Tin Cremata, reparador de sueños

Tin Cremata

Tin Cremata, reparador de sueños

8 / diciembre / 2015

Tin vive sus días construyendo los sueños de cientos, miles de niños… Todavía convencido que su padre llegará un día a casa con una gran explicación sobre su ausencia.

Por: Harold Cárdenas Lema ([email protected])

Carlos murió un poco por dentro esa noche, se le ve en los ojos todavía. Es octubre de 1976 y lo despiertan en su escuela de madrugada para decirle que el director lo está esperando, al inicio cree que es una broma pero entonces ve un amigo de la familia con el rostro desfigurado del dolor, es algo grave. Le cuentan que su papá ha tenido un accidente de avión y no hay mucha información sobre los sobrevivientes. El muchacho no sabía que su padre estaba de viaje, desconoce que no le tocaba volar ese día y ya había perdido la vida en el mayor ataque terrorista del hemisferio occidental hasta la fecha. Carlos Alberto Cremata (Tin) tiene 16 años.

Llega en taxi a su casa y a pesar de ser tarde en la madrugada la calle está llena de gente. Convencido de que a su padre no le ha pasado nada, les grita que se vayan que pondrán nerviosa a su madre innecesariamente. El duelo no comenzará nunca, al otro día el país recibe la noticia oficial del atentado en el que han muerto todos los pasajeros del avión pero Carlos se niega a creerlo. Se encuentran muy pocos cadáveres y su papá no es uno de ellos, esa negación llegará hasta el día de hoy. Con el vuelo 455 de Cubana de Aviación se destruyeron los sueños familiares pero Cremata dedicará el resto de su vida a construir los de otros.

Trato no mencionar mucho eso, cada vez que hablo me desbarato, Barbados es mi talón de Aquiles”

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Tin CremataHasta esa noche su vida familiar había sido de ensueño, lo más cercana a la perfección que pueden ser nuestras existencias imperfectas. Su madre era una reconocida coreógrafa de la televisión nacional que le dio las herramientas profesionales para el futuro, su padre era despachador de vuelos en el aeropuerto pero en la intimidad familiar era el artista aficionado que le transmitió su creatividad y vocación. El crimen rompe esa dinámica familiar por completo, a partir de entonces cada uno se refugió en la certeza de que el ser querido regresaría algún día y mientras tanto, reprodujeron con otros ese estilo de vida peculiar.

Tin conversa mirando a los ojos, el hombre que está frente a mí se graduó con diploma de mérito en Ucrania, sería imperdonable no preguntarle sobre la URSS. Durante el proceso de derrumbe soviético Cremata está viviendo allá, ve a su alrededor señales de falsedad, esencias que se pierden, pero no sospecha nunca lo que está a punto de ocurrir. El día que se derrumba el Muro de Berlín, ya está de regreso en Cuba y no lo puede creer. Si la debacle soviética fue gradual, su proceso de asimilación de la nueva realidad fue igual de lenta.

“Allá conocí la gente que vivió la Guerra Patria y son las personas más extraordinarias que he visto en mi vida. Pensé que eso era invencible”

Inmediatamente después comienza la crisis de los noventa para Cuba, irónicamente, el Período Especial será la etapa más fructífera de su vida. El Día de San Valentín de 1990 surge su compañía de teatro en vísperas de los momentos más difíciles. Cremata cuenta: “no te puedes imaginar lo que yo comía, mis imágenes en la televisión de esa época son con un rostro cadavérico pero era el ser humano más feliz del mundo. En los momentos que todo iba hacia abajo en el país, gracias al arte nuestro grupo se sentía cada vez mejor…”

Un día Tin llega a la sede de la UJC y se reúne con su Secretario General en busca de apoyo. Enseguida este accede y comienza a prometer recursos. Cremata le interrumpe y le dice “no has entendido nada, yo no quiero un centavo sino apoyo moral, no quiero ser un funcionario de actividades”. Minutos más tarde regresa a su casa por el malecón en bicicleta, cantando en voz alta por la alegría de tener un apoyo institucional para su labor. El período más bello de su vida es en plena crisis.

“Éramos felices, con nuestras novias, cerca de la playa, haciendo deportes. Comía muy poco pero en cambio sí me alimentaba mucho espiritualmente”

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En 1998 el entonces vicepresidente Carlos Lage Dávila recibe una encomienda por parte de Fidel Castro: ir a visitar el grupo de teatro infantil que dirige Carlos Alberto y apoyarlos en lo que sea posible. Lage llega a La Colmenita y le parece maravilloso, propone inmediatamente un aumento salarial pero no ha terminado de ofrecerlo cuando Cremata hace una pregunta ya histórica: “¿qué salario?” Llevaban ocho años trabajando gratis. Mientras Lage hacía un esfuerzo para que no se le desprenda la mandíbula, pregunta cuáles son sus recursos y Tin le cuenta cómo su madre le ayuda con lo mínimo. A partir de entonces tendrán más apoyo gubernamental para su proyecto, ya sus compañeros no tendrán que hacer cabriolas para sobrevivir mientras educan a los niños.

Cremata fue diputado en la Asamblea Nacional durante dos términos, cuando sintió que otra persona podría dedicarle más energías pidió su liberación. Y se puede sacar al diputado de la asamblea pero no la asamblea del diputado, Tin es un hombre muy preocupado por el presente y futuro de Cuba. Reconoce que vive en una burbuja, construyó La Colmenita como protección ante una realidad compleja, para preservar la ingenuidad y la imaginación sana que deben tener los niños. Confiesa que está inquieto con las generaciones más jóvenes: “es muy difícil para ustedes lo que les viene encima, les faltan paradigmas que mi generación tuvo muy claros…”

“Mi preocupación es que mis hijas quieran irse para otro país, el pensamiento del sálvese-quien-pueda y que ya no se buscan respuestas colectivas”

Carlos recuerda perfectamente la madrugada de 1976 pero yo evito preguntarle más sobre eso, al principio de la charla me confesó que estaba “muy mal de ánimo”. Antes de irme a casa a escribir estas líneas comparto yo con él una última historia. Tin contó en la televisión cubana que en el momento del sabotaje al avión, su madre estaba haciendo un trabajo voluntario construyendo unos edificios cercanos al Meliá Cohiba. Por una casualidad cósmica, en uno de esos edificios vivo yo, construido con el esfuerzo desinteresado de su mamá el día que asesinaban a su padre, y nada simboliza mejor la nobleza de un país.

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Miguel

Buen artículo!
Miguel

Maria

Hermoso artículo. No conozco en persona a Tin, pero mi hijo es parte de La Colmenita de Argentina, y encuentro en esto la germinación de la semilla que plantó en Cuba. Ojalá algun dia tenga oportunidad de conocerlo en persona. Saludos!
Maria

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