitarlo y continuó haciéndolo regularmente, siempre que le otorgaban la visa para viajar a Estados Unidos. “Nunca estuvimos realmente lejos porque intentábamos mantenernos en contacto, pero aun así ha habido un antes y un después que realmente ha marcado nuestras vidas”, asegura esta joven que estudia Psicología en la Universidad de La Habana.
¿Cómo ha sido tenerlo cerca? ¿No es difícil comenzar a compartir con un padre a esta edad? Me gana la curiosidad: “Es verdad que ha sido reconocernos como padre e hija, eso no sucede así de sencillo –responde con rapidez– pero además de que ya lo conocía, él es un hombre increíble, muy cariñoso, comprensivo, carismático, y eso ha ayudado a que todo sea muy fácil”.
Los paseos en familia han sido para ella una de las cosas más bonitas en estos últimos meses. Hace solo unos días fueron al Zoológico Nacional y se sintió muy feliz al verlos recordar la ocasión en la que llevaron a su hermana Laura y ella vio por primera vez un dromedario. “Nosotros tenemos una dinámica familiar fabulosa. Es normal que vayamos por la calle y las personas nos saluden, es algo que comprendemos y no nos molesta”.
La llegada de la figura paterna a la casa si bien ha significado un cambio sustancial, no ha afectado las rutinas. En su caso continúa compartiendo con sus amigos, estudiando, divirtiéndose. Ahora, además, ha despertado en ella la afición por la pintura y considera que es un camino que vale la pena seguir.
A un año de esa jornada inolvidable que fue el 17D, Lizbeth se siente dichosa. Ha descubierto una nueva ciencia, ha incursionado en el arte, pues decoró una de las piezas de la exposición “Travesías de Xico por América Latina” y además, dice, “tengo cerca al padre que siempre soñé”.
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