En el verano de 2018 llegó a Madrid un jovencito brasileño llamado Vinícius José Paixão de Oliveira Júnior. El Real Madrid había pagado 45 millones de euros por él, un precio muy alto por alguien que apenas había jugado en Brasil.

En el conjunto blanco existía un legado importante de estrellas brasileñas: Ronaldo Nazario, Roberto Carlos, Marcelo, Casemiro, Kaká, por solo mencionar algunas, y esto representaba una fuerte presión para Vinícius Junior, nombre con el que lo bautizó el mundo del fútbol.

Sus inicios fueron en el filial, pero rápidamente lo convocaron al primer equipo, convirtiéndose en el primer jugador nacido en el 2000 en debutar en una competición oficial con el Real Madrid.

Santiago Solari fue el técnico que le dio confianza y continuidad. Parecía que todo iba bien ese año, afianzándose en el extremo izquierdo, en el que mostraba las gambetas tan típicas de su tierra. Por desgracia, el crecimiento se interrumpió en marzo de 2019 cuando sufrió una grave lesión en el tobillo derecho que no le permitió terminar la temporada.

En las siguientes dos campañas, a pesar de que se había establecido en el primer equipo, comenzaron los problemas para él. Con cada fallo en el terreno de juego iba perdiendo confianza y poco a poco comenzaron las críticas fuertes y despiadadas contra su persona. Se convirtió en una moda burlarse de Vinícius en redes sociales, hacerle memes, dedicarle programas de audiencia estelar para desprestigiarlo, reírse públicamente de sus recurrentes errores e incluso dedicarle una canción que cuestionaba, sin piedad, su calidad y actuaciones. 

Las burlas ocurrieron en medios de prensa y televisoras de alcance mundial. Pocas veces vi una campaña tan bien armada contra un futbolista así de joven. Fueron tres años muy duros para Vinícius. En 87 partidos solo pudo anotar 11 goles y dar 7 asistencias, sin contar que en 2019 ficharon a Eden Hazard, quien venía a sacarlo, en definitiva, del equipo titular.

De Tiflis a Maradona: La increíble historia de Khvicha Kvaratskhelia

Ese chico de nombre impronunciable que hoy llaman Kvaradona (conjunción de su apellido con Maradona) y al que le pintan gigantescos murales en Nápoles tiene una increíble historia que bien merece la pena conocer.

Todo indicaba que su fichaje había sido un fiasco, que terminaría relegado al banquillo y que, de manera inevitable, terminaría por salir del club. Algunos de sus compañeros llegaron a decir que Vini jugaba «en su contra», por los constantes fallos y malas decisiones en momentos claves. Entonces, tocó fondo.

Pero el chico protagonizó una de las remontadas personales más espectaculares de la historia reciente del fútbol. Durante la temporada pasada explotó, de forma literal, su talento con 22 goles y 16 asistencias en las competiciones. Su momento cumbre llegó cuando marcó el gol al Liverpool en la final de la Champions League que le dio la decimocuarta Copa de Europa a los madridistas.

La actual temporada está siendo aún más prolífica para Vinícius. Lleva 21 goles y 16 asistencias en 45 partidos, y es el jugador más determinante del equipo en las competiciones más significativas. La prensa que antes lo criticó ahora lo coloca como uno de los mejores futbolistas del planeta y lo ven como un claro competidor por la futura corona mundial junto a jugadores de la talla de Erling Haaland o Kylian Mbappé.

Mi opinión sobre la última afirmación es, sin la menor de las dudas, que Vinícius es uno de los jóvenes llamados a tomar el relevo de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo en el futuro inmediato. Si bien parece bastante claro que el Balón de Oro de 2023 irá al argentino por el Mundial de Qatar 2022, estoy seguro de que, en los años próximos, Vinícius estará presente en la naciente rivalidad por los premios individuales con Haaland y Mbappé.

A quienes se burlaron, crearon memes y lo desprestigiaron en medios públicos y redes sociales, Vini les dio una franca lección de trabajo, sacrificio y constancia. Les calló la boca y engavetó los memes, al tiempo que respondió a base de trofeos, goles, asistencias y regates a la famosa cancioncita que, dicho sea de paso, jamás volvió a sonar.